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Cultura
Etiquetas | Entrevista | Juliana Echeverri | Autora | Colombia | Escritora
Entrevista a Juliana Echeverri, autora de «Los grises sobre el lienzo»

«Para mí, el ‘Guernica’ es la humanidad entera»

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El Guernica es una obra de arte que ha inspirado a millones de personas en todo el mundo. Es un retrato de la crueldad de la guerra, del dolor, de un instante fatídico de la historia. Pero, aunque parezca paradójico, también puede inspirar cosas tan positivas como Los grises sobre el lienzo, la primera novela de la colombiana Juliana Echeverri.


Cuentas que desde pequeñita has vivido en una ciudad tan peligrosa como es Medellín y que has conocido de cerca la violencia, ¿hasta qué punto ha marcado tu vida esta circunstancia?

Es solo mirando atrás que realmente entiendo cómo la violencia me ha formado el carácter. Cuando era pequeña, y Medellín era la ciudad más peligrosa del mundo, para mí igual era mi casa y era lo único que conocía. Irnos a dormir todos en el cuarto de mis padres, no en la cama sino en colchones en el piso, con las ventanas abiertas por si explotaba una bomba, era normal. Mis hermanos y yo nos peleábamos por poner la cinta pegante en forma de cruz que prevendría que si los vidrios se reventaran lo hicieran hacia el exterior del departamento y nos lastimaran. En la época no había celulares, entonces cuando llegábamos del colegio y se oían los estruendos, nos sentábamos en la puerta de la casa a esperar a que llegaran nuestros padres. Fueron muchos los compañeritos del colegio que esperaron en vano y muchos otros los que no alcanzaron a hacerlo porque se los llevaron sin más razón fuera de la ciudad.


Mientras a tantos chicos de mi edad les tocó entrar a casa en medio del recreo porque iban a hacer un atentado, a mí y a mis compañeros nos tocó subir a la cancha de fútbol a esperar lo que el destino tuviese preparado ese día para nosotros. Mientras estuve en la primaria, fueron 3 veces las que amenazaron a mi colegio, fundado por norteamericanos, de que una bomba estallaría en cualquier momento. De eso solo recuerdo ver a los profesores llorando y al resto de nosotros felices por perder clases.


Una década después, cuando vivía en Bogotá y trabajaba en una empresa multinacional, estaba cualquier martes sentada en mi escritorio y sentí una presión en el pecho. Fui a la enfermería y cuando me tomaron los vitales, me recomendaron ir por urgencias. Allí me hicieron los exámenes de rutina y me diagnosticaron un cuadro de ansiedad «típico de los medellinenses de mi edad».

Esta pesadilla se hizo realidad cuando en 2008 asesinaron a mi hermano menor cuando solo tenía 19 años.


¿Cómo surgió la idea para escribir Los grises sobre el lienzo?

El Guernica siempre me ha fascinado. Cuando lo vi por primera vez, hace más de 15 años, no tenía más información de la obra que la que aparecía en Lonely Planet. Ni siquiera sabía pronunciar su nombre… Solo sabía que era una de las pinturas más importantes del mundo y que la había pintado Picasso, artista que me encantaba estéticamente.


Cuando entré en el salón para verlo, llegó detrás de mí un grupo de estudiantes de preescolar con su profesora. Todos se sentaron y se pusieron a observar el Guernica. Yo no podía creer lo que estaba viendo. En mi ciudad escasean los museos, no hay mucho arte ni mucha historia (porque de eso, poco creemos saber), entonces sacar tiempo y dinero para apreciarlas es un lujo. De repente, la profesora dijo: «Violeta, ¿qué ves?». Violeta, una niña de unos 4 años, se levantó y empezó a hablar de cada uno de los personajes de la obra. Yo apenas la miraba y trataba de identificar en el cuadro a lo que ella se refería. Entendí que cada obra tendría tantos significados como espectadores y me pareció maravilloso evidenciar la intención de Picasso con el cubismo: todo es cuestión de perspectiva.


