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Las fallas deben replantearse cómo debe ser su continuidad, en estos momentos la fiesta fallera padece de gigantismo

Reflexiones post falleras

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Generalmente escribir sobre las fallas es caminar por el filo de la navaja y exponerse a la lapidación pública si, por casualidad, el texto pisa sin querer el “callo” de algún fallero acérrimo y enemigo de la autocrítica. 


Allá por los primeros años 70 del siglo pasado, todavía en los tiempos en que el general de los sellos de correos mandaba sobre vidas y haciendas en su cortijo de España, unos falleros, los de la falla Corretgeria-Banys dels Pavesos con Joan Monleón al frente crearon un concurso de teatro dirigido a las fallas. Se trataba de interpretar obras bastante alejadas de las habituales en el ámbito de los casales falleros. 


Las autoridades franquistas con su alcalde, Miguel Ramón Izquierdo, al frente lo impidieron con la excusa que el concurso era patrocinado por una conocida marca de cava catalán. En aquellos tiempos el anticatalanismo era el arma de la extrema derecha contra sus posibles adversarios en la que se esperaba próxima llegada de la democracia y las urnas a España. Yo padecí aquellos ataques de incultura cuando en una rueda de prensa convocada por Pascual Lainosa, presidente de la Junta Central Fallera, para explicar la prohibición del concurso teatral fui expulsado de la misma por escribir en Oriflama, una revista catalana, de nada sirvió que, en aquellos momentos, también escribiera en Las Provincias diario valenciano.


Tuve más suerte que Joan Fuster, su efigie ardió un nueve de marzo de 1963 al final de la Cabalgata del Ninot de aquel año. Durante 1962 Fuster había publicado “Nosaltres els valencians” y “El País Valenciano”, el primero un aldabonazo que despertó muchas conciencias y que hizo que el pensamiento nacionalista sembrara su simiente entre la población del País Valencià. El segundo es una guía de las tierras valencianas en la que se critica con un cierto humor cáustico algunas de las costumbres y tópicos valencianos. 


El auto de fe en el que ardió el Fuster de cartón y madera no fue un acto fallero espontaneo, desde Las Provincias se había ido echando leña al fuego diciendo que había escrito “las falleras se disfrazan”, cuando en realidad en “El País Valenciano” se puede leer “las muchachas se disfrazan a la primera ocasión con cualquier traje típico que tengan a mano”, Si Fuster viviera ahora y presenciara algunos pasacalles falleros, o el desfile de la Ofrena, seguramente a la frase añadiría también a los “muchachos” porque en aras de seguir las modas que marcan los indumentaristas es tal la variedad de trajes que los falleros exhiben que a veces creo estar ante una pasarela de una moda cuyos vestidos dudo mucho que lucieran mis antepasados, ni tan solo en los días de fiesta grande.


Realmente a Fuster los falleros y las autoridades franquistas no lo condenaron por lo que decía en “El País Valenciano” lo que les molestó fue lo que demostraba y decía en “Nosaltres els valencians”, los más doctos no querían reconocerse ante el espejo que Joan Fuster les estaba poniendo delante, ese no era su país, el que cada vez que se reúne canta para “ofrendar nuevas glorias a España”, el que niega lo que todas las Universidades del mundo dan como cierto: la unidad de la lengua. A partir de aquella fecha Fuster pasó a ser un proscrito para los medios de comunicación valencianos hasta que con la muerte del dictador una nueva prensa llegó a tierras valencianas, y en la que pudimos leer sus colaboraciones. Pero este año Fuster ha vuelto a ser pasto de las llamas, una pequeña falla le ha vuelto a lanzar a los fuegos del infierno esta vez la noche de San José y con la biblia del nacionalismo valenciano “Nosaltres els valencians” en las manos, disfrazada, eso si, bajo el titulo de “Nosaltres els suecans”, creo que ni tan siquiera en la fiesta fallera se debe quemar un libro, es un mal ejemplo para las generaciones más jóvenes.


Que las fallas son obras de arte está fuera de toda discusión, y como todo arte tiene sus diversas formas de expresarse, y en Fallas paseando por València es fácil pasar del barroquismo más extremado a nuevas formas de entender el arte fallero. Durante un tiempo, y tal vez todavía, estas nuevas formas no han sido ni bien recibidas ni asimiladas por la mayoría del mundo fallero, pero, paso a paso, nuevas tendencias van abriéndose paso entre las comisiones falleras. 


