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Etiquetas | Política | PSOE
“La ambición de poder es una mala hierba que sólo crece en el solar abandonado de una mente vacía.” Ayn Rand. Filósofa y escritora Estadounidense

La contumacia de Pedro Sánchez

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Lo que está ocurriendo como consecuencia de las últimas elecciones generales es algo mucho más grave de lo que nos imaginamos.

Es cierto que nuestra democracia es imperfecta. Pero es que desde que los griegos la inventaron ¿Ha habido alguna que lo haya sido? ¿Nos hemos de conformar? ¡No! Y es obligación de nuestros políticos el trabajar juntos para mejorarla, que es el mandato que han recibido del electorado.

Para reformar nuestra imperfecta Constitución se precisa el voto favorable de 210 diputados y los tres partidos constitucionalistas, PP, PSOE, y Ciudadanos, suman 253, es decir, el 72% de la Cámara, cifra lo suficientemente representativa para abordar las grandes reformas que necesita España de cara al futuro y de este modo asegurar nuestro progreso y bienestar.

Este sí que sería un programa reformista, regenerador y progresista, y no lo que se nos intenta vender por el mal llamado progresismo de la izquierda.

Pero resulta que Pedro Sánchez y su partido —que alardean de ser un partido dialogante y que está abierto a hablar con todos— no solo se niegan a hablar de ningún tema con el PP, sino que además, en un acto de altanero menosprecio, cometen la insolencia de negarse a responder a las llamadas del Presidente del Gobierno en funciones.

Para justificar su postura, por cierto, estérilmente, unas veces argumenta que el PSOE no tiene ningún punto en común con el PP y que lo que los españoles han votado es un cambio de izquierdas y que por eso intenta un pacto con Podemos.

Fementido argumento que diría don Quijote, pues:

El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, ha sido un partido Constitucional. Podemos, considera la Constitución un candado que oprime a los españoles.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, ha defiendido la unidad de España. Podemos, proclama la plurinacionalidad de España.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, está de acuerdo en que España esté integrada en la OTAN. Podemos quiere sacar a España de la alianza.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, coincide en la conveniencia de que España esté integrada en la Unión Europea. Podemos es partidario de nuestra salida de la Unión.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, coincide en las ventajas de pertenecer al euro. Podemos mantiene la conveniencia de salirnos de la moneda común.

Así podríamos seguir mencionando temas y más temas en los que PP y PSOE, hasta ahora, coinciden en la política a aplicar en España. Pero Pedro Sánchez afirma que PP y PSOE no tienen nada en común y por tanto nada de que hablar. Que ellos son la alternativa al PP y que los españoles han votado un gobierno progresista de izquierdas. Pero ¿Qué es un gobierno progresista de izquierdas? ¿Ignorar el voto de más de siete millones de españoles, que con gran diferencia constituyen la voluntad mayoritaria? El PP, ha hecho públicamente ofertas sobre temas muy importantes de interés común para la estabilidad de España y la mejora social de los españoles, ofertas que pueden ser compartidas por todos los partidos constitucionalistas. Pero Pedro Sánchez dice, no, no y no. Con el PP, no. Nuestros votantes no nos perdonarían que permitiésemos que gobernara el PP. ¿Entonces de qué se trata? ¿De modificar en los despachos, con sombras y oscuridad, la voluntad expresada en las urnas para satisfacer ciegas ansias de poder personal?

Otras veces alude a la corrupción del PP. Naturalmente que los partidos políticos tienen la obligación de tomar medidas para evitar y castigar contundentemente la corrupción que se produzca en sus filas. Pero estas acusaciones en boca del partido socialista, que tiene en Andalucía los casos más grandes de corrupción en cuantía económica, en número de imputados —entre ellos nada menos que a dos presidentes de la Junta— y en extensión en el tiempo, suena a broma sarcástica y recuerda el conocido aforismo “Aparta que tiznas, le dijo la sartén al cazo”.

Decía Jonathan Swift que “La ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la misma postura que para arrastrarse”.

