Según las leyes de la física, a toda acción le corresponde una reacción. Y esto vale también para la política. Lo estamos comprobando en nuestras relaciones con Argelia y Marruecos, los dos vecinos del sur enfrentados por el conflicto del Sahara occidental.
Cuando el presidente Sánchez decidió acoger en España al líder del Polisario, sin consultar antes a Marruecos en aplicación del Tratado de Amistad y Cooperación vigente, no tuvo en cuenta esta ley de la acción-reacción y se encontró con la crisis migratoria desencadenada por Rabat. Un año más tarde, Sánchez ha realizado un cambio radical sobre el Sahara, aún sin explicar, sin tener en cuenta que también iba a tener la correspondiente reacción de Argelia.
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