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“No hay felicidad completa si la Patria no es gloriosa” Simónides

Para políticos indocumentados

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El 24 de septiembre de 1810 en el Teatro Cómico de la Isla de León, se celebraba la sesión inaugural de las Cortes de Cádiz. A lo largo del día, los diputados fueron uno por uno tomando posesión del escaño, a la vez que juraban por el respeto a la religión católica, por la lealtad al Rey Fernando VII, por la integridad territorial, y por la unidad de la Nación. Pero lo más destacado de esta histórica jornada, fue la aparición en la tribuna de oradores, del religioso y diputado por Extremadura Don Diego Muñoz Torreno.

Se trataba de un personaje para muchos desconocido, pero que gracias a su espléndida formación intelectual e ilustrada, había ya ocupado a la edad de 27 años, todo un rectorado de la Universidad de Salamanca. Su intervención fue trascendental y por ello Galdós se haría eco de forma memorable en sus escritos, tal y como recoge el catedrático de Historia Contemporánea Antonio Fernández García, en su obra “Las Cortes y la Constitución de Cádiz”: “Aún retumba en mi entendimiento aquel preludio, aquella voz inicial de nuestras glorias parlamentarias, emitidas por un clérigo sencillo y apacible, de ánimo sereno, talento claro, continente humilde y simpático”.

¿Y por qué causaron tanto revuelo sus palabras? Porque su exposición socavaba los cimientos del “Antiguo Régimen”. Lanzaba la idea de la soberanía nacional: el poder supremo mudaba de la Corona a la Nación española, y por tanto a las Cortes que la representan. Existía pues, un cambio de depositario. Por un lado, se trataba de dejar claro la idea de Nación como sujeto político, y no sólo como ente geográfico, y por otro lado, el término soberano secundando a los Ilustrados, se presentaba “como un poder que juzga en última instancia de cuanto es susceptible de dirección humana”.

Galdós definió así este hecho: “El reloj de la Historia señaló con campanada, no por todos oída, su última hora, y realizose en España uno de los principales dobleces del tiempo”.

El concepto de soberanía Nacional, que irrumpía de tal modo en nuestro país, había nacido al calor de la Ilustración, y ya había sido llevada a la práctica, en los movimientos revolucionarios de Estados Unidos y Francia.

A continuación, se iniciaba un proceso para la elaboración y posterior aprobación del Decreto que contemplaba este pensamiento. Fue confeccionado entre otros diputados, por Muñoz Torreno y Argüelles. Su primer párrafo era cristalino: “Los Diputados que componen este Congreso, y que representan la Nación Española, se declaran legítimamente constituidos en Cortes Generales y Extraordinarias, y que reside en ellas la soberanía Nacional”.

Desde entonces, y a lo largo de todo el siglo XIX, si revisamos las proclamas y manifiestos del sinfín de Juntas Revolucionarias, ya sean Municipales o Provinciales que surgirán en España en los momentos más convulsos de nuestra Historia decimonónica, comprobaremos que ésta es una concepción que jamás va a faltar en sus propósitos… Hasta que hemos llegamos a la España actual, y algunos han concebido el disparate denominado “derecho a decidir”, que rompería en pedazos la soberanía nacional ¿No se les cae la cara de vergüenza a los políticos y partidos que defienden semejante memez? De Muñoz Torreno, el Conde de Toreno, Agustín Argúelles, Mexía Lequerica o Evaristo San Miguel entre otras insignes figuras, hemos mutado al más absoluto páramo intelectual político. Primero fue la reconstrucción de vastos “señoríos” territoriales y jurisdiccionales, después la defunción de la separación de poderes y ahora la pretendida voladura de la soberanía nacional… Definitivamente, regresamos hacia las tinieblas del Antiguo Régimen.

Para políticos indocumentados

“No hay felicidad completa si la Patria no es gloriosa” Simónides
Juan López Benito
viernes, 6 de noviembre de 2015, 06:15 h (CET)
El 24 de septiembre de 1810 en el Teatro Cómico de la Isla de León, se celebraba la sesión inaugural de las Cortes de Cádiz. A lo largo del día, los diputados fueron uno por uno tomando posesión del escaño, a la vez que juraban por el respeto a la religión católica, por la lealtad al Rey Fernando VII, por la integridad territorial, y por la unidad de la Nación. Pero lo más destacado de esta histórica jornada, fue la aparición en la tribuna de oradores, del religioso y diputado por Extremadura Don Diego Muñoz Torreno.

Se trataba de un personaje para muchos desconocido, pero que gracias a su espléndida formación intelectual e ilustrada, había ya ocupado a la edad de 27 años, todo un rectorado de la Universidad de Salamanca. Su intervención fue trascendental y por ello Galdós se haría eco de forma memorable en sus escritos, tal y como recoge el catedrático de Historia Contemporánea Antonio Fernández García, en su obra “Las Cortes y la Constitución de Cádiz”: “Aún retumba en mi entendimiento aquel preludio, aquella voz inicial de nuestras glorias parlamentarias, emitidas por un clérigo sencillo y apacible, de ánimo sereno, talento claro, continente humilde y simpático”.

¿Y por qué causaron tanto revuelo sus palabras? Porque su exposición socavaba los cimientos del “Antiguo Régimen”. Lanzaba la idea de la soberanía nacional: el poder supremo mudaba de la Corona a la Nación española, y por tanto a las Cortes que la representan. Existía pues, un cambio de depositario. Por un lado, se trataba de dejar claro la idea de Nación como sujeto político, y no sólo como ente geográfico, y por otro lado, el término soberano secundando a los Ilustrados, se presentaba “como un poder que juzga en última instancia de cuanto es susceptible de dirección humana”.

Galdós definió así este hecho: “El reloj de la Historia señaló con campanada, no por todos oída, su última hora, y realizose en España uno de los principales dobleces del tiempo”.

El concepto de soberanía Nacional, que irrumpía de tal modo en nuestro país, había nacido al calor de la Ilustración, y ya había sido llevada a la práctica, en los movimientos revolucionarios de Estados Unidos y Francia.

A continuación, se iniciaba un proceso para la elaboración y posterior aprobación del Decreto que contemplaba este pensamiento. Fue confeccionado entre otros diputados, por Muñoz Torreno y Argüelles. Su primer párrafo era cristalino: “Los Diputados que componen este Congreso, y que representan la Nación Española, se declaran legítimamente constituidos en Cortes Generales y Extraordinarias, y que reside en ellas la soberanía Nacional”.

Desde entonces, y a lo largo de todo el siglo XIX, si revisamos las proclamas y manifiestos del sinfín de Juntas Revolucionarias, ya sean Municipales o Provinciales que surgirán en España en los momentos más convulsos de nuestra Historia decimonónica, comprobaremos que ésta es una concepción que jamás va a faltar en sus propósitos… Hasta que hemos llegamos a la España actual, y algunos han concebido el disparate denominado “derecho a decidir”, que rompería en pedazos la soberanía nacional ¿No se les cae la cara de vergüenza a los políticos y partidos que defienden semejante memez? De Muñoz Torreno, el Conde de Toreno, Agustín Argúelles, Mexía Lequerica o Evaristo San Miguel entre otras insignes figuras, hemos mutado al más absoluto páramo intelectual político. Primero fue la reconstrucción de vastos “señoríos” territoriales y jurisdiccionales, después la defunción de la separación de poderes y ahora la pretendida voladura de la soberanía nacional… Definitivamente, regresamos hacia las tinieblas del Antiguo Régimen.

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