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Sin corruptores oligárquicos y estadounidenses, no habría corruptos en las altas instancias del Estado. Obviamente hay un claro objetivo de los corruptores: que solamente se persiga a los corruptos. Porque, enriqueciendo la frase de Groucho Marx sobre los principios, “estos son mis corruptos, si no le gustan, tengo otros”.
La unidad de España permanecerá, aunque para ello sea necesario que el “cupo” y la “aportación” sigan siendo negativas para las Comunidades Forales. Lo mismo ocurrirá con la financiación singular catalana, todo lo cual equivale a decir que el resto del país, sometido al régimen común, “pagará por mantener la unidad nacional”.
El relato que últimamente sostiene el partido que lidera el Gobierno es, sin duda, una alegoría de lo absurdo. Una falacia abalada por aquellos que se jactan de una autoridad que nunca encontraron y que arrastran consigo una amplia trayectoria de “reclutamientos” exiguos en lo intelectual y de una extrema pobreza en lo moral.
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