En estas esferas musicales recién presentadas en sociedad (Bilbao, Museo Guggenheim, 7 de marzo) el músico de Reading se reinventa a sí mismo. Hay mucha diferencia entre el Oldfield que, en 1973, armado de calidad musical, arrojo y paciencia, virtud difícil en un tipo tan joven como él por aquel entonces, se encerró en The Manor Study, prestado durante una sola semana para grabar y mezclar su "Tubular Bells", opera prima, opera magna, que le consagraría y definiría para siempre, y el Oldfield de "Music of spheres", 2007.
Mucha, mucha diferencia.
Un consumado compositor. Y lo cierto es que Oldfield está o ha ido a parar al lugar que yo siempre pensé que le correspondía: el de un consumado compositor de música clásica contemporánea, un terreno en el que, dejando aparte los aportes sinfónicos propios del género, además de incluir cualquiera de sus versiones del "Tubular", podría caber perfectamente su "Ommadawn", uno de los álbumes más apreciados entre los oldfilómanos más recalcitrantes.
La antigua teoría. Sobre este "Music of the spheres", Mike Oldfield ha explicado que para su composición se ha basado en la antigua teoría de que los planetas contienen música en su interior, música imperceptible para el oído humano y que él ha trasladado a su partitura, porque ahora sí que podemos hablar con más propiedad que nunca de partitura. Teorías aparte, lo bien cierto es que en este cedé nos tropezamos con un Oldfield sinfónico, algo natural y lógico en un músico en cuya obra la melodía siempre primó sobre la letra, un elemento completamente subordinado al realce de aquella. En la sinfonía de Mike hay también una fusión de estilos, un irrenunciable amor por sus orígenes musicales, un mestizaje independiente entre la música clásica de trazado limpio, los ecos lejanos de sus campanitas, las "Oldfield bells", inimitables, irrenunciables, evocadoras, y el punteo personalísimo de su guitarra. Sin olvidar la enorme variedad de tonalidades y cuestas poco abruptas y de suaves descensos, que transitan por la obra: desde cortinas sonoras, al más puro estilo Karl Jenkins, que ha orquestado el álbum, hasta los coros que surgen de las brumas de la música celta y que se anuncian a lo lejos, pasando por la voz de una mujer: siempre hay una voz femenina en los grandes momentos Oldfield.
Mucho más. Pero "Music of the spheres" es mucho más. Oldfield se muestra en esta obra como una auténtica esponja. El músico británico, que ahora divide su tiempo entre Montecarlo y Mallorca, ha asimilado múltiples sonidos bebiendo de fuentes muy distintas para concebir su álbum. Ojo, en ningún momento hablo de plagio, todo lo contrario. Sólo hablo de capacidad de aprendizaje, absorción y síntesis. En "Musica of the spheres" que fluye sin cortes, como un río por su cauce hasta su desembocadura en el delta del silencio final, carente de los movimientos típicos de una sinfonía o de una suite al uso, excepto la obertura, "Harbinger", y la conclusión, "Musica Universalis", están presentes muchos antecedentes ilustres: Holst y sus "Planetas"; Bacarisse y los llantos de su guitarra; Prokofiev y su "Troika from Lieutenant Kijé"; Rimsky-Korsakov y su "Scherezade"; Elmer Bernstein con la banda sonora de "La edad de la inocencia"; Morricone y sus coros misionales; arpegios de piano; elegíacas flautas irlandesas; arpas oníricas; transiciones sonoras al más puro estilo de largometrajes del Oeste americano o de entrañable película de los años cincuenta ("Matar a un ruiseñor", también de Elmer Bernstein).
Mucha música. "Music of the spheeres" es mucha música para digerirla en un solo trago. En realidad, no hay que digerir nada, sólo DISFRUTAR. Este cedé demanda audición tras audición, repeticiones sin fin hasta cogerle el aire, para que el espíritu respire hondo, para descubrir su estructura y, sobre todo, entenderla. Alguno puede seguir pensando que este trabajo no es sino un nuevo "Tubular". Bien, es posible porque también hay campanitas aunque con sonido de piano, pero creo que con esta obra Oldfield ha roto moldes. Sin renunciar a su pasado, como ya dije al principio, se ha reinventado a sí mismo.
Lo venía anunciando. Y lo cierto es que lo venía anunciando desde hacía tiempo y no sólo en su trabajo "Millenium Bells" – tal vez el arranque de la transición de Oldfield hasta su sinfonismo actual –, sino también en su participación en la gira de los Proms por media Europa de los años 2006 y 2007, arropado por una contundente orquesta sinfónica, con matices. Sin su actual apuesta musical, resultaría difícilmente comprensible su participación en eventos de semejante estilo e impronta.
Ya acabo, mis improbables. Correcta presentación del cedé a precio ajustado, con funda especial de cantos redondeados para marcar diferencias. Quizá, mejor sin quizá, se podían haber estirado un poco más en el libreto. Más fotografías (el mitómano vive de todo lo que le hace llegar su ídolo), alguna reproducción de la partitura, no sé, algún detalle más. El oldfilómano, seguidor fiel como pocos, lo merece.
Mi sueño. Y ahora sólo cabe esperar que alguna vez podamos disfrutar de la audición de esta obra por escenarios españoles. "Palaus de la Música", Auditorios y Salas de concierto menudean últimamente. Y no hace falta que intervenga el propio Oldfield, ya que "Music of the spheres" está concebida para ser interpretada por cualquier orquesta sinfónica del mundo, con el aditamento de un pianista y un guitarrista de garantías. ¿Conseguiré ver mi sueño hecho realidad antes de ser pasto de gusanos y malvas? Ojalá, pero lo dudo.
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Mike Oldfield. "Music of the spheres". Universal Records, Cedé, marzo 2008. Precio: 16,95 euros
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