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Etiquetas | Entrevista | Altea Cantarero | Autora | Novela Negra
Entrevista a Altea Cantarero, autora de «Ogro» y firme candidata para ser una de las mejores voces de la novela negra en nuestro país

«He querido jugar en Ogro, también, con la simbología religiosa y la riqueza de la imaginería tradicional»

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41kqnOze41L. SX326 BO1,204,203,200

Ogro tiene mucho de esa simbología religiosa y esa tradición a la que se refiere su autora, Altea Cantarero. De hecho, comienza en una capilla, con un espantoso crimen, en la festividad de La Dolorosa y viajamos en el tiempo, a la Cuenca de los años 60 para encontrar misterio a raudales entre el cada vez más frío otoño de la ciudad.


Altea Cantarero se presenta como una firme candidata para ser una de las mejores voces de la novela negra en nuestro país, según indican ya algunas reseñas.


Nuestro propio nombre, por lo general, no podemos elegirlo, pero un seudónimo sí. ¿Cómo llegó hasta a ti Altea Cantarero?

Siempre afirmo que ese nombre, preñado de símbolos para mí, lo conforman las raíces y las alas: de dónde vengo, mi origen antiguo, y de dónde soy, y adónde elijo ir, cómo ser, estar. Mucho más no puedo decir sin revelar en exceso, pero sí contar que le di muchas vueltas al posible pseudónimo y, al final, como hice con los nombres de mis propios hijos, opté por la intuición, en primer lugar, y por una mixtura entre lo ancestral y lo nuevo, lo recién nacido, en segundo lugar. No buscaba algo exótico, ni mucho menos foráneo (aunque respeto mucho estas opciones, por supuesto, pero mi lengua materna está demasiado dentro de mí y la prefiero para algo tan fuerte como nombrar-nos).


Tampoco cambiar el género… soy mujer (mujer real, y una sola [risas], la “santísima trinidad” de Carmen Mola me está vedada, por desgracia), y Altea Cantarero ya soy tan yo misma como lo es el otro nombre por el que se me conoce de otra manera. Jugar a ser otro, se ha dicho a veces que es, precisamente, asilarse (que no esconderse) en un alias…


Y al fin, y aunque en esto he reparado hace poco, “alter [ego]” y “Altea” tienen casi las mismas letras al inicio… ¿una conjura del azar?


Ogro es tu primera novela de ficción publicada, pero anteriormente ya habías publicado obras de no ficción y poemas con tu «otro» nombre. ¿De qué trataban? ¿Qué explorabas con ellas?

Las obras de no ficción tienen que ver en realidad con mi trabajo habitual, mi desempeño laboral relacionado con la investigación, de modo que tampoco puedo dar mucho más detalle al respecto… Sí que debo, al menos, compartir que siempre he tratado de ocuparme (y escribir, por tanto) de aquello que de un modo u otro me apasiona, y en gran medida creo que hasta ahora he tenido la inmensa fortuna de haberlo logrado. En cuanto a la producción poética, creo que, aparte de los cuentos y redacciones que solemos escribir en la infancia, lo primero que recuerdo pensar y trazar en un papel, de forma ya algo consciente, fue un poema, una “poesía”, como decíamos. Tendría unos seis años…

            

El pensamiento poético me ha acompañado siempre y sobre todo en la infancia, la adolescencia y la primera juventud,¡escribía y leía poesía a diario!, como un fanatismo, creo que con una necesidad casi biológica de ponerle palabras (y con ello, medidas, playas… mapas) a la intensidad de mi ardor por la vida. Con la madurez, la verdad, escribo cada vez menos poesía (aunque jamás la he abandonado), y aproximarme a la cuarentena me hizo enfrentar la gran decisión: enrolarme en una novela. Para mí, era un proyecto de madurez vital en muchos aspectos. Y ahora puedo afirmar que, pese a los vientos en contra, pude cumplir mis cuarenta años con esa primera novela terminada… y las que, espero, vendrán.


Y, ahora, Altea, ¿qué exploras con Ogro?