En tu libro hay un trasfondo muy importante que habla de la salud mental, ¿te ha resultado muy difícil elaborar la personalidad de tu protagonista?

Violeta es uno de los personajes que más transformé durante las revisiones y las reescrituras del manuscrito. Su punto exacto se lo pude dar finalmente cuando le regalé mi propia experiencia y la hice soltar y confiar. Como yo, Violeta era una chica que vivía desde el miedo y el remordimiento por el entorno social injusto y desigual en el que había nacido. Recuperar su memoria tras el accidente que casi le quita la vida la ayudó a asumir lo que le había tocado, a confiar en el proceso a pesar del miedo y a confiar en que lo que viniera lo iba a convertir a su favor porque nadie más lo iba a hacer por ella. 


¿Quién es tu personaje favorito de Los grises sobre el lienzo?

Todos los personajes tienen un poco de mí y es por esto que a todos los quiero tanto. De hecho, trabajar las jerarquías fue uno de los retos más grandes, porque, cuando menos pensaba, ya el reflector lo tenía lejos de los protagonistas.


Lalo, Francisco y Juliana, sin embargo, son (hoy) mis preferidos. Lalo es un personaje que tuve que reescribir varias veces porque mi editor y mis lectores beta no lo querían mucho y lo juzgaban bastante duro. Claramente, no estaban viendo lo que yo veía en él, así que me tocó hacer un ejercicio de empatía muy profundo y hasta terminé cambiándole su físico porque había cosas que luego me di cuenta de que claramente no tenían sentido. Al principio quería que Lalo fuera ese hombre de mente abierta, liberal y progresista… Pero en su versión final lo convertí en un hombre contundente, con menos grises y más blancos y negros. Eso lo hizo más humano y por lo tanto mucho más agradable al corazón.


A Francisco lo creé hacia el final de la novela y me enamoré tanto de él que muchas de sus líneas se quedaron apenas en la primera versión, pero esperan su lugar dentro de la saga. Él es el chico dulce al que le tocó crecer a la fuerza pero que aún escucha a su niño interior.


Juliana si acaso tiene un par de líneas en la novela, pero fue el personaje que me hizo reconciliar con los antagonistas. Ella caracterizó perfectamente que entre el blanco y el negro hay una gama infinita de grises.   


Los grises sobre el lienzo tiene un protagonista silencioso que es el Guernica de Pablo Picasso. ¿Qué significa para ti este cuadro?

Para mí esta obra es como la voz de la conciencia. No hay verdades absolutas ni puntos de vista únicos. Refleja además la vida y la muerte; la destrucción y la esperanza. Y a veces vemos lo uno o lo otro… o ambos.


Para mí, el Guernica es la humanidad entera. Un relato vigente desde el día en que Picasso lo creó, y siempre va a significar lo que cada uno quiera que signifique, porque como él mismo les dijo a los nazis:«Yo no lo hice, ustedes lo hicieron». 


¿Qué es lo más bonito que te han dicho de tu obra hasta el momento?

Cuando mi editor la terminó de leer, me dijo que era una revolución. Yo no lo había visto así, pero cuanto más la leo y cuantas más personas me dicen que no pueden parar de leer, más lo creo así. En mi novela pongo el dedo sobre llagas que siempre hemos decidido ignorar pero que no por eso dejan de doler. Hablar sobre temas que no mencionamos como el abuso, el matoneo, la corrupción y el arribismo, entre otros, es sentar un precedente de rechazo a muchas formas dañinas de la sociedad.


Mis lectores han admirado muchísimo mi imaginación y sobre todo se han sentido curiosos respecto al arte. Aunque el Guernica es el protagonista, hay muchas referencias a otras obras como el Quijote, Rayuela, Del amor y otros demonios, El retrato de Dorian Gray… Y a otros artistas como Neruda, Jorge Drexler, Juan Gris, Dalí y Alexander Calder, entre otros.