Por llegar a la Moncloa, Pedro Sánchez está exponiendo a su propio partido a ser devorado por Podemos, o cuando menos, a que se rompa y se produzca una gran escisión.

Por su obsesión de llegar a ser Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez está exponiendo a que en España se produzca un retroceso muy grave y una fractura territorial posiblemente irreversible.

Y lo que es mucho peor: con su ceguera puede estar socavando los cimientos de la Democracia, el sistema que ha permitido que España haya alcanzado las cotas más altas de libertad, progreso y bienestar de las que nunca gozó.

____________________


Nota de la redacción: Ante las demandas de diversas personas sobre un uso supuestamente peyorativo de las palabras "autista" y "autismo" en el texto, hemos procedido a sustituirlas, previo consenso con el autor del texto, para no herir su sensibilidad.

____________________

Aclaración del autor sobre la polémica generada por el uso de la palabra "autismo" en el texto:

Al final mi artículo sobre la actitud política de Pedro Sánchez, tuve buen cuidado de incluir como nota aclaratoria la definición que la Real Academia de la Lengua Española hace del vocablo “autismo” en las dos acepciones que contiene su diccionario.

El Diccionario médico-biológico editado por la Universidad de Salamanca, define el concepto “autismo” del siguiente modo:

“m. (Psiquiatría/Psicol.) Trastorno en el desarrollo del cerebro que comienza en los niños antes de los tres años de edad y ocasiona alteración cualitativa de la interacción social, de la comunicación y patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidas, repetitivas y estereotipadas.”

El diccionario biológico define el concepto de autismo como:

“Repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma. En medicina, síndrome infantil caracterizado por la incapacidad congénita de establecer contacto verbal y afectivo con las personas y por la necesidad de mantener absolutamente estable su entorno. En psicología, polarización del psiquismo de la persona hacia su mundo interior, con pérdida de contacto con la realidad y absorción en las propias representaciones. En psiquiatría, trastorno en el desarrollo del cerebro que comienza en los niños antes de los tres años de edad y ocasiona alteración cualitativa de la interacción social, de la comunicación y patrones de comportamiento, intereses y actividades, restringido, repetitivo y estereotipado.”

Otros diccionarios definen la palabra “autismo” como:

“Incomunicación, nombre, Apartamiento (de apartarse), Arrinconamiento, Separación, Aislamiento, Desconexión, Recogimiento, Retiro, (de retirarse).”

El diccionario Espasa de la Lengua Española, en su página 989, define el vocablo “autismo” del modo que a continuación se cita:

“m. MED. Enfermedad psicológica infantil caracterizada por la tendencia a desinteresarse del mundo exterior y a ensimismarse: el tratamiento del autismo infantil se basa en la psicoterapia”.

El diccionario Espasa-Calpe de sinónimos y antónimos en sus ediciones de 2001 y 2005, define el concepto autismo como “incomunicación”.

Después de examinadas todas estas definiciones formalizadas científicamente y tomadas de las fuentes más solventes y acreditadas del mundo académico, creo que podríamos concluir admitiendo que el autismo es una enfermedad que consiste en la “Concentración de la vida psíquica de una persona hacia su propio mundo interior con una pérdida parcial o total del contacto con la realidad exterior”. Por cierto, esta conclusión también está tomada de una de las numerosas fuentes consultadas.

La misión de un periodista es la de aplicar con el mayor rigor de que sea capaz las normas dictadas por el mundo académico. Y tras más de medio siglo de profesión, poco habría aprendido mi humilde persona, si se atreviese ahora a decirle a la generalidad del mundo académico como debe definirse un concepto, máxime cuando este procede del ámbito científico.

Entiendo y comprendo que las críticas que se han publicado desde el respeto a la persona, nacen de unos naturales sentimientos, hechas a bote pronto. Pero una cosa es la vorágine de las emociones y otra muy diferente el rigor de la racionalidad serena y ponderada.