Ogro, esa primera novela mía (mi primogénita bebé literario [risas], me gusta jugar con las metáforas de gestar y parir, ¡son tan subyugadoras!), ha supuesto una exploración alucinante en tantos aspectos. Ha sido la aurora, claro, el inicio de algo muy grande para mí, ese enrolarme, con todas las connotaciones de aventura, incertidumbre, tierra incógnita, de desarrollar desde habilidades técnicas hasta actitudes de carácter o costumbres nuevas, un desafío en todo, desde lo logístico a lo más inefable del proceso de escribir... En Ogro me he constituido (al menos es la piedra primade un camino largo) como novelista. Exploré el mundo ajeno y el mundo propio. Hay también mucho de esasraíces y alasen Ogro: de recorrer viejas historias familiares, algunas prestadas, otras pura fabulación, y proyectar a la vez vías nuevas, anhelos remotos e inhabitados.


Pero, sobre todo (me gusta insistir en ello), Ogro buscar en primera instancia entretener y hacer pasar un buen rato a la gente… que es lo que yo misma espero cuando abro un libro por la noche, ya cumplido el día, cansada y con ganas de pocas tonterías, la verdad [risas].


A nivel literario, pero a nivel personal, también te voy a pedir que me cuentes qué investigas con esta novela, pues con ella ha nacido también un nuevo personaje, Altea Cantarero y, supongo, que una nueva dirección u objetivo.

En efecto, Altea Cantarero es un nuevo personaje, pero en realidad le da vida la misma personita humilde y limitada que habita cada día con otro nombre. A veces es, sí, un respiro poder dejar de ser una para pasar a ser otra durante un ratito… pero en general, y dado que el nivel de exigencia en ambos campos no es pequeño, a menudo lo que hace es cansar [risas]. Escribir con un pseudónimo –y mantenerlo- es como una doble militancia vital… una necesita dos vidas, dos tiempos, y una no los tiene…


Con todos sus avatares, Altea Cantarero (servidora) desea escribir y seguir escribiendo. Ogro investiga sobre la oscuridad del alma humana y a partes iguales también sobre su luz, porque esta es a menudo consustancial a la primera, a la tiniebla; solo ella nos permite comprender aquélla, incluso ser capaces de verla. Ogro es la primera entrega de una trilogía de suspense, titulada Trilogía del Ogro: Cuentos de Viejas, de un género negro bastante clásico en realidad (asesinato y pesquisa), mas con un elemento femenino muy poderoso y una atención especial a la complejidad psicológica de los personajes. La segunda parte puedo contaros con ilusión que está en proceso: me encuentro en plena escritura de Al amor de la lumbre, con una trama nueva, aún más pavorosa, con los mismos protagonistas y atmósfera como escenario, si bien adelanto que habrá algunas incorporaciones, creo, bastante sugerentes, además de una relieve mayor de ciertas pasiones solo latentes en Ogro… ¡Ahí lo dejo!


Juan von Zeschau reseñó Ogro en El País Digital de Argentina. Fue el primer lector que salía de tu círculo cercano y, además, el libro le llegó por recomendación de un tercero, a través de WhatsApp, sin muchas más indicaciones. ¿Qué es lo que más te sorprendió de su valoración?

¡Que fuera buena [risas]! Lo respeto mucho como escritor y resultó una noticia extraordinaria que publicara aquella nota, además desde un país tan potente cultural y literariamente. También me resultó de mucho interés cómo se podía ver a los ojos de un lector con un bagaje histórico tan distinto al nuestro como es el argentino, la ambientación y el momento políticos españoles durante los cuales Ogro cobra vida (la posguerra, la dictadura después, la moral católica, un largo etcétera).


Fue un honor terrible que un escritor de la talla de von Zeschau (laureado con uno de los galardones literarios más importantes de la Argentina) comparara el género de Ogro, su atmósfera y su desarrollo, nada menos que con El nombre de la rosa. Tal vez, y salvando todas las distancias, por el ambiente religioso “de circuito interno”, por así decir, en el que suceden las tramas; un internado, para nuestro caso (un monasterio en el de Eco). Claro que las pretensiones de Ogro son mucho más humildes: busca sobre todo, como decía, entretener al gran público, ese que busca cuentos al amor de la lumbre, como yo misma, cuando decae el día. Hacernos pasar un buen rato, y quedarse con ganas de más… no aspiro a más, ¡ni a menos! [risas].


OGRO libro

¿Cómo se te ocurrió la idea de Ogro?