Las descripciones de Madrid, una ciudad tan lejos de Medellín, también han sido motivo de emoción entre mis lectores, que han usado desde Wikipedia hasta Google Maps para familiarizarse con las zonas.


¿Por qué escritores/as sientes una especial admiración?

García Márquez es uno de mis escritores favoritos. He leído casi toda su obra y lo que más admiro es su versatilidad. Puede escribir sobre lo que quiera, sin embargo, sus códigos permanecen intactos a pesar del género. Es como si hubiera definido sus propias reglas para escribir. Y sus reglas son que no hay reglas, lo que lo hace inverosímil pero confiable. Leerlo es una eterna y divertida paradoja.


Rosa Montero logró poner en palabras tantas cosas que yo sentía pero que no tenían lenguaje. Literalmente escarbó en la zona límbica de mi cerebro y en sus libros les dio forma a mis pensamientos y me ayudó a formar criterios que hoy me permiten tomar iniciativa como artista.

Jorge Franco llamó a las cosas por su nombre sin darles el calificativo de buenas o malas. Los temas tabú y los flagelos de la sociedad colombiana que explora en sus novelas los hace ligeros a pesar de dolorosos. Sus letras son una linda forma de entendernos.  


¿Cómo ha sido la experiencia de autopublicarte?

Escribir un libro y publicarlo son dos cosas completamente diferentes. Y aunque definitivamente solo quisiera dedicarme a la primera, todos los escritores queremos ser leídos, entonces hay que sacar fuerzas adicionales para que nuestras letras alcancen a la gente.


La autopublicación tiene muchas bondades, como, por ejemplo, tener tu obra disponible y bajo demanda. Te hace sentirte dueño del proceso y eso te da libertad y autonomía para ser 100% auténtico y fiel a lo que haces y no a las reglas del mercado. Sin embargo, fue una opción a la que me acogí porque el proceso de búsqueda editorial es muy lento, no porque no lo quiera hacer. Espero tener un sí muy pronto. 

«Para mí, el ‘Guernica’ es la humanidad entera»

Entrevista a Juliana Echeverri, autora de «Los grises sobre el lienzo»
Eva Fraile Rodríguez
martes, 6 de septiembre de 2022, 12:23 h (CET)

PHOTO 2022 07 25 18 25 55


El Guernica es una obra de arte que ha inspirado a millones de personas en todo el mundo. Es un retrato de la crueldad de la guerra, del dolor, de un instante fatídico de la historia. Pero, aunque parezca paradójico, también puede inspirar cosas tan positivas como Los grises sobre el lienzo, la primera novela de la colombiana Juliana Echeverri.


Cuentas que desde pequeñita has vivido en una ciudad tan peligrosa como es Medellín y que has conocido de cerca la violencia, ¿hasta qué punto ha marcado tu vida esta circunstancia?

Es solo mirando atrás que realmente entiendo cómo la violencia me ha formado el carácter. Cuando era pequeña, y Medellín era la ciudad más peligrosa del mundo, para mí igual era mi casa y era lo único que conocía. Irnos a dormir todos en el cuarto de mis padres, no en la cama sino en colchones en el piso, con las ventanas abiertas por si explotaba una bomba, era normal. Mis hermanos y yo nos peleábamos por poner la cinta pegante en forma de cruz que prevendría que si los vidrios se reventaran lo hicieran hacia el exterior del departamento y nos lastimaran. En la época no había celulares, entonces cuando llegábamos del colegio y se oían los estruendos, nos sentábamos en la puerta de la casa a esperar a que llegaran nuestros padres. Fueron muchos los compañeritos del colegio que esperaron en vano y muchos otros los que no alcanzaron a hacerlo porque se los llevaron sin más razón fuera de la ciudad.


