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Leyendas enterradas

Duendes en Granada

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Pese a que la geografía española está plagada de historias relacionadas con duendes y hadas, la imagen que el país tiene de sus tradiciones parece haber omitido en buena medida la existencia de tradiciones y narraciones relacionadas con estas criaturas. Dentro del contexto nacional, Andalucía, más dada a historias de apariciones, de damas encantadas o moras, y tesoros ocultos de origen musulmán, bate récords a la hora de hacer desaparecer este tipo de seres.

No obstante, existen leyendas aún vivas aunque enterradas, sobre duendes o lares, que es el paso lógico evolutivo de duendes en una tierra de preferencia por fantasmas y encantados. Ciudades como Granada, rica en leyendas e historias, guardan en su interior bellos relatos como los que siguen a continuación.

Los siete duendes blancos
No existe edificio en Granada que despierte la imaginación tanto como la Alhambra; por eso no es de extrañar que en torno a ella y su perfil imponente surjan historias de todo tipo que harán las delicias del viajero.

Una de ellas conjuga tres importantes elementos de la tradición granadina: la leyenda de la Puerta de la Justicia, a los abencerrajes, que poseen una sala dentro del palacio nazarí; y los moros o espíritus encantados, muy parecidos a los manes o duendes protectores.

De acuerdo con la leyenda, siete espíritus o duendes pertenecientes a los abencerrajes, una familia cuya misión consistió en la defensa de la fortaleza durante el período de máximo esplendor, y que fue asesinada por el rey de acuerdo con otra interesante leyenda, llegan a la ciudad una vez cada cien años. Concretamente, el 2 de enero de cada año 92, por ser ese el día en el que Granada pasó a ser cristiana.

Existen documentos datados de 1792 según los cuales, sietes seres pequeños de fuerte luz blanca llegaron frente a la Puerta de la Justicia a ver si la mano alcanzaba la llave, símbolo de la reconquista musulmana a la ciudad. Al ver a la mañana siguiente que tanto la mano como la llave siguen en su posición original, los espíritus de los abencerrajes abandonaron entre fuertes gritos y sollozos las inmediaciones del monumento andaluz. El mismo episodio se repitió en 1882 y en 1992 con la misma suerte.

El tesoro de la Alhambra
También relacionada con el monumento, que sirve de escenario, esta leyenda entremezcla la aparición de duendes o moros con un tema recurrente en la tradición andaluza: los tesoros ocultos por los musulmanes que custodian dichos duendes. No sólo la capital, sino toda la provincia, está llena de este tipo de leyendas.

Cuenta la leyenda que cuando el arquitecto Pedro Machuca se encontraba trabajando en la fortaleza andaluza, su amante Isabel era vista todos los días acercarse sola y como hechizada a la sala de Comarex, donde se sentaba durante horas a mirar un punto fijo en la pared de cuya existencia nadie más parecía darse cuenta. Poco a poco, comenzó a circular la leyenda de que en el palacio había un hechizo, lo que espantó, ciertamente, a muchos de los trabajadores y de los propios habitantes de Granada.

Pasaron los meses y, por fin, la joven reveló al arquitecto que tras un pequeño hueco en la pared podía verse a un grupo de duendes o espíritus custodios de un hermoso tesoro más brillante que el sol. Dicen por ahí que ambos extrajeron el tesoro, que permitió al emperador Carlos I terminar las obras en el edificio, y le valió a Pedro Machuca fama y riqueza, así como la posibilidad de permanecer por siempre junto a su amante.

El duende Martinico
Este ser sí es propiamente un duende, aunque no es exclusivo de la ciudad andaluza. Martinico, como se conoce al grotesco ser ataviado al uso de un monje o completamente de rojo, tiene vertientes en Castilla y Aragón, donde es el encargado de los sueños, y en otras ciudades andaluzas como Córdoba, donde protagoniza una hermosa historia de amor y justicia.

De acuerdo con la leyenda granadina, el duende Martinico, natural del celebérrimo barrio del Albaycín, es el encargado de velar por el buen estado de aljibes y fuentes, de mantener sus aguas limpias, y de castigar a los niños que ensucian las aguas o se acercan a los pozos con malas intenciones.

Recuerda, en este sentido, a la figura del Munaciello, un duende napolitano, vestido también como un monje y que vivía en las grutas y canales excavados en el subsuelo de la ciudad italiana, desde donde organizaba travesuras, robos, y aventuras amorosas con las señoras y señoritas de Nápoles.

No es necesario, empero, acudir a las leyendas y tradiciones para descubrir que, como la práctica totalidad de Andalucía, Granada es una ciudad que, más que tener duendes, tiene duende. Y no hay, a la postre, mejor reclamo que esta verdad.