Como suele pasar con las mejores cosas de la vida y las más importantes… escuchando a otras personas amadas, compartiendo la cotidianidad con ellas; en mi caso, sobre todo fueron las historias que mi madre contaba de su infancia y adolescencia, relacionadas con un internado de monjas. Ese fue el origen que podría seleccionar sobre todo ligado al momento, contexto y principal motivo de la trama, pero en realidad toda mi infancia (que llevo siempre conmigo, construyéndome) conjuró para que el Ogro naciera: los cuentos, las narraciones de mi familia (oriunda de las zonas donde la novela cobra luz), abuelas, abuelos, mi padre… Hay palabras, recuerdos e invenciones de todos ellos juntos, y mucho más, en los genes de la Trilogía. Y supongo que en mis ganas de escribir, en general (mi abuelo me llamaba “cervantina”, y nunca podré atesorar lo suficiente ese mote inmenso).


Ogro nace, sí, ambientado en la Cuenca de los años 60, en el contexto asfixiante por un lado, refrescante y entrañable por otro, de un internado de monjas, donde estudian y viven niñas-mujeres desde los once o doce años hasta los dieciocho. ¡todo un reto!, imagínate que a esa edad tienes que abandonar tu casa, tu pueblo, el regazo vital, para irte a vivir entre desconocidas con unos horarios de marine… La disciplina de Hogwarts se queda a la altura del betún, porque además en estos colegios no había magia ni encantamientos… bueno, no como en el universo de Harry Potter, claro. Cuando ahondamos más, sin embargo, acabamos por descubrir la magia, que sí la había, solo que de otra manera. La verdadera. La que surge de la sororidad cotidiana… esa red de amistad y apoyo (no exenta de conflicto, por supuesto) entre las habitantes de los muros del Colegio de la Dolorosa…


Además, en Ogro nos encontramos en plena dictadura franquista. ¿Por qué esta época?

La historia sucede entre 1964 y 1965, plena dictadura todavía, sí, aunque ya con algunos conatos, o búsqueda al menos, de mayor apertura y aire por parte de una sociedad que se asfixiaba. Más aún si eras niña, mujer,homosexual, pobre, madre soltera… Muchas de estas cosas viven de un modo u otro en Ogro. Sin ser en ningún momento una novela social (no se ha buscado eso), en la trama se filtran estas realidades eternas del ser humano, que siempre han estado ahí, pero que han cobrado colores y significados distintos según sea la época donde acontecen.


He querido jugar en Ogro, también, con la simbología religiosa y la riqueza de la imaginería tradicional, que deja tanto espacio a la fabulación truculenta…La madre Purificación que aparece con el corazón atravesado por siete puñales, en una imitación sacrílega de la Virgen Dolorosa, cuya imagen clásica de hecho presenta su corazón de madre doliente clavado con siete puñales (o incluso espadas enormes, por ejemplo, como en la Dolorosa de la Veracruz en Salamanca, os invito a verla porque es realmente espectacular), que simbolizan los pecados capitales… De esos lodos nace Ogro, que sucede en la España de los 60 porque pertenece a esa época, aunque en muchos aspectos su historia sea universal porque su trama, de amor y muerte, alcanza a toda época.


¿Eres lectora de novela negra? ¿Qué es lo que más te gusta de ellas o lo que más sueles echar en falta?

Sí, lectora fanática en general y de novela negra en particular. Creo que estas lecturas han sido mi gran taller de formación para convertirme en escritora. Seguíun curso de género negro en un momento dado que sirvió de pistoletazo de salida para decidirme, al fin, a enrolarme en mi propia primera novela… y allí adquirí algunas herramientas sustanciales, pero es innegable que ha sido la lectura (¡tantos años de eternas lecturas [risas]!) la que me ha formado, educado como ser humano, como dice Paul Auster… en este caso, ser humano escritora.


Lo que más me apasiona de la novela negra es que engancha, así de simple: que entretiene como suele hacerlo un cuento infantil, que atrapa, que hace sufrir-disfrutando, esa cosa tan curiosa que tenemos los seres humanos. En las que me gustan menos, acaso extraño una cierta mayor hondura psicológica en los personajes (si no los conozco bien y no me los creo, me preocupa menos lo que les pasa y todo deja de ser importante) y, ligado a ello, una mayor atención al aspecto de sus relaciones. Para darle sentido, coherencia, relieve a los hechos de la trama, es fundamental que la atmósfera sea densa, rica. Esa atmósfera que lo es todo para autoras como Doris Lessing…


Personalmente, Ogro me pareció una novela muy negra, madura y poética. A pesar de la crueldad que encierra, destila belleza. ¿Puede convivir lo hermoso con lo cruel?

