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Pablo Bethencourt armoniza música y lírica en “Esquina Bulevar”

Lo poético-bethencourtiano

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MANUEL LÓPEZ AZORÍN, DIEGO VADILLO LÓPEZ, MARÍA ANTONIA ORTEGA Y FRANCISCO CARO

El pasado 3 de marzo tuvo lugar (en la Biblioteca Eugenio Trías, enclavada en el Retiro) la presentación del poemario “Esquina Bulevar” (Detorres Editores, 2022), del pianista y poeta Pablo Bethencourt, un acto que contó con las ponencias de Manuel López Azorín, de María Antonia Ortega, de Francisco Caro y de quien esto les escribe. 


PABLO BETHENCOURT, JOSÉ MARÍA MAÑERO Y MAYTE DOMÍNGUEZ

Pablo Bethencourt, al piano, José María Mañero, al violonchelo, y Mayte Domínguez


Fue un placer acudir a participar en tal evento porque resultó el mismo del todo delicioso; no en vano, a las disquisiciones y recitaciones que se desarrollaron se unieron las piezas musicales interpretadas por el propio Bethencourt al piano y por José María Mañero al violonchelo (participadas vocalmente muchas de las mismas por Mayte Domínguez. También su nieto Daniel Torner Bethencourt intervino recitando un poema). El acto rayó a gran altura, como no podía ser menos, pues la poesía que se presentaba armonizada en el volumen objeto de la convocatoria no era nada desdeñable. Paso, a continuación, a glosar algunas de las piezas.


Nuestro poeta se me antoja un avizorador de crepúsculos toda vez que aprehende los rasgos de recordaciones y realidades, los cuales son tornados por él símbolo y ritmo mediante su poética pericia como versificador.


PABLO BETHENCOURT

Pablo Bethencourt


Hace, por ejemplo, vanguardismo nuestro poeta con la depresión. En el poema “Antidepresivos” da fe de un amaestrado delirio tornado delicia lírica. El dolor y la travesura son machihembrados en esta pieza. Humanizadas píldoras azules visitan al vate, cuyas palabras se erigen en “frascos de azuladas bolitas” en una suerte de sinestésica manera de evidenciar cómo el molturado ánimo se pudo ver aupado por una química agencia de representación en las públicas comparecencias del versificador en la atroz existencia. Estremece y deleita al tiempo dicho poema.


“Oculto” es poema que ejemplifica fehacientemente cómo los paisajes internos y externos del poeta se condicionan mutuamente. La voz poética tiende a cosificarse, al tiempo que dota de vida al mundo percibido en derredor e intrínsecamente, en animista ardid, el cual resulta de gran eficacia a efectos de plástica poeticidad. La pena es tornada moneda de cambio bajo sonoras cúpulas en la noche oscura del alma del cantor.


En “El techo de la calle” observamos otro rasgo muy característico de Pablo Bethencourt: el abrupto encabalgamiento, detalle que otorga un más marcado ritmo a las piezas en sorpresivo giro que se amalgama a la perfección con las sorprendentes prosopopeyas (un humanizado universo nos es atraído junto con nombres y amaneceres no menos humanamente vivificados). Es Bethencourt un lírico armonizador cósmico de lo intangible con lo natural en su vertiente más ecológica. Logra “locus amoenus” alucinados y alucinantes merced a las imágenes que pone en solfa, acotando y expandiendo sin sucesión de continuidad su propio universo creativo.


“El orden del amor” es un delicioso poema con resabios modernistas que, asimismo, aúna muchas de las características antedichas en relación con los precedentes poemas glosados. La magnífica metáfora “la almohada silenciosa del amanecer” es prueba de ello. También los subsiguientes versos: “Estoy aquí como siempre en el borde/ entre perfumes revoloteados por quimeras de tu contemplación”.


También hace uso Bethencourt del simbolismo fonológico, como se puede comprobar en “Vaho de tascas”, poema en el que, además de seguir cosificando con pericia de orfebre el mundo aprehendido y de persistir en la captura de realidades para obrar fascinadoras sinestesias y de abundar en un delicado proceder en la selección del léxico, genera una humidificada atmósfera mediante la selección de una serie de fonemas que son estratégicamente administrados en pos de lograr generar y transmitir una muy concreta atmósfera sonora que traslada hacia el universo referido al lector, en un alarde de manejo del mentado simbolismo sonoro.


Abundan los fonemas nasales (/m/, /n/) que otorgan una sensación de respirabilidad del ambiente en que quiere integrarnos el poeta, el de una tasca henchida de alcaloides, nitrogenadas, reminiscencias.


Pablo Bethencourt es una voz lírica reconocible cuyas poemáticas estructuras acostumbran a incidir en lo metapoético; en lo existencial… En sus versos la música muchas veces es tema y siempre manera.


