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Lo que está ocurriendo como consecuencia de las últimas elecciones generales es algo mucho más grave de lo que nos imaginamos.
Es cierto que nuestra democracia es imperfecta. Pero es que desde que los griegos la inventaron ¿Ha habido alguna que lo haya sido? ¿Nos hemos de conformar? ¡No! Y es obligación de nuestros políticos el trabajar juntos para mejorarla, que es el mandato que han recibido del electorado.
Para reformar nuestra imperfecta Constitución se precisa el voto favorable de 210 diputados y los tres partidos constitucionalistas, PP, PSOE, y Ciudadanos, suman 253, es decir, el 72% de la Cámara, cifra lo suficientemente representativa para abordar las grandes reformas que necesita España de cara al futuro y de este modo asegurar nuestro progreso y bienestar.
Este sí que sería un programa reformista, regenerador y progresista, y no lo que se nos intenta vender por el mal llamado progresismo de la izquierda.
Pero resulta que Pedro Sánchez y su partido —que alardean de ser un partido dialogante y que está abierto a hablar con todos— no solo se niegan a hablar de ningún tema con el PP, sino que además, en un acto de altanero menosprecio, cometen la insolencia de negarse a responder a las llamadas del Presidente del Gobierno en funciones.
Para justificar su postura, por cierto, estérilmente, unas veces argumenta que el PSOE no tiene ningún punto en común con el PP y que lo que los españoles han votado es un cambio de izquierdas y que por eso intenta un pacto con Podemos.
Fementido argumento que diría don Quijote, pues:
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, ha sido un partido Constitucional. Podemos, considera la Constitución un candado que oprime a los españoles.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, ha defiendido la unidad de España. Podemos, proclama la plurinacionalidad de España.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, está de acuerdo en que España esté integrada en la OTAN. Podemos quiere sacar a España de la alianza.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, coincide en la conveniencia de que España esté integrada en la Unión Europea. Podemos es partidario de nuestra salida de la Unión.
El PSOE, hasta ahora, al igual que el PP, coincide en las ventajas de pertenecer al euro. Podemos mantiene la conveniencia de salirnos de la moneda común.
Así podríamos seguir mencionando temas y más temas en los que PP y PSOE, hasta ahora, coinciden en la política a aplicar en España. Pero Pedro Sánchez afirma que PP y PSOE no tienen nada en común y por tanto nada de que hablar. Que ellos son la alternativa al PP y que los españoles han votado un gobierno progresista de izquierdas. Pero ¿Qué es un gobierno progresista de izquierdas? ¿Ignorar el voto de más de siete millones de españoles, que con gran diferencia constituyen la voluntad mayoritaria? El PP, ha hecho públicamente ofertas sobre temas muy importantes de interés común para la estabilidad de España y la mejora social de los españoles, ofertas que pueden ser compartidas por todos los partidos constitucionalistas. Pero Pedro Sánchez dice, no, no y no. Con el PP, no. Nuestros votantes no nos perdonarían que permitiésemos que gobernara el PP. ¿Entonces de qué se trata? ¿De modificar en los despachos, con sombras y oscuridad, la voluntad expresada en las urnas para satisfacer ciegas ansias de poder personal?
Otras veces alude a la corrupción del PP. Naturalmente que los partidos políticos tienen la obligación de tomar medidas para evitar y castigar contundentemente la corrupción que se produzca en sus filas. Pero estas acusaciones en boca del partido socialista, que tiene en Andalucía los casos más grandes de corrupción en cuantía económica, en número de imputados —entre ellos nada menos que a dos presidentes de la Junta— y en extensión en el tiempo, suena a broma sarcástica y recuerda el conocido aforismo “Aparta que tiznas, le dijo la sartén al cazo”.
Decía Jonathan Swift que “La ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la misma postura que para arrastrarse”.
Por llegar a la Moncloa, Pedro Sánchez está exponiendo a su propio partido a ser devorado por Podemos, o cuando menos, a que se rompa y se produzca una gran escisión.
Por su obsesión de llegar a ser Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez está exponiendo a que en España se produzca un retroceso muy grave y una fractura territorial posiblemente irreversible.
Y lo que es mucho peor: con su ceguera puede estar socavando los cimientos de la Democracia, el sistema que ha permitido que España haya alcanzado las cotas más altas de libertad, progreso y bienestar de las que nunca gozó.
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Nota de la redacción: Ante las demandas de diversas personas sobre un uso supuestamente peyorativo de las palabras "autista" y "autismo" en el texto, hemos procedido a sustituirlas, previo consenso con el autor del texto, para no herir su sensibilidad.
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Asentadas estas premisas, deseo manifestar mi más profundo respeto y afecto a todos esos ángeles —pues no se les puede denominar de otro modo— que día a día se desenvuelven en ese mundo tan particularmente suyo y en atención a la sensibilidad de sus seres más queridos, que velan por ellos, les ayudan y les amparan, no tengo el menor inconveniente en modificar el titular del artículo por “La contumacia de Pedro Sánchez” y que se elimine la referencia que se hace al autismo en el quinto párrafo.
Utilizar al Rey como actor forzado en la escena final de su opereta y ni siquiera anunciar una moción de confianza prueban que este hombre buscaba - sin mucho éxito - provocar a los malos, al enemigo, a los periodistas y tertulianos que forman parte de ese imaginario contubernio fascista que le quiere desalojar del poder.
En bastantes ocasiones he escrito sobre este pobre hombre que preside, para desgracia de todos, el gobierno de España. Y otras tantas le he tachado de cateto (solo hay que ver cómo se contonea, para exhibir su supuesta guapura), también de plagiador (porque ha plagiado más de una vez) y de embustero (porque ha mentido en innumerables ocasiones).
El 30 de abril de 1935 el embajador mexicano en Río de Janeiro, el conocido escritor Alonso Reyes Ochoa, informaba al gobierno de Lázaro Cárdenas del súbito interés brasileño en la resolución del conflicto entre Paraguay y Bolivia. El gobierno brasileño, invitado en Washington para participar con Argentina y Chile en la conferencia de Buenos Aires para pacificar el Chaco, declinó al principio este ofrecimiento.
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