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Voy a romper una lanza,
por los hombres jubilados,
que no saben lo que hacer
cuando llegan a ese estado.
Y se encuentran en sus casas,
sin tener que ir al trabajo,
rellenando crucigramas
o leyendo los diarios.
Yo, desde el primer momento,
me he sentido solidario,
y ahora voy a confesar
cómo me encuentro en el tajo.
Advirtiendo sin reservas,
que estoy muy bien tratado,
porque todas las tareas
las realizo con agrado.
Eso sí, no cobro nada,
pues no existe el auto pago,
y si existiera sería
la ley de un trastornado.
Me limitaré tan solo,
a referir los trabajos,
en los que ocupo mi tiempo
en lugar de hacer el vago.
Soy recadero completo,
obediente y buen mandado,
y acarreo entre otras cosas
el pan recién horneado.
También suelo proveerme
de hortalizas y pescados
y otros muchos alimentos
en diferentes mercados.
Perolo hago en mi coche,
con aire acondicionado,
haciendo frío o calor
en invierno y en verano.
En el interior de casa,
estoy especializado,
en pequeñas averías
con regular resultado.
Pero se me dan muy mal,
los distintos aparatos
que funcionan con corriente
y no me atrevo a tocarlos.
Es obvio que he de avisar,
a un técnico preparado,
lo que hace que mi esposa
haga un guiño intencionado.
Yo le recuerdo que soy,
en Derecho licenciado
y en la Mercantil carrera
obtuve el Profesorado.
Pero no llegué a estudiar,
ni siquiera un primer grado,
para ser el buen “manitas”
que a ella le hubiera gustado.
Me estoy saliendo del tema,
y ahora vuelvo sin desmayo,
para cumplir con lo dicho
al comienzo del relato.
Me muevo con eficacia,
entre cubiertos y platos,
y frente al lavavajillas
me siento gratificado.
Soy tenaz con los residuos,
y con el plumero un mago;
y para rizar el rizo
unpodólogo apañado.
Pero he de decir también,
que tengo bastantes fallos,
pues me muevo en la cocina
como un pato mareado.
Y, para finalizar,
muy convencido proclamo,
que donde haya mujeres
el sombrero hay que quitarlo.
Pues son la sal de la tierra,
de la familia el amparo,
de los nietos referente
y, del marido, cayado.
No me casaré con la mentira, el error, la cara bonita que me dijo "amor", pero para nada lo he encontrado en él. No me casaré con los ojos claros de ese corazón que decía: ¿amarme?
Amor puro es delicada figura, gato bendito.
Dentro del marco de “Voces del Tenerife”, el poeta valenciano Ángel Padilla asistió como ponente invitado -Padilla con su literatura antiespecista- en un acto homónimo a una de sus más ambiciosas obras poéticas, “La Bella Revolución”. Más de 60 poetas se dieron cita en ese macroencuentro de poesía de la conciencia crítica. Los actos comenzaron desde el miércoles 20 de marzo hasta el domingo 24, en la ermita de San Miguel Arcángel, La Laguna, Tenerife.
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