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Firme repudio a Ban Ki Moon en Marruecos

La ONU, que ya ha demostrado su impotencia para resolver el conflicto del Sahara, insiste en intervenir evidenciando su complicidad con intereses creados
Luis Agüero Wagner
martes, 15 de marzo de 2016, 01:00 h (CET)
Dijo alguna vez Nietzche que eran repudiables aquellos misericordiosos que se complacen en su propia compasión, dado que les falta vergüenza. Las organizaciones que lucran con la tragedia y humillación de los pueblos del Sahara Occidental marroquí son un buen ejemplo de esa despreciable especie.

A propósito, un violento repudio estalló en los últimos días en Marruecos contra Ban Ki Moon, diplomático surcoreano que desde el 1 de enero de 2007 ejerce como el octavo secretario general de las Naciones Unidas.

Ban puso en evidencia, con sus hechos y palabras, el papel de auxiliar que juega la ONU para los ONG que lucran con el sufrimiento de los pueblos del Sahara, cuya dignidad está de por medio, desatando la furia del pueblo marroquí que ganó las calles para expresar su rechazo a los "excesos verbales, hechos consumados y gestos de complacencia injustificados" del secretario general de la ONU durante una visita a campo de refugiados saharauis en Argelia.

El surcoreano lamentó que Rabat y el Frente Polisario "no hayan hecho ningún progreso real en las negociaciones para encontrar una solución justa y aceptable para todos, fundada en la autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental". En realidad, Marruecos no considera al Polisario interlocutor válido, dado que lo denuncia como títere de Argelia.

Ban anunció, en un gesto despojado de neutralidad, que "convocará a una reunión de donantes para reunir fondos para los refugiados saharauis", siendo que Marruecos ha denunciado en varias oportunidades que es precisamente el gran negocio de esa ayuda internacional lo que prolonga innecesariamente el dilema.

Las denuncias marroquíes fueron avaladas por investigaciones de la OLAF, que causaron indignación en la Unión Europea, en las cuales se constataba la gigantesca malversación de esa ayuda humanitaria, que en gran parte termina siendo comercializada en los mercados argelinos.

Durante un acto conmemorativo de los cuarenta años de la marcha verde, en el pasado mes de noviembre, el Rey Mohammed VI había expresado que “la historia juzgará a los que convirtieron a los dignos hijos del Sahara en mendigos de la ayuda internacional”.

Mientras los “saharauis” secuestrados por el Polisario viven en precarias condiciones en territorio argelino, solo para satisfacer las apetencias personales de una dirigencia corrupta, las provincias del sur de Marruecos que reclaman se han convertido en un emporio de modernidad e inversiones.

Pretendiendo ignorar esa realidad, el titular de la ONU, organismo que ya ha demostrado fehacientemente su impotencia para resolver el problema del Sahara, generó repudio por su insistencia en inmiscuirse con su organismo en defensa de los que lucran con un litigio a costa de la humillación y sufrimiento de los pueblos.

Decenas de miles de ciudadanos de diferentes regiones del país se concentraron en el centro de Rabat, en los alrededores del Parlamento, y en Bab Chellah, una de las puertas de la medina donde comenzó la manifestación convocada por partidos políticos, sindicatos y asociaciones civiles.

Ban Ki-Moon no solo es repudiado por su falta de neutralidad y objetividad, sino también "signos simbólicos peligrosos", como el hecho de aparecer en fotos con la "bandera del enemigo", el signo de la victoria al bajarse del avión en Argelia y su presencia al lado de los líderes del Frente Polisario.

El ministro de Asuntos Exteriores, Salaheddine Mezouar, presente en la protesta de Rabat, destacó que esta actuación de Ban Ki-Moon "vulnera el principio de imparcialidad de las Naciones Unidas y el derecho internacional, y tiene implicaciones para la posición de Marruecos que se verán en las próximas semanas".

Es evidente que en el problema del Sahara Occidental, hace tiempo la ONU ha dejado de ser parte de la solución y hoy es parte del problema. Las desafortunadas palabras e inadecuados gestos del Secretario General de la ONU son un caso de prueba.

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