La realidad de demasiados países africanos es la de estados fallidos en los que la situación de los derechos humanos fundamentales es desoladora, comenzando por la enorme precariedad en la que se encuentra la libertad religiosa.
Olvidados por el relato de los grandes medios de comunicación, y recordados apenas por unas cuantas voces valientes como la del Papa, algunos lugares como Nigeria o la República Democrática del Congo son ejemplos paradigmáticos de corrupción, violencia, terrorismo de origen yihadista y persecución de las minorías, entre ellas la cristiana.
Precisamente, a finales del mes pasados, en Nigeria, un sacerdote fue quemado vivo y otro herido gravemente, y varias personas morían en la Republica Democrática del Congo tras un atentado con bomba perpetrado el domingo en una iglesia de la localidad de Kasindi, fronteriza ya con Uganda.
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