Mientras a tantos chicos de mi edad les tocó entrar a casa en medio del recreo porque iban a hacer un atentado, a mí y a mis compañeros nos tocó subir a la cancha de fútbol a esperar lo que el destino tuviese preparado ese día para nosotros. Mientras estuve en la primaria, fueron 3 veces las que amenazaron a mi colegio, fundado por norteamericanos, de que una bomba estallaría en cualquier momento. De eso solo recuerdo ver a los profesores llorando y al resto de nosotros felices por perder clases.


Una década después, cuando vivía en Bogotá y trabajaba en una empresa multinacional, estaba cualquier martes sentada en mi escritorio y sentí una presión en el pecho. Fui a la enfermería y cuando me tomaron los vitales, me recomendaron ir por urgencias. Allí me hicieron los exámenes de rutina y me diagnosticaron un cuadro de ansiedad «típico de los medellinenses de mi edad».

Esta pesadilla se hizo realidad cuando en 2008 asesinaron a mi hermano menor cuando solo tenía 19 años.


¿Cómo surgió la idea para escribir Los grises sobre el lienzo?

El Guernica siempre me ha fascinado. Cuando lo vi por primera vez, hace más de 15 años, no tenía más información de la obra que la que aparecía en Lonely Planet. Ni siquiera sabía pronunciar su nombre… Solo sabía que era una de las pinturas más importantes del mundo y que la había pintado Picasso, artista que me encantaba estéticamente.


Cuando entré en el salón para verlo, llegó detrás de mí un grupo de estudiantes de preescolar con su profesora. Todos se sentaron y se pusieron a observar el Guernica. Yo no podía creer lo que estaba viendo. En mi ciudad escasean los museos, no hay mucho arte ni mucha historia (porque de eso, poco creemos saber), entonces sacar tiempo y dinero para apreciarlas es un lujo. De repente, la profesora dijo: «Violeta, ¿qué ves?». Violeta, una niña de unos 4 años, se levantó y empezó a hablar de cada uno de los personajes de la obra. Yo apenas la miraba y trataba de identificar en el cuadro a lo que ella se refería. Entendí que cada obra tendría tantos significados como espectadores y me pareció maravilloso evidenciar la intención de Picasso con el cubismo: todo es cuestión de perspectiva.


En tu libro hay un trasfondo muy importante que habla de la salud mental, ¿te ha resultado muy difícil elaborar la personalidad de tu protagonista?

Violeta es uno de los personajes que más transformé durante las revisiones y las reescrituras del manuscrito. Su punto exacto se lo pude dar finalmente cuando le regalé mi propia experiencia y la hice soltar y confiar. Como yo, Violeta era una chica que vivía desde el miedo y el remordimiento por el entorno social injusto y desigual en el que había nacido. Recuperar su memoria tras el accidente que casi le quita la vida la ayudó a asumir lo que le había tocado, a confiar en el proceso a pesar del miedo y a confiar en que lo que viniera lo iba a convertir a su favor porque nadie más lo iba a hacer por ella. 


¿Quién es tu personaje favorito de Los grises sobre el lienzo?

Todos los personajes tienen un poco de mí y es por esto que a todos los quiero tanto. De hecho, trabajar las jerarquías fue uno de los retos más grandes, porque, cuando menos pensaba, ya el reflector lo tenía lejos de los protagonistas.


Lalo, Francisco y Juliana, sin embargo, son (hoy) mis preferidos. Lalo es un personaje que tuve que reescribir varias veces porque mi editor y mis lectores beta no lo querían mucho y lo juzgaban bastante duro. Claramente, no estaban viendo lo que yo veía en él, así que me tocó hacer un ejercicio de empatía muy profundo y hasta terminé cambiándole su físico porque había cosas que luego me di cuenta de que claramente no tenían sentido. Al principio quería que Lalo fuera ese hombre de mente abierta, liberal y progresista… Pero en su versión final lo convertí en un hombre contundente, con menos grises y más blancos y negros. Eso lo hizo más humano y por lo tanto mucho más agradable al corazón.


A Francisco lo creé hacia el final de la novela y me enamoré tanto de él que muchas de sus líneas se quedaron apenas en la primera versión, pero esperan su lugar dentro de la saga. Él es el chico dulce al que le tocó crecer a la fuerza pero que aún escucha a su niño interior.


