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Recuerdo las primeras normas de conducción que, allá por los años 60, procuraban enseñar a los alumnos:
Primera: el coche tiene tres ojos, los retrovisores. Deben estar siempre limpios y equilibrados.
Segunda: Ante un cruce o rotonda, toda duda o equivocación se resuelve manteniendo la misma dirección. Se debe evitar toda maniobra brusca.
Tercera: en TRÁFICO no existe la CORTESÍA. Siempre se debe anteponer la NORMA.
Recuerdo, igualmente, que pasados unos años asistí a un ciclo de conferencias o seminarios de política y gobernanza. Es curioso que, “mutatis mutandis”, aquellas normas para la conducción se aplicaban para un buen gobierno y una buena convivencia.
Primera: Conocer la Historia de manera objetiva es la mejor forma para VER y SABER CONDUCCIR LAS NUEVAS SOCIEDADES.
Segunda:HAY QUE EVITAR los vaivenes y maniobras políticas improvisadas, sin la seguridad que da el compartir las ideas con los demás.
Tercera: en POLÍTICA no existen los INTERESES PRIVADOS O DE PARTIDO. Siempre deben ANTEPONERSE LAS LEYES y NORMAS DEL ESTADO.
Resumiendo:
La HISTORIA, como suma de realidades sociales de siglos pasados, ENSEÑA.
El CONOCIMIENTO y EXPERIENCIA de los gobernantes, trae PRUDENCIA.
La JUSTICIA respeta los DERECHOS DE TODOS, sin SERVIDUMBRES.
EH Bildu estaría integrada por militantes de Aralar, Alternativa, EA e Independientes, todos ellos fagocitados por la estrella-alfa Sortu, cuyo ideólogo sería el actual candidato a Lehendakari, Pello Otxandiano, quien decidió revisar la anterior estrategia de Bildu e incorporar a su bagaje político la llamada inteligencia maquiavélica.
El pasado martes mientras limpiaba uno de los patios de colegio que me toca dos veces a la semana, una niña intentaba proteger a una abeja que no podía volar cogiéndola con una hoja y la apartó para que nadie la pisara estando pendiente para ver si se podía recuperar a lo que se sumaron una compañera y un compañero. Gestos que demuestran más empatía que muchos adultos.
En la colosal vorágine de los tiempos modernos, nos encontramos enredados en un tejido de deseos y ansias desbocadas. Nos hemos convertido en una sociedad dominada por la avaricia, un apetito voraz que desemboca en la insaciabilidad. La hambruna crónica de la insatisfacción. Más y más por el mero más y más. Lejos queda la capacidad personal y colectiva de detenernos a pensar quiénes somos y echar la vista atrás para recapitular de dónde venimos.
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