Se me atribuye en dichas críticas una supuesta intencionalidad peyorativa al utilizar como metafóricamente el vocablo “autista”, lo cual, dicho con el máximo respeto, no deja de ser una interpretación absolutamente subjetiva.

Primero porque el hecho de padecer una enfermedad, especialmente cuando quien la sufre no ha tenido la menor participación en el hecho de contraerla, jamás debe ser considerado algo peyorativo. Lo contrario sería absolutamente irrazonable.

Científicamente se ha probado que las personas que sufren autismo, tienen un comportamiento específico del que ya se ha dejado constancia y ello no puede merecer más calificativo que el de doloroso.

Lo que si resulta incuestionablemente peyorativo —y en este sentido es en el que se utiliza el concepto “autismo” en el artículo— es que personas que no padecen dicha enfermedad, se comporten intencionadamente del mismo modo que lo hacen aquellos que la sufren. Por tanto, hechas estas reflexiones, creo que la redacción del artículo en cuestión, es absolutamente correcta, sin que el mismo contenga la menor intención despectiva hacia la enfermedad, sino hacia el comportamiento análogo de quien sin padecerla, actúa adoptando los mismos síntomas de aquellos que la soportan.

Asentadas estas premisas, deseo manifestar mi más profundo respeto y afecto a todos esos ángeles —pues no se les puede denominar de otro modo— que día a día se desenvuelven en ese mundo tan particularmente suyo y en atención a la sensibilidad de sus seres más queridos, que velan por ellos, les ayudan y les amparan, no tengo el menor inconveniente en modificar el titular del artículo por “La contumacia de Pedro Sánchez” y que se elimine la referencia que se hace al autismo en el quinto párrafo.

La contumacia de Pedro Sánchez

“La ambición de poder es una mala hierba que sólo crece en el solar abandonado de una mente vacía.” Ayn Rand. Filósofa y escritora Estadounidense
César Valdeolmillos
lunes, 1 de febrero de 2016, 08:05 h (CET)
Lo que está ocurriendo como consecuencia de las últimas elecciones generales es algo mucho más grave de lo que nos imaginamos.

Es cierto que nuestra democracia es imperfecta. Pero es que desde que los griegos la inventaron ¿Ha habido alguna que lo haya sido? ¿Nos hemos de conformar? ¡No! Y es obligación de nuestros políticos el trabajar juntos para mejorarla, que es el mandato que han recibido del electorado.

Para reformar nuestra imperfecta Constitución se precisa el voto favorable de 210 diputados y los tres partidos constitucionalistas, PP, PSOE, y Ciudadanos, suman 253, es decir, el 72% de la Cámara, cifra lo suficientemente representativa para abordar las grandes reformas que necesita España de cara al futuro y de este modo asegurar nuestro progreso y bienestar.

Este sí que sería un programa reformista, regenerador y progresista, y no lo que se nos intenta vender por el mal llamado progresismo de la izquierda.

Pero resulta que Pedro Sánchez y su partido —que alardean de ser un partido dialogante y que está abierto a hablar con todos— no solo se niegan a hablar de ningún tema con el PP, sino que además, en un acto de altanero menosprecio, cometen la insolencia de negarse a responder a las llamadas del Presidente del Gobierno en funciones.

Para justificar su postura, por cierto, estérilmente, unas veces argumenta que el PSOE no tiene ningún punto en común con el PP y que lo que los españoles han votado es un cambio de izquierdas y que por eso intenta un pacto con Podemos.

Fementido argumento que diría don Quijote, pues:

El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, ha sido un partido Constitucional. Podemos, considera la Constitución un candado que oprime a los españoles.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, ha defiendido la unidad de España. Podemos, proclama la plurinacionalidad de España.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, está de acuerdo en que España esté integrada en la OTAN. Podemos quiere sacar a España de la alianza.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, coincide en la conveniencia de que España esté integrada en la Unión Europea. Podemos es partidario de nuestra salida de la Unión.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, coincide en las ventajas de pertenecer al euro. Podemos mantiene la conveniencia de salirnos de la moneda común.