Este año la artista Anna Ruiz ha “plantado” en una falla una enorme figura femenina desnuda con las piernas abiertas mostrando sus genitales, fuente de vida podría ser el lema. En el mundo de las fallas los genitales femeninos han sido citados infinidad de veces, “figa”, “parrús” “clotxina” “tomaca” son algunos de los nombres que han aparecido a lo largo del tiempo en los carteles y la literatura de las fallas. pero ver la imagen de una mujer desnuda todavía hay quien no lo puede consentir, los energúmenos que patearon y destrozaron los genitales de cartón de la “ninota” de la falla de Lepanto no tienen nada que ver con las fallas, eso espero, son la cuota de imbéciles que le toca padecer a cada fiesta popular, son incapaces de hacer sus fechorías en plena luz del día y se esconden entre el alcohol y la”manada” para intentar fastidiar la fiesta a los demás. Seguro que no han leído a Benedetti y no saben que “una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra” Espero el advenimiento de nuevas fallas de composición moderna, y espero que, poco a poco, este nuevo arte fallero sea bien acogido por las masas falleras.


Pero las fallas deben replantearse cómo debe ser su continuidad, en estos momentos la fiesta fallera padece de gigantismo, y no sólo en esos monumentos enormes, la ofrenda, una fiesta que tiene su origen en el año 1941, tan solo dos años después del fin de la guerra civil, también debería ser objeto de reestructuración, y lo que necesita un cambio de rumbo inmediato es la proliferación de carpas falleras que interrumpen el tráfico normal en la ciudad, también, por el bien de los vecinos que no viven con tanta intensidad la fiesta el Ayuntamiento y las comisiones falleras deberían velar por el cumplimiento de los horarios de las verbenas falleras y la posterior limpieza de las calles donde se celebren. 


No puede ser que los incivicos de costumbre aprovechen la oportunidad de las fiestas para ensuciar la ciudad a su libre albedrío. Porque València, los valencianos y sus visitantes se merecen unas fiestas, declaradas por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, dignas, y unas fiestas donde el valenciano, la lengua del País Valencià, sea el centro de las Fallas. En las Fallas y después de ellas. Que suene la lengua del País mucho más allá del clásico “senyor pirotècnic, pot començar la mascletà”

Reflexiones post falleras

Las fallas deben replantearse cómo debe ser su continuidad, en estos momentos la fiesta fallera padece de gigantismo
Rafa Esteve-Casanova
viernes, 25 de marzo de 2022, 08:37 h (CET)

Generalmente escribir sobre las fallas es caminar por el filo de la navaja y exponerse a la lapidación pública si, por casualidad, el texto pisa sin querer el “callo” de algún fallero acérrimo y enemigo de la autocrítica. 


Allá por los primeros años 70 del siglo pasado, todavía en los tiempos en que el general de los sellos de correos mandaba sobre vidas y haciendas en su cortijo de España, unos falleros, los de la falla Corretgeria-Banys dels Pavesos con Joan Monleón al frente crearon un concurso de teatro dirigido a las fallas. Se trataba de interpretar obras bastante alejadas de las habituales en el ámbito de los casales falleros. 


Las autoridades franquistas con su alcalde, Miguel Ramón Izquierdo, al frente lo impidieron con la excusa que el concurso era patrocinado por una conocida marca de cava catalán. En aquellos tiempos el anticatalanismo era el arma de la extrema derecha contra sus posibles adversarios en la que se esperaba próxima llegada de la democracia y las urnas a España. Yo padecí aquellos ataques de incultura cuando en una rueda de prensa convocada por Pascual Lainosa, presidente de la Junta Central Fallera, para explicar la prohibición del concurso teatral fui expulsado de la misma por escribir en Oriflama, una revista catalana, de nada sirvió que, en aquellos momentos, también escribiera en Las Provincias diario valenciano.


Tuve más suerte que Joan Fuster, su efigie ardió un nueve de marzo de 1963 al final de la Cabalgata del Ninot de aquel año. Durante 1962 Fuster había publicado “Nosaltres els valencians” y “El País Valenciano”, el primero un aldabonazo que despertó muchas conciencias y que hizo que el pensamiento nacionalista sembrara su simiente entre la población del País Valencià. El segundo es una guía de las tierras valencianas en la que se critica con un cierto humor cáustico algunas de las costumbres y tópicos valencianos. 