No sé si por desgracia, pero creo que la respuesta es sí, puede y lo hace a menudo… en varios sentidos y por razones diversas: una persona malvada en muchos aspectos pueda ser, también, bondadosa en algún momento; incluso los sucesos en sí pueden presentar diferente signo según quiénes seamos y cómo nos afecten, es decir, una cosa buena y hermosa para alguien puede constituir la desgracia de otra. Esa aporía moral, esta tragedia humana tal vez irresoluble, se halla muy presente en Ogro, tal vez porque son cuestiones que me atormentan [risas]. O la misma banalidad del mal, el hecho de que se pueda llegar a hacer el mal solo por omisión o sin darse cuenta o sin poner mucho esfuerzo…


Por otro lado en Ogro conviven lo tenebroso más oscuro con la luz mayor en un claroscuro constante: el mal, cada día, escurriéndose entre las vidas cotidianas de unas adolescentes que son la luz, con sus risas, sus preguntas, sus tiernas complicidades… No se escamotea nada, a veces son duras entre ellas, pero la dulzura puede venir de algo tan simple, tan grande a la vez, como avisarse entre ellas de que se les ha manchado el babi en clase al bajarles la regla.

Una lectora de Ogro, crítica literaria además, afirmó que “La pluma de Cantarero es capaz de narrar terror con una lírica inusitada en este género”. Personalmente, cuando más terror he llegado a sentir es cuando venía de un lenguaje cuidado, incluso poético: la mayor fuerza expresiva, al servicio del horror humano.


¿Quiénes son tus referentes en literatura?         

En novela negra disfruto especialmente los nórdicos; empecé hace muchos años con el maestro Mankell y su atribulado Wallander, y de ahí pasé a tantos otros, desde Larsson (Stieg y Ässa) a Läckberg o Indridasson (la lista sería infinita casi porque, de veras, ¡hay tantos ya! [risas]). De los fiordos hace poco di un salto transoceánico a la Patagonia argentina con Perfumo, que he disfrutado también (cambié el café de Erica por el mate y la nieve del Perito Moreno…); todo ello sin olvidar jamás a los clásicos y originales: Agatha Christie (nuestra reina) o Conan Doyle acunaron mi infancia tardía, haciéndome descubrir algo que me parecía mentira que fuera ¡tan divertido!

            

Si hablamos de literatura en general (y en mayúsculas, aunque tengo problemas con esas marginaciones), también cualquier enumeración resultaría ingratamente breve… adoro a Saramago, a Sánchez Piñol o a Lorca, por citar referentes para mí... Pero suelo decir –es la pura verdad- que me cuesta distinguir entre la “alta literatura” y la de “gran público” porque soy promiscua en la lectura y me gusta casi todo. Me cuesta esa diferenciación elitista, decía, no porque no conozca o entienda a qué obedece, sino porque no me la creo [risas].


¿A dónde nos va a llevar Ogro, Altea? ¿Cuál es el camino que te propones como escritora?

Por lo pronto, como os decía estoy embebida en la segunda entrega de la Trilogía del Ogro: Cuentos de Viejas, que se titulará, si los vientos son favorables, Al amor de la lumbre. Hay ya algún proyecto de novela independiente también en el útero creativo, por así llamarlo [risas]. Quiero seguir escribiendo, en firme y sin desfallecer, para ser leída, ese es el principal propósito. 


Cuando me embarqué en todo esto, ni siquiera sabía si alguien acabaría abriendo las páginas deOgro alguna vez (¡tantas incógnitas!), y ahora he podido disfrutar del honor indescriptible de ser leída; más aún, de que una lectora me pida que siga escribiendo, o que me digan que están esperando con impaciencia la segunda parte… Si bien este camino de escribir está lleno de “lestrigones y cíclopes” varios, como en la Odisea, tal vez el deseo de volver a leerme de una sola persona en el mundo sea suficiente para seguir en el mar y pedir que el viaje a Ítaca sea largo.

