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Ha llegado la hora de pensar de forma altruista

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Las consecuencias de nuestro comportamiento como seres humanos en la Tierra, por ejemplo la destrucción de nuestro medio ambiente, el cambio climático, el derretimiento de los polos y las consecuencias que esto acarreará, han de verse desde una perspectiva mucho más a largo plazo de lo que nos podemos imaginar hoy. Pues incluso la ciencia actual no puede comprender del todo lo que a través de otras fuentes, por ejemplo la profecía para el tiempo actual, nos ha venido manifestando y con ello advirtiendo desde hace casi 40 años. Por ejemplo que las enfermedades tienen que ver con la destrucción del planeta Tierra, y que si a los animales les va mal al ser humano también le irá mal. Por otra parte si destruimos los campos magnéticos de la Tierra, destruimos también nuestro cuerpo. Correlaciones sobre las que deberíamos reflexionar.

El hombre es una parte de la naturaleza, un componente de la Tierra. Por eso para toda persona que piense sensatamente debería ser lógico entender que lo que hacemos a la Tierra, nuestro lugar de origen, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. Por eso es hora de pensar más allá de nuestra propia existencia limitada, pues con nuestra actuación descontrolada influimos en la vida de millones de animales, influimos en el clima, en nuestra propia alimentación y con ello en nuestra salud y enfermedad, y sobre todo influiremos en la vida futura del planeta y de las generaciones venideras.

Una y otra vez escuchamos que las ballenas encallan en las playas, que las aves migratorias pierden su orientación en sus rutas migratorias o que bandadas de insectos se desorientan, comportamientos extraños que vienen provocados por la alteración de los campos magnéticos que sirven a los animales a modo de brújula. ¿Somos acaso conscientes de que ejercemos una enorme influencia sobre todo lo que acontece en la naturaleza, y que sin embargo somos incapaces de corregir las consecuencias?

Sin ir más lejos la energía atómica y el almacenamiento de sus desechos radioactivos está tomando una dimensión que escapa a nuestro control, un problema que se desborda a pesar de que es apenas perceptible para el ciudadano de a pie. Sin embargo tendrá consecuencias por siglos, por milenios o tal vez por millones de años, épocas en las que nuestros descendientes tendrán que sufrir las consecuencias de nuestro egoísmo, falta de altruismo y de sentido común. ¿No es acaso tiempo de pararse, reflexionar y cambiar la hoja de ruta de la humanidad?

Ha llegado la hora de pensar de forma altruista

Vida Universal
viernes, 11 de septiembre de 2015, 06:14 h (CET)
Las consecuencias de nuestro comportamiento como seres humanos en la Tierra, por ejemplo la destrucción de nuestro medio ambiente, el cambio climático, el derretimiento de los polos y las consecuencias que esto acarreará, han de verse desde una perspectiva mucho más a largo plazo de lo que nos podemos imaginar hoy. Pues incluso la ciencia actual no puede comprender del todo lo que a través de otras fuentes, por ejemplo la profecía para el tiempo actual, nos ha venido manifestando y con ello advirtiendo desde hace casi 40 años. Por ejemplo que las enfermedades tienen que ver con la destrucción del planeta Tierra, y que si a los animales les va mal al ser humano también le irá mal. Por otra parte si destruimos los campos magnéticos de la Tierra, destruimos también nuestro cuerpo. Correlaciones sobre las que deberíamos reflexionar.

El hombre es una parte de la naturaleza, un componente de la Tierra. Por eso para toda persona que piense sensatamente debería ser lógico entender que lo que hacemos a la Tierra, nuestro lugar de origen, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. Por eso es hora de pensar más allá de nuestra propia existencia limitada, pues con nuestra actuación descontrolada influimos en la vida de millones de animales, influimos en el clima, en nuestra propia alimentación y con ello en nuestra salud y enfermedad, y sobre todo influiremos en la vida futura del planeta y de las generaciones venideras.

Una y otra vez escuchamos que las ballenas encallan en las playas, que las aves migratorias pierden su orientación en sus rutas migratorias o que bandadas de insectos se desorientan, comportamientos extraños que vienen provocados por la alteración de los campos magnéticos que sirven a los animales a modo de brújula. ¿Somos acaso conscientes de que ejercemos una enorme influencia sobre todo lo que acontece en la naturaleza, y que sin embargo somos incapaces de corregir las consecuencias?

Sin ir más lejos la energía atómica y el almacenamiento de sus desechos radioactivos está tomando una dimensión que escapa a nuestro control, un problema que se desborda a pesar de que es apenas perceptible para el ciudadano de a pie. Sin embargo tendrá consecuencias por siglos, por milenios o tal vez por millones de años, épocas en las que nuestros descendientes tendrán que sufrir las consecuencias de nuestro egoísmo, falta de altruismo y de sentido común. ¿No es acaso tiempo de pararse, reflexionar y cambiar la hoja de ruta de la humanidad?

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