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Voy a romper una lanza,
por los hombres jubilados,
que no saben lo que hacer
cuando llegan a ese estado.
Y se encuentran en sus casas,
sin tener que ir al trabajo,
rellenando crucigramas
o leyendo los diarios.
Yo, desde el primer momento,
me he sentido solidario,
y ahora voy a confesar
cómo me encuentro en el tajo.
Advirtiendo sin reservas,
que estoy muy bien tratado,
porque todas las tareas
las realizo con agrado.
Eso sí, no cobro nada,
pues no existe el auto pago,
y si existiera sería
la ley de un trastornado.
Me limitaré tan solo,
a referir los trabajos,
en los que ocupo mi tiempo
en lugar de hacer el vago.
Soy recadero completo,
obediente y buen mandado,
y acarreo entre otras cosas
el pan recién horneado.
También suelo proveerme
de hortalizas y pescados
y otros muchos alimentos
en diferentes mercados.
Perolo hago en mi coche,
con aire acondicionado,
haciendo frío o calor
en invierno y en verano.
En el interior de casa,
estoy especializado,
en pequeñas averías
con regular resultado.
Pero se me dan muy mal,
los distintos aparatos
que funcionan con corriente
y no me atrevo a tocarlos.
Es obvio que he de avisar,
a un técnico preparado,
lo que hace que mi esposa
haga un guiño intencionado.
Yo le recuerdo que soy,
en Derecho licenciado
y en la Mercantil carrera
obtuve el Profesorado.
Pero no llegué a estudiar,
ni siquiera un primer grado,
para ser el buen “manitas”
que a ella le hubiera gustado.
Me estoy saliendo del tema,
y ahora vuelvo sin desmayo,
para cumplir con lo dicho
al comienzo del relato.
Me muevo con eficacia,
entre cubiertos y platos,
y frente al lavavajillas
me siento gratificado.
Soy tenaz con los residuos,
y con el plumero un mago;
y para rizar el rizo
unpodólogo apañado.
Pero he de decir también,
que tengo bastantes fallos,
pues me muevo en la cocina
como un pato mareado.
Y, para finalizar,
muy convencido proclamo,
que donde haya mujeres
el sombrero hay que quitarlo.
Pues son la sal de la tierra,
de la familia el amparo,
de los nietos referente
y, del marido, cayado.
Con la tarde empezando a caer, acudí a la Estación del AVE de Pintor Sorolla. Allí estaba citado con Gustavo Rodríguez (Lima, 1968), antiguo publicista y ahora escritor, ganador del Premio Alfaguara 2023 con su novela ‘Cien cuyes’. Los temas de la ancianidad, la muerte y la dignidad humana se dan cita en las páginas de ‘Cien cuyes’, novela tragicómica en definición acertada, creo, del jurado que le otorgó el premio.
El mapa de la sangre, alumnos, ved el mapa de la sangre, ved la geografía roja sin banderas, las naciones de la herida, la ardiente tierra en llamas arada bestialmente por el hombre.
Agonizando marzo, presentaba Paco Gómez Escribano su última novela, “Narcopiso” (Alrevés, 2023) en la Biblioteca Municipal Eugenio Trías, flanqueado por la editora Albahaca Martín Gon (Vencejo Ediciones) y el novelista David Llorente Oller, quienes intercambiaron con el autor afinadas impresiones acerca de los más variados aspectos de su universo creativo así como de sus filias estilístico-narrativas.
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