Duendes en Granada

Leyendas enterradas
Francisco Cano Carmona
lunes, 7 de marzo de 2016, 08:55 h (CET)
Pese a que la geografía española está plagada de historias relacionadas con duendes y hadas, la imagen que el país tiene de sus tradiciones parece haber omitido en buena medida la existencia de tradiciones y narraciones relacionadas con estas criaturas. Dentro del contexto nacional, Andalucía, más dada a historias de apariciones, de damas encantadas o moras, y tesoros ocultos de origen musulmán, bate récords a la hora de hacer desaparecer este tipo de seres.

No obstante, existen leyendas aún vivas aunque enterradas, sobre duendes o lares, que es el paso lógico evolutivo de duendes en una tierra de preferencia por fantasmas y encantados. Ciudades como Granada, rica en leyendas e historias, guardan en su interior bellos relatos como los que siguen a continuación.

Los siete duendes blancos
No existe edificio en Granada que despierte la imaginación tanto como la Alhambra; por eso no es de extrañar que en torno a ella y su perfil imponente surjan historias de todo tipo que harán las delicias del viajero.

Una de ellas conjuga tres importantes elementos de la tradición granadina: la leyenda de la Puerta de la Justicia, a los abencerrajes, que poseen una sala dentro del palacio nazarí; y los moros o espíritus encantados, muy parecidos a los manes o duendes protectores.

De acuerdo con la leyenda, siete espíritus o duendes pertenecientes a los abencerrajes, una familia cuya misión consistió en la defensa de la fortaleza durante el período de máximo esplendor, y que fue asesinada por el rey de acuerdo con otra interesante leyenda, llegan a la ciudad una vez cada cien años. Concretamente, el 2 de enero de cada año 92, por ser ese el día en el que Granada pasó a ser cristiana.

Existen documentos datados de 1792 según los cuales, sietes seres pequeños de fuerte luz blanca llegaron frente a la Puerta de la Justicia a ver si la mano alcanzaba la llave, símbolo de la reconquista musulmana a la ciudad. Al ver a la mañana siguiente que tanto la mano como la llave siguen en su posición original, los espíritus de los abencerrajes abandonaron entre fuertes gritos y sollozos las inmediaciones del monumento andaluz. El mismo episodio se repitió en 1882 y en 1992 con la misma suerte.

El tesoro de la Alhambra
También relacionada con el monumento, que sirve de escenario, esta leyenda entremezcla la aparición de duendes o moros con un tema recurrente en la tradición andaluza: los tesoros ocultos por los musulmanes que custodian dichos duendes. No sólo la capital, sino toda la provincia, está llena de este tipo de leyendas.

Cuenta la leyenda que cuando el arquitecto Pedro Machuca se encontraba trabajando en la fortaleza andaluza, su amante Isabel era vista todos los días acercarse sola y como hechizada a la sala de Comarex, donde se sentaba durante horas a mirar un punto fijo en la pared de cuya existencia nadie más parecía darse cuenta. Poco a poco, comenzó a circular la leyenda de que en el palacio había un hechizo, lo que espantó, ciertamente, a muchos de los trabajadores y de los propios habitantes de Granada.

Pasaron los meses y, por fin, la joven reveló al arquitecto que tras un pequeño hueco en la pared podía verse a un grupo de duendes o espíritus custodios de un hermoso tesoro más brillante que el sol. Dicen por ahí que ambos extrajeron el tesoro, que permitió al emperador Carlos I terminar las obras en el edificio, y le valió a Pedro Machuca fama y riqueza, así como la posibilidad de permanecer por siempre junto a su amante.

El duende Martinico
Este ser sí es propiamente un duende, aunque no es exclusivo de la ciudad andaluza. Martinico, como se conoce al grotesco ser ataviado al uso de un monje o completamente de rojo, tiene vertientes en Castilla y Aragón, donde es el encargado de los sueños, y en otras ciudades andaluzas como Córdoba, donde protagoniza una hermosa historia de amor y justicia.

De acuerdo con la leyenda granadina, el duende Martinico, natural del celebérrimo barrio del Albaycín, es el encargado de velar por el buen estado de aljibes y fuentes, de mantener sus aguas limpias, y de castigar a los niños que ensucian las aguas o se acercan a los pozos con malas intenciones.

Recuerda, en este sentido, a la figura del Munaciello, un duende napolitano, vestido también como un monje y que vivía en las grutas y canales excavados en el subsuelo de la ciudad italiana, desde donde organizaba travesuras, robos, y aventuras amorosas con las señoras y señoritas de Nápoles.

No es necesario, empero, acudir a las leyendas y tradiciones para descubrir que, como la práctica totalidad de Andalucía, Granada es una ciudad que, más que tener duendes, tiene duende. Y no hay, a la postre, mejor reclamo que esta verdad.

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