«He querido jugar en Ogro, también, con la simbología religiosa y la riqueza de la imaginería tradicional»

Entrevista a Altea Cantarero, autora de «Ogro» y firme candidata para ser una de las mejores voces de la novela negra en nuestro país
Eva Fraile Rodríguez
viernes, 16 de diciembre de 2022, 10:39 h (CET)

41kqnOze41L. SX326 BO1,204,203,200

Ogro tiene mucho de esa simbología religiosa y esa tradición a la que se refiere su autora, Altea Cantarero. De hecho, comienza en una capilla, con un espantoso crimen, en la festividad de La Dolorosa y viajamos en el tiempo, a la Cuenca de los años 60 para encontrar misterio a raudales entre el cada vez más frío otoño de la ciudad.


Altea Cantarero se presenta como una firme candidata para ser una de las mejores voces de la novela negra en nuestro país, según indican ya algunas reseñas.


Nuestro propio nombre, por lo general, no podemos elegirlo, pero un seudónimo sí. ¿Cómo llegó hasta a ti Altea Cantarero?

Siempre afirmo que ese nombre, preñado de símbolos para mí, lo conforman las raíces y las alas: de dónde vengo, mi origen antiguo, y de dónde soy, y adónde elijo ir, cómo ser, estar. Mucho más no puedo decir sin revelar en exceso, pero sí contar que le di muchas vueltas al posible pseudónimo y, al final, como hice con los nombres de mis propios hijos, opté por la intuición, en primer lugar, y por una mixtura entre lo ancestral y lo nuevo, lo recién nacido, en segundo lugar. No buscaba algo exótico, ni mucho menos foráneo (aunque respeto mucho estas opciones, por supuesto, pero mi lengua materna está demasiado dentro de mí y la prefiero para algo tan fuerte como nombrar-nos).


Tampoco cambiar el género… soy mujer (mujer real, y una sola [risas], la “santísima trinidad” de Carmen Mola me está vedada, por desgracia), y Altea Cantarero ya soy tan yo misma como lo es el otro nombre por el que se me conoce de otra manera. Jugar a ser otro, se ha dicho a veces que es, precisamente, asilarse (que no esconderse) en un alias…


Y al fin, y aunque en esto he reparado hace poco, “alter [ego]” y “Altea” tienen casi las mismas letras al inicio… ¿una conjura del azar?


Ogro es tu primera novela de ficción publicada, pero anteriormente ya habías publicado obras de no ficción y poemas con tu «otro» nombre. ¿De qué trataban? ¿Qué explorabas con ellas?

Las obras de no ficción tienen que ver en realidad con mi trabajo habitual, mi desempeño laboral relacionado con la investigación, de modo que tampoco puedo dar mucho más detalle al respecto… Sí que debo, al menos, compartir que siempre he tratado de ocuparme (y escribir, por tanto) de aquello que de un modo u otro me apasiona, y en gran medida creo que hasta ahora he tenido la inmensa fortuna de haberlo logrado. En cuanto a la producción poética, creo que, aparte de los cuentos y redacciones que solemos escribir en la infancia, lo primero que recuerdo pensar y trazar en un papel, de forma ya algo consciente, fue un poema, una “poesía”, como decíamos. Tendría unos seis años…

            

El pensamiento poético me ha acompañado siempre y sobre todo en la infancia, la adolescencia y la primera juventud,¡escribía y leía poesía a diario!, como un fanatismo, creo que con una necesidad casi biológica de ponerle palabras (y con ello, medidas, playas… mapas) a la intensidad de mi ardor por la vida. Con la madurez, la verdad, escribo cada vez menos poesía (aunque jamás la he abandonado), y aproximarme a la cuarentena me hizo enfrentar la gran decisión: enrolarme en una novela. Para mí, era un proyecto de madurez vital en muchos aspectos. Y ahora puedo afirmar que, pese a los vientos en contra, pude cumplir mis cuarenta años con esa primera novela terminada… y las que, espero, vendrán.


Y, ahora, Altea, ¿qué exploras con Ogro?

Ogro, esa primera novela mía (mi primogénita bebé literario [risas], me gusta jugar con las metáforas de gestar y parir, ¡son tan subyugadoras!), ha supuesto una exploración alucinante en tantos aspectos. Ha sido la aurora, claro, el inicio de algo muy grande para mí, ese enrolarme, con todas las connotaciones de aventura, incertidumbre, tierra incógnita, de desarrollar desde habilidades técnicas hasta actitudes de carácter o costumbres nuevas, un desafío en todo, desde lo logístico a lo más inefable del proceso de escribir... En Ogro me he constituido (al menos es la piedra primade un camino largo) como novelista. Exploré el mundo ajeno y el mundo propio. Hay también mucho de esasraíces y alasen Ogro: de recorrer viejas historias familiares, algunas prestadas, otras pura fabulación, y proyectar a la vez vías nuevas, anhelos remotos e inhabitados.


