Hoy, en la convivencia social y relaciones humanas de todo tipo, vemos la necesidad imperiosa de no ahogar la verdad y dejarla respirar, empezando por la verdad más esencial: no somos dioses y mal nos irá si expulsamos a Dios de nuestra sociedad para usurpar su lugar. Sucederá lo que afirmaba Henry de Lubac: ”No es cierto, como a veces se dice, que el hombre no puede organizar el mundo sin Dios. Lo cierto es que, sin Dios, sólo puede organizarlo contra el hombre”.
Esto sucede al tomar decisiones que basadas en falsas premisas confirman aquella sentencia: “La primera víctima de la guerra es la verdad”, como está ocurriendo estos días con la invasión de Ucrania. El Papa Francisco ha dirigido “un llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas, para que hagan un serio examen de conciencia delante de Dios, que es Dios de la paz y no de la guerra: que es Padre de todos, no solo de algunos, que nos quiere hermanos y no enemigos” (Audiencia gral. 23-II-22). Hoy Consagra Ucrania y Rusia a la Virgen María.
Minamos la concordia humana si no respetamos la verdad, que es su fundamento. Que cada une aporte su granito de arena, para construir una convivencia fraterna, sin mentiras ni engaños. Bastará seguir el consejo del Señor recordándonos de nuevo -y no es casualidad-, que el demonio está de parte del mentiroso: “Que vuestro modo de hablar sea: ‘Si, sí’; ‘no, no’. Lo que exceda de esto, viene del Maligno” (Mt 5, 37).
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