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El Papa en la ONU

Francisco Rodríguez
miércoles, 30 de septiembre de 2015, 22:17 h (CET)
Cuando veo el edificio de la ONU me acuerdo siempre de la Torre de Babel, aquella construcción que pretendieron levantar los hombres que llegara hasta el cielo y dejara constancia de su fama. No era un recordatorio del castigo que recibió la humanidad en forma de diluvio cuando se corrompieron por sus violencias, sino un alarde de su soberbia: llegar hasta el cielo. No llegaron a entenderse ni se terminó la torre.

A lo largo de toda la historia de la humanidad la violencia ha sido permanente entre los pueblos, los imperios, las civilizaciones y después de cada periodo más o menos largo de guerras y enemistades, los vencedores han pretendido organizar el mundo en paz (en su beneficio) acuñando la desvergonzada frase “si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz prepárate para la guerra. El ensayo de Kant sobre la Paz Perpetua, bastante razonable, no ha servido de mucho.

Fracasó la Sociedad de las Naciones creada después de la I Guerra Mundial ya que fue incapaz de evitar la cruenta II Guerra Mundial y al acabar ésta se crea la Organización de las Naciones Unidas que despertó algunas esperanzas, pero que también ha sido incapaz de establecer una paz mundial basada en la justicia.

El Papa Francisco ha ido a la ONU a recordar a las naciones que es necesario que el Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos creados para afrontar la crisis económica, que progresen en la búsqueda de la equidad para limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo, buscando un desarrollo sostenible y no la sumisión asfixiante de estos sistemas crediticios que lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.

También ha recordado que si bien la ONU quiere presentarse como el agente del desarrollo y promoción de la soberanía del derecho, el panorama mundial nos presenta muchos falsos derechos y ─a la vez─ grandes sectores indefensos, víctimas de un mal ejercicio del poder que provoca la exclusión.

Sobre el medio ambiente, bandera que agita constantemente la ONU, y de acuerdo con su encíclica Laudato Si, dijo que la defensa de la vida debe preceder al discurso sobre el ecologismo. La defensa de la vida implica necesariamente la defensa de la familia y del matrimonio natural.

También ha dicho el Papa que para que los hombres y mujeres concretos puedan escapar de la pobreza extrema, hay que permitirles ser dignos actores de su propio destino sin ninguna imposición, respetando el derecho primario de cada familia a educar.

Frente a todas las medidas e indicadores de la agenda de objetivos para el Desarrollo de la ONU el más simple y adecuado, dice el Papa, será el acceso afectivo, práctico e inmediato a todos los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno, alimentación adecuada y agua potable; libertad religiosa y de educación.

Después de leer el discurso del Papa que contiene muchas más cosas, pienso que los soberbios constructores de la Torre de Babel, hoy también están presentes y dispuestos a establecer a su capricho un Nuevo Orden Mundial, vestidos de mandil y adornados de escuadras y compases, en el que la vida humana pueda ser reducida según los cálculos de los antinatalistas y los cadáveres de los niños en gestación ser vendidos para experimentación clínica, a que desaparezca la familia natural y se ofrezca a una parte de la humanidad consumo, sexo y bienestar a costa de los excluidos.

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