Pero, sobre todo (me gusta insistir en ello), Ogro buscar en primera instancia entretener y hacer pasar un buen rato a la gente… que es lo que yo misma espero cuando abro un libro por la noche, ya cumplido el día, cansada y con ganas de pocas tonterías, la verdad [risas].


A nivel literario, pero a nivel personal, también te voy a pedir que me cuentes qué investigas con esta novela, pues con ella ha nacido también un nuevo personaje, Altea Cantarero y, supongo, que una nueva dirección u objetivo.

En efecto, Altea Cantarero es un nuevo personaje, pero en realidad le da vida la misma personita humilde y limitada que habita cada día con otro nombre. A veces es, sí, un respiro poder dejar de ser una para pasar a ser otra durante un ratito… pero en general, y dado que el nivel de exigencia en ambos campos no es pequeño, a menudo lo que hace es cansar [risas]. Escribir con un pseudónimo –y mantenerlo- es como una doble militancia vital… una necesita dos vidas, dos tiempos, y una no los tiene…


Con todos sus avatares, Altea Cantarero (servidora) desea escribir y seguir escribiendo. Ogro investiga sobre la oscuridad del alma humana y a partes iguales también sobre su luz, porque esta es a menudo consustancial a la primera, a la tiniebla; solo ella nos permite comprender aquélla, incluso ser capaces de verla. Ogro es la primera entrega de una trilogía de suspense, titulada Trilogía del Ogro: Cuentos de Viejas, de un género negro bastante clásico en realidad (asesinato y pesquisa), mas con un elemento femenino muy poderoso y una atención especial a la complejidad psicológica de los personajes. La segunda parte puedo contaros con ilusión que está en proceso: me encuentro en plena escritura de Al amor de la lumbre, con una trama nueva, aún más pavorosa, con los mismos protagonistas y atmósfera como escenario, si bien adelanto que habrá algunas incorporaciones, creo, bastante sugerentes, además de una relieve mayor de ciertas pasiones solo latentes en Ogro… ¡Ahí lo dejo!


Juan von Zeschau reseñó Ogro en El País Digital de Argentina. Fue el primer lector que salía de tu círculo cercano y, además, el libro le llegó por recomendación de un tercero, a través de WhatsApp, sin muchas más indicaciones. ¿Qué es lo que más te sorprendió de su valoración?

¡Que fuera buena [risas]! Lo respeto mucho como escritor y resultó una noticia extraordinaria que publicara aquella nota, además desde un país tan potente cultural y literariamente. También me resultó de mucho interés cómo se podía ver a los ojos de un lector con un bagaje histórico tan distinto al nuestro como es el argentino, la ambientación y el momento políticos españoles durante los cuales Ogro cobra vida (la posguerra, la dictadura después, la moral católica, un largo etcétera).


Fue un honor terrible que un escritor de la talla de von Zeschau (laureado con uno de los galardones literarios más importantes de la Argentina) comparara el género de Ogro, su atmósfera y su desarrollo, nada menos que con El nombre de la rosa. Tal vez, y salvando todas las distancias, por el ambiente religioso “de circuito interno”, por así decir, en el que suceden las tramas; un internado, para nuestro caso (un monasterio en el de Eco). Claro que las pretensiones de Ogro son mucho más humildes: busca sobre todo, como decía, entretener al gran público, ese que busca cuentos al amor de la lumbre, como yo misma, cuando decae el día. Hacernos pasar un buen rato, y quedarse con ganas de más… no aspiro a más, ¡ni a menos! [risas].


OGRO libro

¿Cómo se te ocurrió la idea de Ogro?

Como suele pasar con las mejores cosas de la vida y las más importantes… escuchando a otras personas amadas, compartiendo la cotidianidad con ellas; en mi caso, sobre todo fueron las historias que mi madre contaba de su infancia y adolescencia, relacionadas con un internado de monjas. Ese fue el origen que podría seleccionar sobre todo ligado al momento, contexto y principal motivo de la trama, pero en realidad toda mi infancia (que llevo siempre conmigo, construyéndome) conjuró para que el Ogro naciera: los cuentos, las narraciones de mi familia (oriunda de las zonas donde la novela cobra luz), abuelas, abuelos, mi padre… Hay palabras, recuerdos e invenciones de todos ellos juntos, y mucho más, en los genes de la Trilogía. Y supongo que en mis ganas de escribir, en general (mi abuelo me llamaba “cervantina”, y nunca podré atesorar lo suficiente ese mote inmenso).


