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Me gusta ser viejo. Me gusta ser la persona en la que me he convertido

Brinqué los 70

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Edad cuando el proceso fisiológico común en todos los seres humanos produce cambios físicos, psicológicos y sociales, normalmente es considerado vejez o tercera edad, es el momento donde muchas personas sufren un punto de inflexión en sus vidas. Helen Hayes dijo: los años más duros de la vida son los que existen entre los diez y setenta años.


Mi reflexión sobre las ventajas de envejecer: Nunca cambiaría a mis increíbles amigos, porque los amigos son espejos y sombra. «El espejo nunca miente y la sombra nunca se aleja», y ya quedan pocos, ellos y mi vida maravillosa, mi querida familia, todo ello no lo cambio por menos canas o por un vientre más plano. A medida que he madurado, me he vuelto más amable, y menos crítico conmigo mismo, por lo que me he ido convirtiendo en mi propio amigo. No tengo sentimiento de culpabilidad al comer unas galletas de más, o al hacer la cama cuando quiera, o comprar algo tonto que no necesito. Tengo derecho a ser desordenado o extravagante.


He visto a varios amigos y seres queridos abandonar este mundo demasiado pronto, antes de que se dieran cuenta de la gran libertad que aporta la vejez. ¿Nadie debe reprocharme, si me pongo a leer o a jugar con mi ordenador hasta las cuatro de la madrugada y dormir hasta el mediodía? ¿O molestarle que me quede en la cama o frente al televisor, todo el tiempo que quiera?


Bailaré al son de aquellos éxitos maravillosos de los años 70, 80 y 90, y si de paso me entran ganas de llorar por un amor perdido, pues lloro. Aunque los años de lucha contra la dictadura durante los 60, 70, 80 nunca olvidaré, la edad ya solo me permite algunas concentraciones y manifestaciones, pero cada vez menos, solo la pluma utilizo en defensa de los derechos sociales arrebatados que se consiguieron aquellos negros años, o las injusticias nacionales e internacionales actuales y por la República.


Ahora es hacer lo que quiera, como caminar por la playa con esos pantalones cortos, demasiado ajustados para un cuerpo ya en declive, y me sumergiré en las olas con abandono, a pesar de las miradas de conmiseración de otros más jóvenes y dinámicos. Ellos también envejecerán.


Sé que a veces tengo descuidos de memoria, pero creo que con respecto a algunas cosas de la vida lo mejor es olvidarse de ellas. Pero recuerdo las cosas importantes. Por supuesto, a lo largo de los años, mi corazón se ha partido o hecho añicos más de una vez. Sin embargo, los corazones partidos nos procuran fuerza, comprensión y compasión. Un corazón que nunca ha sufrido es inmaculado y estéril, y nunca conocerá la alegría de ser imperfecto.


Tengo la suerte de haber vivido lo suficiente como para tener gris lo que me queda de cabello y para conservar la risa juvenil grabada para siempre en los surcos profundos de mi cara. Muchos nunca se rieron, muchos murieron antes de que les salieran canas. Pero a medida que se envejece, es más fácil ser positivo e independiente. Importa menos lo que piensen los demás.


Yo ya no me cuestiono. Me he ganado el derecho a estar equivocado. Entonces, respondiendo a tu pregunta o extrañeza: Me gusta ser viejo. Me gusta ser la persona en la que me he convertido. No viviré para siempre, eso lo sé, pero mientras esté aquí, no perderé el tiempo lamentando lo que pudo haber sido y no fue, y todavía menos preocupándome por lo que será, porque puede que ni lo vea. Y cuando tenga ganas comeré cierto postre, si se tercia claro. ¿Lo captas?

Brinqué los 70

Me gusta ser viejo. Me gusta ser la persona en la que me he convertido
José Enrique Centén
lunes, 14 de marzo de 2022, 08:29 h (CET)

Edad cuando el proceso fisiológico común en todos los seres humanos produce cambios físicos, psicológicos y sociales, normalmente es considerado vejez o tercera edad, es el momento donde muchas personas sufren un punto de inflexión en sus vidas. Helen Hayes dijo: los años más duros de la vida son los que existen entre los diez y setenta años.


Mi reflexión sobre las ventajas de envejecer: Nunca cambiaría a mis increíbles amigos, porque los amigos son espejos y sombra. «El espejo nunca miente y la sombra nunca se aleja», y ya quedan pocos, ellos y mi vida maravillosa, mi querida familia, todo ello no lo cambio por menos canas o por un vientre más plano. A medida que he madurado, me he vuelto más amable, y menos crítico conmigo mismo, por lo que me he ido convirtiendo en mi propio amigo. No tengo sentimiento de culpabilidad al comer unas galletas de más, o al hacer la cama cuando quiera, o comprar algo tonto que no necesito. Tengo derecho a ser desordenado o extravagante.


He visto a varios amigos y seres queridos abandonar este mundo demasiado pronto, antes de que se dieran cuenta de la gran libertad que aporta la vejez. ¿Nadie debe reprocharme, si me pongo a leer o a jugar con mi ordenador hasta las cuatro de la madrugada y dormir hasta el mediodía? ¿O molestarle que me quede en la cama o frente al televisor, todo el tiempo que quiera?


Bailaré al son de aquellos éxitos maravillosos de los años 70, 80 y 90, y si de paso me entran ganas de llorar por un amor perdido, pues lloro. Aunque los años de lucha contra la dictadura durante los 60, 70, 80 nunca olvidaré, la edad ya solo me permite algunas concentraciones y manifestaciones, pero cada vez menos, solo la pluma utilizo en defensa de los derechos sociales arrebatados que se consiguieron aquellos negros años, o las injusticias nacionales e internacionales actuales y por la República.


Ahora es hacer lo que quiera, como caminar por la playa con esos pantalones cortos, demasiado ajustados para un cuerpo ya en declive, y me sumergiré en las olas con abandono, a pesar de las miradas de conmiseración de otros más jóvenes y dinámicos. Ellos también envejecerán.


Sé que a veces tengo descuidos de memoria, pero creo que con respecto a algunas cosas de la vida lo mejor es olvidarse de ellas. Pero recuerdo las cosas importantes. Por supuesto, a lo largo de los años, mi corazón se ha partido o hecho añicos más de una vez. Sin embargo, los corazones partidos nos procuran fuerza, comprensión y compasión. Un corazón que nunca ha sufrido es inmaculado y estéril, y nunca conocerá la alegría de ser imperfecto.


Tengo la suerte de haber vivido lo suficiente como para tener gris lo que me queda de cabello y para conservar la risa juvenil grabada para siempre en los surcos profundos de mi cara. Muchos nunca se rieron, muchos murieron antes de que les salieran canas. Pero a medida que se envejece, es más fácil ser positivo e independiente. Importa menos lo que piensen los demás.


Yo ya no me cuestiono. Me he ganado el derecho a estar equivocado. Entonces, respondiendo a tu pregunta o extrañeza: Me gusta ser viejo. Me gusta ser la persona en la que me he convertido. No viviré para siempre, eso lo sé, pero mientras esté aquí, no perderé el tiempo lamentando lo que pudo haber sido y no fue, y todavía menos preocupándome por lo que será, porque puede que ni lo vea. Y cuando tenga ganas comeré cierto postre, si se tercia claro. ¿Lo captas?

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