a) La honradez es socialista b) Me tengo por una persona honrada c) Ergo, soy socialista
El relato que últimamente sostiene el partido que lidera el Gobierno es, sin duda, una alegoría de lo absurdo. Una falacia abalada por aquellos que se jactan de una autoridad que nunca encontraron y que arrastran consigo una amplia trayectoria de “reclutamientos” exiguos en lo intelectual y de una extrema pobreza en lo moral.
Incapaces, todos ellos, de mantener una mínima pulcritud para sortear lo que ya es, sin miedo a equivocarse, una mofa. Sí, una mofa. O dicho de otra manera, un conjunto creciente de mofadores que actúan como pérfidos custodios de lo público convirtiéndose en estertores de la democracia social con discursos engolados sin significado, más próximos a una “dictadura del legislativo” que a un mandato progresista.
Para recuerdo de aquellos que no pierden la oportunidad de cantar la internacional con el puño en alto.
El fundador del PSOE afirmaba: “Por mucho que valgan las ideas, no pueden prosperar en el grado que deben si sus sostenedores, y principalmente los que ocupan las primeras filas, no son enteros, serios y morales. No sólo hacen adeptos los partidos con sus doctrinas, sino con los buenos ejemplos y la recta conducta de sus hombres” (Pablo Iglesias) “s.f.”.
Si algo debiera garantizar nuestro voto es la imposibilidad de que nos violenten con lo más grotesco de la decadencia política. Probablemente, la parsimoniosa delección con la que arman sus corruptelas las diferentes afiliaciones ideológicas, represente una de las formas más abyectas de mofarse del conjunto de la sociedad.
Hay momentos en los que pareciera que en nuestro imaginario no estuviese circunstante la política como responsable del cuidado de nuestras instituciones, sus orígenes y las garantías democráticas que éstas representan, de su fragilidad o de lo comprometidas que pueden llegar a quedar muchas de nuestras libertades frente a la corrupción extensa de los partidos políticos, que no tramas estacionarias.
La réplica social no es suficientemente contestataria y olvida la ascendencia riesgosa que acarrea. Exigir como parte esencial de nuestra condición de ciudadanos una mayor “civilidad política” y un compromiso sensato, solo será posible mediante el derecho de todos a participar libremente en la vida pública de este país.
Mientras tanto, otros con mucho camino por recorrer, quizás estén pensando si este es lugar para recalar los esfuerzos de toda una vida. 400 palabras escritas por un socialista.
|