Ogro nace, sí, ambientado en la Cuenca de los años 60, en el contexto asfixiante por un lado, refrescante y entrañable por otro, de un internado de monjas, donde estudian y viven niñas-mujeres desde los once o doce años hasta los dieciocho. ¡todo un reto!, imagínate que a esa edad tienes que abandonar tu casa, tu pueblo, el regazo vital, para irte a vivir entre desconocidas con unos horarios de marine… La disciplina de Hogwarts se queda a la altura del betún, porque además en estos colegios no había magia ni encantamientos… bueno, no como en el universo de Harry Potter, claro. Cuando ahondamos más, sin embargo, acabamos por descubrir la magia, que sí la había, solo que de otra manera. La verdadera. La que surge de la sororidad cotidiana… esa red de amistad y apoyo (no exenta de conflicto, por supuesto) entre las habitantes de los muros del Colegio de la Dolorosa…


Además, en Ogro nos encontramos en plena dictadura franquista. ¿Por qué esta época?

La historia sucede entre 1964 y 1965, plena dictadura todavía, sí, aunque ya con algunos conatos, o búsqueda al menos, de mayor apertura y aire por parte de una sociedad que se asfixiaba. Más aún si eras niña, mujer,homosexual, pobre, madre soltera… Muchas de estas cosas viven de un modo u otro en Ogro. Sin ser en ningún momento una novela social (no se ha buscado eso), en la trama se filtran estas realidades eternas del ser humano, que siempre han estado ahí, pero que han cobrado colores y significados distintos según sea la época donde acontecen.


He querido jugar en Ogro, también, con la simbología religiosa y la riqueza de la imaginería tradicional, que deja tanto espacio a la fabulación truculenta…La madre Purificación que aparece con el corazón atravesado por siete puñales, en una imitación sacrílega de la Virgen Dolorosa, cuya imagen clásica de hecho presenta su corazón de madre doliente clavado con siete puñales (o incluso espadas enormes, por ejemplo, como en la Dolorosa de la Veracruz en Salamanca, os invito a verla porque es realmente espectacular), que simbolizan los pecados capitales… De esos lodos nace Ogro, que sucede en la España de los 60 porque pertenece a esa época, aunque en muchos aspectos su historia sea universal porque su trama, de amor y muerte, alcanza a toda época.


¿Eres lectora de novela negra? ¿Qué es lo que más te gusta de ellas o lo que más sueles echar en falta?

Sí, lectora fanática en general y de novela negra en particular. Creo que estas lecturas han sido mi gran taller de formación para convertirme en escritora. Seguíun curso de género negro en un momento dado que sirvió de pistoletazo de salida para decidirme, al fin, a enrolarme en mi propia primera novela… y allí adquirí algunas herramientas sustanciales, pero es innegable que ha sido la lectura (¡tantos años de eternas lecturas [risas]!) la que me ha formado, educado como ser humano, como dice Paul Auster… en este caso, ser humano escritora.


Lo que más me apasiona de la novela negra es que engancha, así de simple: que entretiene como suele hacerlo un cuento infantil, que atrapa, que hace sufrir-disfrutando, esa cosa tan curiosa que tenemos los seres humanos. En las que me gustan menos, acaso extraño una cierta mayor hondura psicológica en los personajes (si no los conozco bien y no me los creo, me preocupa menos lo que les pasa y todo deja de ser importante) y, ligado a ello, una mayor atención al aspecto de sus relaciones. Para darle sentido, coherencia, relieve a los hechos de la trama, es fundamental que la atmósfera sea densa, rica. Esa atmósfera que lo es todo para autoras como Doris Lessing…


Personalmente, Ogro me pareció una novela muy negra, madura y poética. A pesar de la crueldad que encierra, destila belleza. ¿Puede convivir lo hermoso con lo cruel?