Juliana si acaso tiene un par de líneas en la novela, pero fue el personaje que me hizo reconciliar con los antagonistas. Ella caracterizó perfectamente que entre el blanco y el negro hay una gama infinita de grises.   


Los grises sobre el lienzo tiene un protagonista silencioso que es el Guernica de Pablo Picasso. ¿Qué significa para ti este cuadro?

Para mí esta obra es como la voz de la conciencia. No hay verdades absolutas ni puntos de vista únicos. Refleja además la vida y la muerte; la destrucción y la esperanza. Y a veces vemos lo uno o lo otro… o ambos.


Para mí, el Guernica es la humanidad entera. Un relato vigente desde el día en que Picasso lo creó, y siempre va a significar lo que cada uno quiera que signifique, porque como él mismo les dijo a los nazis:«Yo no lo hice, ustedes lo hicieron». 


¿Qué es lo más bonito que te han dicho de tu obra hasta el momento?

Cuando mi editor la terminó de leer, me dijo que era una revolución. Yo no lo había visto así, pero cuanto más la leo y cuantas más personas me dicen que no pueden parar de leer, más lo creo así. En mi novela pongo el dedo sobre llagas que siempre hemos decidido ignorar pero que no por eso dejan de doler. Hablar sobre temas que no mencionamos como el abuso, el matoneo, la corrupción y el arribismo, entre otros, es sentar un precedente de rechazo a muchas formas dañinas de la sociedad.


Mis lectores han admirado muchísimo mi imaginación y sobre todo se han sentido curiosos respecto al arte. Aunque el Guernica es el protagonista, hay muchas referencias a otras obras como el Quijote, Rayuela, Del amor y otros demonios, El retrato de Dorian Gray… Y a otros artistas como Neruda, Jorge Drexler, Juan Gris, Dalí y Alexander Calder, entre otros.


Las descripciones de Madrid, una ciudad tan lejos de Medellín, también han sido motivo de emoción entre mis lectores, que han usado desde Wikipedia hasta Google Maps para familiarizarse con las zonas.


¿Por qué escritores/as sientes una especial admiración?

García Márquez es uno de mis escritores favoritos. He leído casi toda su obra y lo que más admiro es su versatilidad. Puede escribir sobre lo que quiera, sin embargo, sus códigos permanecen intactos a pesar del género. Es como si hubiera definido sus propias reglas para escribir. Y sus reglas son que no hay reglas, lo que lo hace inverosímil pero confiable. Leerlo es una eterna y divertida paradoja.


Rosa Montero logró poner en palabras tantas cosas que yo sentía pero que no tenían lenguaje. Literalmente escarbó en la zona límbica de mi cerebro y en sus libros les dio forma a mis pensamientos y me ayudó a formar criterios que hoy me permiten tomar iniciativa como artista.

Jorge Franco llamó a las cosas por su nombre sin darles el calificativo de buenas o malas. Los temas tabú y los flagelos de la sociedad colombiana que explora en sus novelas los hace ligeros a pesar de dolorosos. Sus letras son una linda forma de entendernos.  


¿Cómo ha sido la experiencia de autopublicarte?

Escribir un libro y publicarlo son dos cosas completamente diferentes. Y aunque definitivamente solo quisiera dedicarme a la primera, todos los escritores queremos ser leídos, entonces hay que sacar fuerzas adicionales para que nuestras letras alcancen a la gente.


La autopublicación tiene muchas bondades, como, por ejemplo, tener tu obra disponible y bajo demanda. Te hace sentirte dueño del proceso y eso te da libertad y autonomía para ser 100% auténtico y fiel a lo que haces y no a las reglas del mercado. Sin embargo, fue una opción a la que me acogí porque el proceso de búsqueda editorial es muy lento, no porque no lo quiera hacer. Espero tener un sí muy pronto. 

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