El auto de fe en el que ardió el Fuster de cartón y madera no fue un acto fallero espontaneo, desde Las Provincias se había ido echando leña al fuego diciendo que había escrito “las falleras se disfrazan”, cuando en realidad en “El País Valenciano” se puede leer “las muchachas se disfrazan a la primera ocasión con cualquier traje típico que tengan a mano”, Si Fuster viviera ahora y presenciara algunos pasacalles falleros, o el desfile de la Ofrena, seguramente a la frase añadiría también a los “muchachos” porque en aras de seguir las modas que marcan los indumentaristas es tal la variedad de trajes que los falleros exhiben que a veces creo estar ante una pasarela de una moda cuyos vestidos dudo mucho que lucieran mis antepasados, ni tan solo en los días de fiesta grande.


Realmente a Fuster los falleros y las autoridades franquistas no lo condenaron por lo que decía en “El País Valenciano” lo que les molestó fue lo que demostraba y decía en “Nosaltres els valencians”, los más doctos no querían reconocerse ante el espejo que Joan Fuster les estaba poniendo delante, ese no era su país, el que cada vez que se reúne canta para “ofrendar nuevas glorias a España”, el que niega lo que todas las Universidades del mundo dan como cierto: la unidad de la lengua. A partir de aquella fecha Fuster pasó a ser un proscrito para los medios de comunicación valencianos hasta que con la muerte del dictador una nueva prensa llegó a tierras valencianas, y en la que pudimos leer sus colaboraciones. Pero este año Fuster ha vuelto a ser pasto de las llamas, una pequeña falla le ha vuelto a lanzar a los fuegos del infierno esta vez la noche de San José y con la biblia del nacionalismo valenciano “Nosaltres els valencians” en las manos, disfrazada, eso si, bajo el titulo de “Nosaltres els suecans”, creo que ni tan siquiera en la fiesta fallera se debe quemar un libro, es un mal ejemplo para las generaciones más jóvenes.


Que las fallas son obras de arte está fuera de toda discusión, y como todo arte tiene sus diversas formas de expresarse, y en Fallas paseando por València es fácil pasar del barroquismo más extremado a nuevas formas de entender el arte fallero. Durante un tiempo, y tal vez todavía, estas nuevas formas no han sido ni bien recibidas ni asimiladas por la mayoría del mundo fallero, pero, paso a paso, nuevas tendencias van abriéndose paso entre las comisiones falleras. 


Este año la artista Anna Ruiz ha “plantado” en una falla una enorme figura femenina desnuda con las piernas abiertas mostrando sus genitales, fuente de vida podría ser el lema. En el mundo de las fallas los genitales femeninos han sido citados infinidad de veces, “figa”, “parrús” “clotxina” “tomaca” son algunos de los nombres que han aparecido a lo largo del tiempo en los carteles y la literatura de las fallas. pero ver la imagen de una mujer desnuda todavía hay quien no lo puede consentir, los energúmenos que patearon y destrozaron los genitales de cartón de la “ninota” de la falla de Lepanto no tienen nada que ver con las fallas, eso espero, son la cuota de imbéciles que le toca padecer a cada fiesta popular, son incapaces de hacer sus fechorías en plena luz del día y se esconden entre el alcohol y la”manada” para intentar fastidiar la fiesta a los demás. Seguro que no han leído a Benedetti y no saben que “una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra” Espero el advenimiento de nuevas fallas de composición moderna, y espero que, poco a poco, este nuevo arte fallero sea bien acogido por las masas falleras.


Pero las fallas deben replantearse cómo debe ser su continuidad, en estos momentos la fiesta fallera padece de gigantismo, y no sólo en esos monumentos enormes, la ofrenda, una fiesta que tiene su origen en el año 1941, tan solo dos años después del fin de la guerra civil, también debería ser objeto de reestructuración, y lo que necesita un cambio de rumbo inmediato es la proliferación de carpas falleras que interrumpen el tráfico normal en la ciudad, también, por el bien de los vecinos que no viven con tanta intensidad la fiesta el Ayuntamiento y las comisiones falleras deberían velar por el cumplimiento de los horarios de las verbenas falleras y la posterior limpieza de las calles donde se celebren. 


No puede ser que los incivicos de costumbre aprovechen la oportunidad de las fiestas para ensuciar la ciudad a su libre albedrío. Porque València, los valencianos y sus visitantes se merecen unas fiestas, declaradas por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, dignas, y unas fiestas donde el valenciano, la lengua del País Valencià, sea el centro de las Fallas. En las Fallas y después de ellas. Que suene la lengua del País mucho más allá del clásico “senyor pirotècnic, pot començar la mascletà”

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