No sé si por desgracia, pero creo que la respuesta es sí, puede y lo hace a menudo… en varios sentidos y por razones diversas: una persona malvada en muchos aspectos pueda ser, también, bondadosa en algún momento; incluso los sucesos en sí pueden presentar diferente signo según quiénes seamos y cómo nos afecten, es decir, una cosa buena y hermosa para alguien puede constituir la desgracia de otra. Esa aporía moral, esta tragedia humana tal vez irresoluble, se halla muy presente en Ogro, tal vez porque son cuestiones que me atormentan [risas]. O la misma banalidad del mal, el hecho de que se pueda llegar a hacer el mal solo por omisión o sin darse cuenta o sin poner mucho esfuerzo…


Por otro lado en Ogro conviven lo tenebroso más oscuro con la luz mayor en un claroscuro constante: el mal, cada día, escurriéndose entre las vidas cotidianas de unas adolescentes que son la luz, con sus risas, sus preguntas, sus tiernas complicidades… No se escamotea nada, a veces son duras entre ellas, pero la dulzura puede venir de algo tan simple, tan grande a la vez, como avisarse entre ellas de que se les ha manchado el babi en clase al bajarles la regla.

Una lectora de Ogro, crítica literaria además, afirmó que “La pluma de Cantarero es capaz de narrar terror con una lírica inusitada en este género”. Personalmente, cuando más terror he llegado a sentir es cuando venía de un lenguaje cuidado, incluso poético: la mayor fuerza expresiva, al servicio del horror humano.


¿Quiénes son tus referentes en literatura?         

En novela negra disfruto especialmente los nórdicos; empecé hace muchos años con el maestro Mankell y su atribulado Wallander, y de ahí pasé a tantos otros, desde Larsson (Stieg y Ässa) a Läckberg o Indridasson (la lista sería infinita casi porque, de veras, ¡hay tantos ya! [risas]). De los fiordos hace poco di un salto transoceánico a la Patagonia argentina con Perfumo, que he disfrutado también (cambié el café de Erica por el mate y la nieve del Perito Moreno…); todo ello sin olvidar jamás a los clásicos y originales: Agatha Christie (nuestra reina) o Conan Doyle acunaron mi infancia tardía, haciéndome descubrir algo que me parecía mentira que fuera ¡tan divertido!

            

Si hablamos de literatura en general (y en mayúsculas, aunque tengo problemas con esas marginaciones), también cualquier enumeración resultaría ingratamente breve… adoro a Saramago, a Sánchez Piñol o a Lorca, por citar referentes para mí... Pero suelo decir –es la pura verdad- que me cuesta distinguir entre la “alta literatura” y la de “gran público” porque soy promiscua en la lectura y me gusta casi todo. Me cuesta esa diferenciación elitista, decía, no porque no conozca o entienda a qué obedece, sino porque no me la creo [risas].


¿A dónde nos va a llevar Ogro, Altea? ¿Cuál es el camino que te propones como escritora?

Por lo pronto, como os decía estoy embebida en la segunda entrega de la Trilogía del Ogro: Cuentos de Viejas, que se titulará, si los vientos son favorables, Al amor de la lumbre. Hay ya algún proyecto de novela independiente también en el útero creativo, por así llamarlo [risas]. Quiero seguir escribiendo, en firme y sin desfallecer, para ser leída, ese es el principal propósito. 


Cuando me embarqué en todo esto, ni siquiera sabía si alguien acabaría abriendo las páginas deOgro alguna vez (¡tantas incógnitas!), y ahora he podido disfrutar del honor indescriptible de ser leída; más aún, de que una lectora me pida que siga escribiendo, o que me digan que están esperando con impaciencia la segunda parte… Si bien este camino de escribir está lleno de “lestrigones y cíclopes” varios, como en la Odisea, tal vez el deseo de volver a leerme de una sola persona en el mundo sea suficiente para seguir en el mar y pedir que el viaje a Ítaca sea largo.

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En el mundo de la Cultura de las Artes así actúan muchos, sin sustento de base. Anochecía cuando llegó el tren, empero, el tren pudo haber llegado mucho antes. La verdad era que se había retrasado horas y aún no se sabía por qué. Era una conversación frívola, con intercambio de chismes sobre amistades del vecindario.

En su nuevo libro, el reputado economista Juan Torres López los analiza como expresiones de una crisis del capitalismo neoliberal que, ante la desorientación y la impotencia de la izquierda contemporánea, choca con la democracia y alimenta el auge de la extrema derecha.

A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.

 
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