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Felicidad, ¿dónde te escondes?

La felicidad total no se encuentra en este mundo
Octavi Pereña
lunes, 11 de julio de 2022, 09:24 h (CET)

Alejandro Cencerrado es el analista que dirige el Instituto de la Felicidad de Copenhague. “Cuando tenía 18 años”, dice, “mis padres discutían, no eran felices. A todo ello se añadían mis problemas de adolescente. Fue entonces cuando me hice la gran pregunta: Si lo tenemos todo, ¿por qué no somos felices?” Es el mismo Cencerrado quien responde a su pregunta: “Ya tenemos todo aquello que nuestros abuelos habían soñado, y así y todo, nunca antes habíamos padecido tanta depresión, ansiedad, estrés, abuso de drogas, falta de autoestima y trastornos alimentarios. Tenemos que asumir que el progreso económico ya no nos lleva a ser felices”.


El progreso económico nos ha llevado a ser una sociedad acomodada. Nuestros hogares están equipados con toda clase de chismes electrónicos que nos hacen la vida más fácil, pero no más feliz. Hemos alterado el orden de los factores. La felicidad no fluye del exterior al interior, sino del alma al cuerpo. Los problemas que afectan al ser humano inmerso en una prosperidad jamás vista se debe a que hemos olvidado que poseemos alma que es la evidencia de que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Debido a la incredulidad que nos atenaza nos olvidamos de Dios y nos creemos dioses lo cual nos lleva a razonar erróneamente sobre nuestra existencia, llegando a la conclusión que somos animales evolucionados hasta el punto de ser homo sapiens sapiens.


Podemos presumir de ser muy evolucionados, pero ello no quita que sigamos siendo animales. A pesar de nuestra confusión científica, no se ha borrado del todo la imagen y semejanza de Dios con que fuimos creados, lo cual nos permite reflexionar sobre nuestra existencia aunque erróneamente. Cencerrado quiere dar respuesta científica al por qué no somos felices. Lo cual le lleva a la conclusión de que “estamos programados para estar insatisfechos”. Llega a esta conclusión porque el análisis que hace sobre la felicidad lo hace a partir del cuerpo, olvidando el alma que nos distingue de los animales irracionales.


L’homo sapiens sapiens de los evolucionistas es el que está programado para la insatisfacción porque este homo se ha convertido en un ser defectuoso que no sabe pensar  positivamente.


Es curioso que el espacio publicitario reservado en la parte inferior de la página en que se publica la entrevista que Ima Sanchís le hace a Alejandro Cencerrado inserte un anuncio que vende “Senegal. Descubre el mejor Caribe Africano”. Este anuncio como toda la publicidad que ofrece paraísos edénicos es pura mentira porque de paraíso solamente existió uno y lo perdimos por el pecado de Adán de quien procedemos todos. Por la fe en Jesús se posee la esperanza de acceder al paraíso celestial en donde al  no existir el pecado no habrá ninguna clase de injusticia. La muerte habrá sido absorbida por la inmortalidad. Distinguiéndonos de Adán y Eva que después de la desobediencia se escondían detrás de los árboles del paraíso cuando escuchaban que los pasos de Dios se acercaban para hablar con ellos. Hoy Jesús está preparando un lugar para cada uno de los hijos de Dios.  En tanto Jesús no vuelva en su gloria a buscar el pueblo de Dios aquí en la Tierra y Satanás y la muerte definitivamente vencidos es imposible poder gozar  la felicidad de manera permanente.


Cencerrado le dice a la periodista: “Sí, pero no comparto esto de que la felicidad está dentro de ti. Si estás en una empresa que no trata bien a sus empleados, no eres tú quien tienes que cambiar, es la empresa”. En parte tiene razón el analista de la felicidad. Pero se olvida que el empleado que trabaja en una empresa que no trata como es debido a sus empleados de saber reaccionar correctamente ante la toxicidad que desprende la compañía. Esta es la incógnita que no se le sabe dar respuesta.

La felicidad que venden los sicoanalistas es un sentimiento que depende de las circunstancias. Según sean estas se será más o menos feliz. Un viaje al Senegal puede hacer muy felices a los turistas que lo visiten. El tiempo que se pierde en el aeropuerto, las colas, los trámites, el equipaje…quitan felicidad. La felicidad que gozan los cristianos no depende de las circunstancias. Los cristianos poseemos algo que no es de nuestra propia cosecha. Poseemos el gozo de Dios que nos da el Señor. “Pero el fruto del Espíritu es…gozo” (Gálatas 5: 22).


El   escritor que redacta la epístola a los Hebreos escribe a unas personas que atravesaban duras tribulaciones. Les dice: “Porque de los presos os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor  y perdurable herencia en los cielos” (Hebreos 10: 34).


En medio de esta grave crisis ecológica, sanitaria, alimentaria, económica, política… los cristianos estamos metidos en el mismo paquete que el resto de la población.  Pero tenemos algo que los incrédulos no disfrutan ni pueden llegar a saborear.: “el gozo del Señor”, que es el regalo que el Espíritu Santo hace a los creyentes en Cristo Jesús. Es lo que nos permite vivir tranquilos, sosegados, confiados, porque nos encontramos cobijados debajo de las alas misericordiosas de Dios.

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