Así podríamos seguir mencionando temas y más temas en los que PP y PSOE, hasta ahora, coinciden en la política a aplicar en España. Pero Pedro Sánchez afirma que PP y PSOE no tienen nada en común y por tanto nada de que hablar. Que ellos son la alternativa al PP y que los españoles han votado un gobierno progresista de izquierdas. Pero ¿Qué es un gobierno progresista de izquierdas? ¿Ignorar el voto de más de siete millones de españoles, que con gran diferencia constituyen la voluntad mayoritaria? El PP, ha hecho públicamente ofertas sobre temas muy importantes de interés común para la estabilidad de España y la mejora social de los españoles, ofertas que pueden ser compartidas por todos los partidos constitucionalistas. Pero Pedro Sánchez dice, no, no y no. Con el PP, no. Nuestros votantes no nos perdonarían que permitiésemos que gobernara el PP. ¿Entonces de qué se trata? ¿De modificar en los despachos, con sombras y oscuridad, la voluntad expresada en las urnas para satisfacer ciegas ansias de poder personal?

Otras veces alude a la corrupción del PP. Naturalmente que los partidos políticos tienen la obligación de tomar medidas para evitar y castigar contundentemente la corrupción que se produzca en sus filas. Pero estas acusaciones en boca del partido socialista, que tiene en Andalucía los casos más grandes de corrupción en cuantía económica, en número de imputados —entre ellos nada menos que a dos presidentes de la Junta— y en extensión en el tiempo, suena a broma sarcástica y recuerda el conocido aforismo “Aparta que tiznas, le dijo la sartén al cazo”.

Decía Jonathan Swift que “La ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la misma postura que para arrastrarse”.

Por llegar a la Moncloa, Pedro Sánchez está exponiendo a su propio partido a ser devorado por Podemos, o cuando menos, a que se rompa y se produzca una gran escisión.

Por su obsesión de llegar a ser Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez está exponiendo a que en España se produzca un retroceso muy grave y una fractura territorial posiblemente irreversible.

Y lo que es mucho peor: con su ceguera puede estar socavando los cimientos de la Democracia, el sistema que ha permitido que España haya alcanzado las cotas más altas de libertad, progreso y bienestar de las que nunca gozó.

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Nota de la redacción: Ante las demandas de diversas personas sobre un uso supuestamente peyorativo de las palabras "autista" y "autismo" en el texto, hemos procedido a sustituirlas, previo consenso con el autor del texto, para no herir su sensibilidad.

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Aclaración del autor sobre la polémica generada por el uso de la palabra "autismo" en el texto:

Al final mi artículo sobre la actitud política de Pedro Sánchez, tuve buen cuidado de incluir como nota aclaratoria la definición que la Real Academia de la Lengua Española hace del vocablo “autismo” en las dos acepciones que contiene su diccionario.

El Diccionario médico-biológico editado por la Universidad de Salamanca, define el concepto “autismo” del siguiente modo:

“m. (Psiquiatría/Psicol.) Trastorno en el desarrollo del cerebro que comienza en los niños antes de los tres años de edad y ocasiona alteración cualitativa de la interacción social, de la comunicación y patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidas, repetitivas y estereotipadas.”

El diccionario biológico define el concepto de autismo como:

“Repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma. En medicina, síndrome infantil caracterizado por la incapacidad congénita de establecer contacto verbal y afectivo con las personas y por la necesidad de mantener absolutamente estable su entorno. En psicología, polarización del psiquismo de la persona hacia su mundo interior, con pérdida de contacto con la realidad y absorción en las propias representaciones. En psiquiatría, trastorno en el desarrollo del cerebro que comienza en los niños antes de los tres años de edad y ocasiona alteración cualitativa de la interacción social, de la comunicación y patrones de comportamiento, intereses y actividades, restringido, repetitivo y estereotipado.”

Otros diccionarios definen la palabra “autismo” como:

“Incomunicación, nombre, Apartamiento (de apartarse), Arrinconamiento, Separación, Aislamiento, Desconexión, Recogimiento, Retiro, (de retirarse).”

