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Tengo un vecino que ha acabado siendo mi amigo. Clay es un londinense grande y rubicundo que ha descubierto el paraíso malagueño

Mi amigo inglés

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Su imagen es más parecida a un hooligan del Arsenal o del Chelsea, que a la que se espera de su pasado como miembro de las fuerzas del orden británicas. A Clay le sienta muy bien España. Desde que se jubiló hace media docena de años ha duplicado su peso y su amor por España, el tinto, las ventas, restaurantes y bares que rodean nuestro “rincón” axárquico.

            

El pasado jueves, en plena ola de calor en toda la península, me hacía ver que por aquí disfrutábamos de diez grados menos que cualquier localidad al norte de las Pedrizas. Entretanto, ambos disfrutábamos de las limpias, transparente y calidas aguas del Mediterráneo que aun no han recibido los efluvios de los emisores costeros.

       

Mi deseo es que deberíamos vivir todo el año con las características de los meses de mayo y junio malagueños. Como eso no puede ser, nos conformamos con lo bien que se vive en Málaga todo el año.

             

Clay se sabe los precios del Mercadona mejor que el señor Roig. A diario hace una cata de las últimas novedades del pasillo de los vinos y las cervezas. La ginebra se la trae directamente de sus garitos londinenses. Para el resto de sus relaciones gastronómicas y comerciales utiliza un “spanglish” suficiente. Habla el español casi tan mal como yo hablo el inglés, pero nos entendemos. 

      

Mi buena noticia de hoy me la proporciona el clima y el mar de nuestra Málaga. Ya nuestros antepasados: los griegos, cartaginenses, romanos, árabes y las mezclas subsiguientes, así como los “descubridores” foráneos desde el pasado siglo: ingleses, suecos, alemanes, franceses y musulmanes con pasta, han sabido apreciar las bondades de nuestro clima y de nuestras gentes y aquí se han quedado para siempre.

     

Hasta los propios españoles, empezando por mi padre, cuando llegan aquí se quedan y no se les puede echar ni con agua caliente. Tengo en mi familia próxima, jiennenses, sevillanos, burgaleses y valencianos. Todos han plantado sus raíces aquí.

     

Olé por “my friend Clay”. Se ha convertido en un malagueño de adopción. No quiere saber nada del brexit, Cameron, Theresa May, Boris Jhonson y su Real Majestad Británica. Él se apaña con euros y espetos. El ha descubierto la buena noticia. Málaga. Spain.

Mi amigo inglés

Tengo un vecino que ha acabado siendo mi amigo. Clay es un londinense grande y rubicundo que ha descubierto el paraíso malagueño
Manuel Montes Cleries
lunes, 20 de junio de 2022, 09:30 h (CET)

Su imagen es más parecida a un hooligan del Arsenal o del Chelsea, que a la que se espera de su pasado como miembro de las fuerzas del orden británicas. A Clay le sienta muy bien España. Desde que se jubiló hace media docena de años ha duplicado su peso y su amor por España, el tinto, las ventas, restaurantes y bares que rodean nuestro “rincón” axárquico.

            

El pasado jueves, en plena ola de calor en toda la península, me hacía ver que por aquí disfrutábamos de diez grados menos que cualquier localidad al norte de las Pedrizas. Entretanto, ambos disfrutábamos de las limpias, transparente y calidas aguas del Mediterráneo que aun no han recibido los efluvios de los emisores costeros.

       

Mi deseo es que deberíamos vivir todo el año con las características de los meses de mayo y junio malagueños. Como eso no puede ser, nos conformamos con lo bien que se vive en Málaga todo el año.

             

Clay se sabe los precios del Mercadona mejor que el señor Roig. A diario hace una cata de las últimas novedades del pasillo de los vinos y las cervezas. La ginebra se la trae directamente de sus garitos londinenses. Para el resto de sus relaciones gastronómicas y comerciales utiliza un “spanglish” suficiente. Habla el español casi tan mal como yo hablo el inglés, pero nos entendemos. 

      

Mi buena noticia de hoy me la proporciona el clima y el mar de nuestra Málaga. Ya nuestros antepasados: los griegos, cartaginenses, romanos, árabes y las mezclas subsiguientes, así como los “descubridores” foráneos desde el pasado siglo: ingleses, suecos, alemanes, franceses y musulmanes con pasta, han sabido apreciar las bondades de nuestro clima y de nuestras gentes y aquí se han quedado para siempre.

     

Hasta los propios españoles, empezando por mi padre, cuando llegan aquí se quedan y no se les puede echar ni con agua caliente. Tengo en mi familia próxima, jiennenses, sevillanos, burgaleses y valencianos. Todos han plantado sus raíces aquí.

     

Olé por “my friend Clay”. Se ha convertido en un malagueño de adopción. No quiere saber nada del brexit, Cameron, Theresa May, Boris Jhonson y su Real Majestad Británica. Él se apaña con euros y espetos. El ha descubierto la buena noticia. Málaga. Spain.

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