El hambre y la falta de acceso al agua, la pobreza estructural, las situaciones de precariedad sanitaria o entornos de vida insalubres, son en muchos lugares del mundo, y en especial en grandes zonas de África, Asia y Sudamérica, el denominador común para los miembros de esa humanidad sobre la que el Artículo 1 de la Declaración dice que todos los humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos y, dado que todos estamos dotados de razón y conciencia, todos debemos comportarnos fraternalmente los unos con los otros. La falta de un mecanismo real de control del cumplimiento de lo que la declaración establece, ha dejado a ésta como una mera aspiración, ya que ese control del cumplimiento es vulnerado continuamente por los intereses de unos y otros, con la protección para ello de ese hoy inaceptable mecanismo de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que hace que las antiguas potencias colonizadoras sigan manteniendo su poder en la toma de decisiones que afectan a todo el planeta. La ONU, no nos engañemos, está dirigida por las grandes élites, por ese gran poder que se adueña de todo. Es decir, la ONU es un simple juguete en manos de las multinacionales de las élites, y todo lo que la rodea en la actualidad es falso, es un disfraz, pero de los feos.
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