El diccionario Espasa de la Lengua Española, en su página 989, define el vocablo “autismo” del modo que a continuación se cita:

“m. MED. Enfermedad psicológica infantil caracterizada por la tendencia a desinteresarse del mundo exterior y a ensimismarse: el tratamiento del autismo infantil se basa en la psicoterapia”.

El diccionario Espasa-Calpe de sinónimos y antónimos en sus ediciones de 2001 y 2005, define el concepto autismo como “incomunicación”.

Después de examinadas todas estas definiciones formalizadas científicamente y tomadas de las fuentes más solventes y acreditadas del mundo académico, creo que podríamos concluir admitiendo que el autismo es una enfermedad que consiste en la “Concentración de la vida psíquica de una persona hacia su propio mundo interior con una pérdida parcial o total del contacto con la realidad exterior”. Por cierto, esta conclusión también está tomada de una de las numerosas fuentes consultadas.

La misión de un periodista es la de aplicar con el mayor rigor de que sea capaz las normas dictadas por el mundo académico. Y tras más de medio siglo de profesión, poco habría aprendido mi humilde persona, si se atreviese ahora a decirle a la generalidad del mundo académico como debe definirse un concepto, máxime cuando este procede del ámbito científico.

Entiendo y comprendo que las críticas que se han publicado desde el respeto a la persona, nacen de unos naturales sentimientos, hechas a bote pronto. Pero una cosa es la vorágine de las emociones y otra muy diferente el rigor de la racionalidad serena y ponderada.

Se me atribuye en dichas críticas una supuesta intencionalidad peyorativa al utilizar como metafóricamente el vocablo “autista”, lo cual, dicho con el máximo respeto, no deja de ser una interpretación absolutamente subjetiva.

Primero porque el hecho de padecer una enfermedad, especialmente cuando quien la sufre no ha tenido la menor participación en el hecho de contraerla, jamás debe ser considerado algo peyorativo. Lo contrario sería absolutamente irrazonable.

Científicamente se ha probado que las personas que sufren autismo, tienen un comportamiento específico del que ya se ha dejado constancia y ello no puede merecer más calificativo que el de doloroso.

Lo que si resulta incuestionablemente peyorativo —y en este sentido es en el que se utiliza el concepto “autismo” en el artículo— es que personas que no padecen dicha enfermedad, se comporten intencionadamente del mismo modo que lo hacen aquellos que la sufren. Por tanto, hechas estas reflexiones, creo que la redacción del artículo en cuestión, es absolutamente correcta, sin que el mismo contenga la menor intención despectiva hacia la enfermedad, sino hacia el comportamiento análogo de quien sin padecerla, actúa adoptando los mismos síntomas de aquellos que la soportan.

Asentadas estas premisas, deseo manifestar mi más profundo respeto y afecto a todos esos ángeles —pues no se les puede denominar de otro modo— que día a día se desenvuelven en ese mundo tan particularmente suyo y en atención a la sensibilidad de sus seres más queridos, que velan por ellos, les ayudan y les amparan, no tengo el menor inconveniente en modificar el titular del artículo por “La contumacia de Pedro Sánchez” y que se elimine la referencia que se hace al autismo en el quinto párrafo.

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Utilizar al Rey como actor forzado en la escena final de su opereta y ni siquiera anunciar una moción de confianza prueban que este hombre buscaba - sin mucho éxito - provocar a los malos, al enemigo, a los periodistas y tertulianos que forman parte de ese imaginario contubernio fascista que le quiere desalojar del poder.

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El 30 de abril de 1935 el embajador mexicano en Río de Janeiro, el conocido escritor Alonso Reyes Ochoa, informaba al gobierno de Lázaro Cárdenas del súbito interés brasileño en la resolución del conflicto entre Paraguay y Bolivia. El gobierno brasileño, invitado en Washington para participar con Argentina y Chile en la conferencia de Buenos Aires para pacificar el Chaco, declinó al principio este ofrecimiento.

 
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