Son casi las doce de la noche. En televisión enfocan a un Cristiano Ronaldo llorando descontrolado, de alegría claro, tras una final de infarto que se decidió como se esperaba, en la tanda de penaltis. Ronaldo, protagonista durante el partido con su espectacular golazo que abría el marcador de la fina, y cerraba las bocas de aquellas que le acusaban de esconderse en las grandes ocasiones.
Y llegaron los penaltis. En esos momentos no importaba ser mejor o peor, sino tener confianza en ti mismo y estar lo suficientemente frio como para superar una tensión tal. Y Ronaldo estuvo ahí, y volvió a fallar su segundo penalti consecutivo en esta Liga de Campeones, precisamente en semifinal y final. A pesar de todo, la fortuna se alió con el Manchester, en forma de resbalón, provocando que Terry lanzara su pena máxima a la madera, donde ya se habían estrellado los londinenses dos veces más durante el encuentro.
Al final, Van Der Sar dio el título a los Red Devils, y Ronaldo estalló. No pudo más y rompió a llorar sobre el césped de Moscú. El mejor jugador del mundo, había recibido una lección de humildad, que seguro le hará crecer como futbolista. Ya ha demostrado que en los partidos importantes puede marcar la diferencia.
Ahora tendrá que decidir si seguir a las órdenes de Ferguson o llegar a un Real Madrid que le espera con los brazos abiertos, pero eso ya es otra historia. Ahora disfrutemos de las lágrimas de alegría del mejor jugador del mundo.