Acabemos este recorrido con un poema de vate hasta aquí modestamente elucidado:


OCULTO


Dime oh tú noche oscura ¿qué has hecho?

devuélveme mi pena

hazme un rostro de carne con tu cincel de estrellas

no dejes sobre lienzos

de sílice y arena

este cuerpo que yace bajo tu voz de cúpulas

Como auriga o centauro

has venido deprisa a mi ausencia cobriza

ataviado de ortigas

salmos

catafalco envolvente

detrás

en la ceniza


PARTICIPANTES

Participantes en el acto

Lo poético-bethencourtiano

Pablo Bethencourt armoniza música y lírica en “Esquina Bulevar”
Diego Vadillo López
viernes, 4 de marzo de 2022, 11:28 h (CET)

MANUEL LÓPEZ AZORÍN, DIEGO VADILLO LÓPEZ, MARÍA ANTONIA ORTEGA Y FRANCISCO CARO

El pasado 3 de marzo tuvo lugar (en la Biblioteca Eugenio Trías, enclavada en el Retiro) la presentación del poemario “Esquina Bulevar” (Detorres Editores, 2022), del pianista y poeta Pablo Bethencourt, un acto que contó con las ponencias de Manuel López Azorín, de María Antonia Ortega, de Francisco Caro y de quien esto les escribe. 


PABLO BETHENCOURT, JOSÉ MARÍA MAÑERO Y MAYTE DOMÍNGUEZ

Pablo Bethencourt, al piano, José María Mañero, al violonchelo, y Mayte Domínguez


Fue un placer acudir a participar en tal evento porque resultó el mismo del todo delicioso; no en vano, a las disquisiciones y recitaciones que se desarrollaron se unieron las piezas musicales interpretadas por el propio Bethencourt al piano y por José María Mañero al violonchelo (participadas vocalmente muchas de las mismas por Mayte Domínguez. También su nieto Daniel Torner Bethencourt intervino recitando un poema). El acto rayó a gran altura, como no podía ser menos, pues la poesía que se presentaba armonizada en el volumen objeto de la convocatoria no era nada desdeñable. Paso, a continuación, a glosar algunas de las piezas.


Nuestro poeta se me antoja un avizorador de crepúsculos toda vez que aprehende los rasgos de recordaciones y realidades, los cuales son tornados por él símbolo y ritmo mediante su poética pericia como versificador.


PABLO BETHENCOURT

Pablo Bethencourt


Hace, por ejemplo, vanguardismo nuestro poeta con la depresión. En el poema “Antidepresivos” da fe de un amaestrado delirio tornado delicia lírica. El dolor y la travesura son machihembrados en esta pieza. Humanizadas píldoras azules visitan al vate, cuyas palabras se erigen en “frascos de azuladas bolitas” en una suerte de sinestésica manera de evidenciar cómo el molturado ánimo se pudo ver aupado por una química agencia de representación en las públicas comparecencias del versificador en la atroz existencia. Estremece y deleita al tiempo dicho poema.


“Oculto” es poema que ejemplifica fehacientemente cómo los paisajes internos y externos del poeta se condicionan mutuamente. La voz poética tiende a cosificarse, al tiempo que dota de vida al mundo percibido en derredor e intrínsecamente, en animista ardid, el cual resulta de gran eficacia a efectos de plástica poeticidad. La pena es tornada moneda de cambio bajo sonoras cúpulas en la noche oscura del alma del cantor.


En “El techo de la calle” observamos otro rasgo muy característico de Pablo Bethencourt: el abrupto encabalgamiento, detalle que otorga un más marcado ritmo a las piezas en sorpresivo giro que se amalgama a la perfección con las sorprendentes prosopopeyas (un humanizado universo nos es atraído junto con nombres y amaneceres no menos humanamente vivificados). Es Bethencourt un lírico armonizador cósmico de lo intangible con lo natural en su vertiente más ecológica. Logra “locus amoenus” alucinados y alucinantes merced a las imágenes que pone en solfa, acotando y expandiendo sin sucesión de continuidad su propio universo creativo.


“El orden del amor” es un delicioso poema con resabios modernistas que, asimismo, aúna muchas de las características antedichas en relación con los precedentes poemas glosados. La magnífica metáfora “la almohada silenciosa del amanecer” es prueba de ello. También los subsiguientes versos: “Estoy aquí como siempre en el borde/ entre perfumes revoloteados por quimeras de tu contemplación”.


También hace uso Bethencourt del simbolismo fonológico, como se puede comprobar en “Vaho de tascas”, poema en el que, además de seguir cosificando con pericia de orfebre el mundo aprehendido y de persistir en la captura de realidades para obrar fascinadoras sinestesias y de abundar en un delicado proceder en la selección del léxico, genera una humidificada atmósfera mediante la selección de una serie de fonemas que son estratégicamente administrados en pos de lograr generar y transmitir una muy concreta atmósfera sonora que traslada hacia el universo referido al lector, en un alarde de manejo del mentado simbolismo sonoro.


Abundan los fonemas nasales (/m/, /n/) que otorgan una sensación de respirabilidad del ambiente en que quiere integrarnos el poeta, el de una tasca henchida de alcaloides, nitrogenadas, reminiscencias.


Pablo Bethencourt es una voz lírica reconocible cuyas poemáticas estructuras acostumbran a incidir en lo metapoético; en lo existencial… En sus versos la música muchas veces es tema y siempre manera.


Acabemos este recorrido con un poema de vate hasta aquí modestamente elucidado:


OCULTO


Dime oh tú noche oscura ¿qué has hecho?

devuélveme mi pena

hazme un rostro de carne con tu cincel de estrellas

no dejes sobre lienzos

de sílice y arena

este cuerpo que yace bajo tu voz de cúpulas

Como auriga o centauro

has venido deprisa a mi ausencia cobriza

ataviado de ortigas

salmos

catafalco envolvente

detrás

en la ceniza


PARTICIPANTES

Participantes en el acto

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