Creo que la muerte de Mijail Gorbachov, el último presidente de la Unión Soviética, nos mueve, o nos ha de mover, a examinar la estrategia de Vladimir Putin para reconstruir el espacio de influencias del desaparecido imperio soviético.
En la época en que Gorbachov se ganaba la confianza de los líderes occidentales con su política de reformas económicas y de transparencia, las famosas "perestroika" y "glasnost", Putin era un oficial de los servicios secretos soviéticos, la siniestra KGB de la que nunca ha renegado. Putin siempre ha considerado una catástrofe histórica el desmantelamiento de la URSS, y por eso no puede sino despreciar al hombre que lo protagonizó, con el trato tras su muerte lo ha vuelto a dar a entender, aun sin pretenderlo expresamente.
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