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Cuando vamos cumpliendo años valoramos mucho más lo que ha significado la presencia de la madre en nuestra existencia

Todos los días son el Día de la Madre

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Hoy se celebra el día de la Madre. Los españoles lo celebrábamos tradicionalmente el 8 de diciembre, el día de la Inmaculada, pero, a un presidente americano se le ocurrió trasladarla al mes de mayo. Nosotros, como siempre, a seguir lo que nos manden. Finalmente en España decidimos que se festejara el primer domingo de mayo, como culto a la maternidad, a fin de distinguirlo de la festividad religiosa de la Inmaculada Concepción. Y en esas estamos.

       

En mi generación no preparábamos regalos tan elaborados como lo han hecho y lo hacen nuestros hijos y nietos. Ahora los pequeños los confeccionan cuidadosamente en sus colegios bajo la vigilancia de sus mentores y los mayores, que tienen la suerte de seguir contando con su madre, se presentan con un regalito o un ramo de flores. Los que desgraciadamente la hemos perdido hace años la recordamos con añoranza y con el sentimiento de no haberlo hecho demasiado bien cuando pudimos.

        

Aun nos queda el recuerdo. Ahora valoramos los esfuerzos de aquellas madres-coraje de la posguerra las que “nunca tenían hambre o comían en la cocina”. Las que zurcían calcetines y arreglaban trajes, las que hacían jabón en casa o se ponían en la “cola del petróleo”. Las que cuidaban tus resfriados o te purgaban cuando estabas empachado.

       

Recuerdo a mi madre preparándome la comida para las excursiones, mandándome paquetes de comida a la mili o viviendo su soledad de viuda joven dedicada en exclusiva a cuidar de su hijo. Recuerdo a mi madre reincorporándose a su magisterio con casi sesenta años para “evitar gastos de sus hijos”.

      

Sigo teniendo en mi mente a una madre orgullosa de sus vástagos, loca de contento cuando aparecíamos por su casa y siempre dispuesta a hacernos una “pescada con mayonesa” o un arroz con leche insuperable. Recuerdo a esa madre achacosa, con más de ochenta años, un tanto cascarrabias, pero con una sonrisa en los labios apenas me veía llegar. En fin. Una madre como todas. Única e irrepetible. Aquella que me parió, me crió y me aguantó. Aquella que dio gran parte de su vida por mi y que, desgraciadamente, perdí hace unos cuantos años.

      

Las madres son las protagonistas hoy de la Buena Noticia. Ahora y siempre. No hace falta que te lo recuerden los medios. El Día de la Madre se celebra cada vez que la recuerdas. ¡Cuánta razón tenía el Papa Juan Pablo I cuando dijo que Dios era padre y madre! Entendemos mucho mejor la comparación del amor infinito de Dios con el de una madre.

Todos los días son el Día de la Madre

Cuando vamos cumpliendo años valoramos mucho más lo que ha significado la presencia de la madre en nuestra existencia
Manuel Montes Cleries
lunes, 2 de mayo de 2022, 09:16 h (CET)

Hoy se celebra el día de la Madre. Los españoles lo celebrábamos tradicionalmente el 8 de diciembre, el día de la Inmaculada, pero, a un presidente americano se le ocurrió trasladarla al mes de mayo. Nosotros, como siempre, a seguir lo que nos manden. Finalmente en España decidimos que se festejara el primer domingo de mayo, como culto a la maternidad, a fin de distinguirlo de la festividad religiosa de la Inmaculada Concepción. Y en esas estamos.

       

En mi generación no preparábamos regalos tan elaborados como lo han hecho y lo hacen nuestros hijos y nietos. Ahora los pequeños los confeccionan cuidadosamente en sus colegios bajo la vigilancia de sus mentores y los mayores, que tienen la suerte de seguir contando con su madre, se presentan con un regalito o un ramo de flores. Los que desgraciadamente la hemos perdido hace años la recordamos con añoranza y con el sentimiento de no haberlo hecho demasiado bien cuando pudimos.

        

Aun nos queda el recuerdo. Ahora valoramos los esfuerzos de aquellas madres-coraje de la posguerra las que “nunca tenían hambre o comían en la cocina”. Las que zurcían calcetines y arreglaban trajes, las que hacían jabón en casa o se ponían en la “cola del petróleo”. Las que cuidaban tus resfriados o te purgaban cuando estabas empachado.

       

Recuerdo a mi madre preparándome la comida para las excursiones, mandándome paquetes de comida a la mili o viviendo su soledad de viuda joven dedicada en exclusiva a cuidar de su hijo. Recuerdo a mi madre reincorporándose a su magisterio con casi sesenta años para “evitar gastos de sus hijos”.

      

Sigo teniendo en mi mente a una madre orgullosa de sus vástagos, loca de contento cuando aparecíamos por su casa y siempre dispuesta a hacernos una “pescada con mayonesa” o un arroz con leche insuperable. Recuerdo a esa madre achacosa, con más de ochenta años, un tanto cascarrabias, pero con una sonrisa en los labios apenas me veía llegar. En fin. Una madre como todas. Única e irrepetible. Aquella que me parió, me crió y me aguantó. Aquella que dio gran parte de su vida por mi y que, desgraciadamente, perdí hace unos cuantos años.

      

Las madres son las protagonistas hoy de la Buena Noticia. Ahora y siempre. No hace falta que te lo recuerden los medios. El Día de la Madre se celebra cada vez que la recuerdas. ¡Cuánta razón tenía el Papa Juan Pablo I cuando dijo que Dios era padre y madre! Entendemos mucho mejor la comparación del amor infinito de Dios con el de una madre.

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