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Si tienes un coche italiano, un frigorífico alemán y un televisor japonés, ¿porqué no has de quererme a mí por no ser español?

Un nuevo mundo

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Hace más de quinientos años se produjo un viaje que trajo como consecuencia el descubrimiento de un nuevo mundo. A lo largo de la historia nos hemos encontrado con las consecuencias de aquella aventura. Como si se tratara de un palo del cante jondo nos hemos encontrado con las “colonizaciones de ida y vuelta”.


A los que somos mayores, a los que vivimos gran parte del pasado siglo, nos sorprendía la presencia de “extranjeros” en nuestra incipiente Costa del Sol. Se trataba especialmente de turistas nórdicos en busca del maravilloso clima de nuestra tierra. Iban y venían. 


Posteriormente, y dado el desarrollo de nuestro país comenzaron a llegar emigrantes en busca de una mejor situación laboral y económica. Primero hispanoamericanos, después africanos y, finalmente, procedentes de los países del este. 


Esta situación la pude comprobar en una de mis visitas a una ciudad satélite situada al sur de Madrid. En ella se ha asentado uno de mis hijos desde hace más de veinte años e incorporado plenamente viviendo en un barrio repleto de emigrantes.


Me sorprendió ver en un cartel, frente a la iglesia del barrio, en el que se decía más o menos: “Si tienes un coche italiano, un frigorífico alemán  y un televisor japonés, ¿porqué no has de quererme a mí por no ser español?


Está claro que los jóvenes han superado de sobra esta situación discriminatoria. Han llegado a la plena fusión de razas, credos, colores y culturas. Mi nieto mayor getafense me ha dado un ejemplo de ello. Se ha venido a Málaga con su panda de amigos de ambos sexos. Ayer me los presentó. No había dos parecidos. Nacionalidades, colores, forma de hablar, aspecto físico, totalmente distintos. Seis jóvenes universitarios que parecían un muestrario de diversidad. Me hicieron recapacitar. Entre ellos no existe la acepción de personas. Han superado aquella mescolanza del medievo en la que convivían cristianos, judíos y musulmanes. Entonces convivían juntos pero no revueltos. Estos jóvenes me han demostrado que lo que importa es la persona. Lo que nos une. No lo que nos separa. Un auténtico nuevo mundo.

Un nuevo mundo

Si tienes un coche italiano, un frigorífico alemán y un televisor japonés, ¿porqué no has de quererme a mí por no ser español?
Manuel Montes Cleries
jueves, 26 de agosto de 2021, 11:23 h (CET)

Hace más de quinientos años se produjo un viaje que trajo como consecuencia el descubrimiento de un nuevo mundo. A lo largo de la historia nos hemos encontrado con las consecuencias de aquella aventura. Como si se tratara de un palo del cante jondo nos hemos encontrado con las “colonizaciones de ida y vuelta”.


A los que somos mayores, a los que vivimos gran parte del pasado siglo, nos sorprendía la presencia de “extranjeros” en nuestra incipiente Costa del Sol. Se trataba especialmente de turistas nórdicos en busca del maravilloso clima de nuestra tierra. Iban y venían. 


Posteriormente, y dado el desarrollo de nuestro país comenzaron a llegar emigrantes en busca de una mejor situación laboral y económica. Primero hispanoamericanos, después africanos y, finalmente, procedentes de los países del este. 


Esta situación la pude comprobar en una de mis visitas a una ciudad satélite situada al sur de Madrid. En ella se ha asentado uno de mis hijos desde hace más de veinte años e incorporado plenamente viviendo en un barrio repleto de emigrantes.


Me sorprendió ver en un cartel, frente a la iglesia del barrio, en el que se decía más o menos: “Si tienes un coche italiano, un frigorífico alemán  y un televisor japonés, ¿porqué no has de quererme a mí por no ser español?


Está claro que los jóvenes han superado de sobra esta situación discriminatoria. Han llegado a la plena fusión de razas, credos, colores y culturas. Mi nieto mayor getafense me ha dado un ejemplo de ello. Se ha venido a Málaga con su panda de amigos de ambos sexos. Ayer me los presentó. No había dos parecidos. Nacionalidades, colores, forma de hablar, aspecto físico, totalmente distintos. Seis jóvenes universitarios que parecían un muestrario de diversidad. Me hicieron recapacitar. Entre ellos no existe la acepción de personas. Han superado aquella mescolanza del medievo en la que convivían cristianos, judíos y musulmanes. Entonces convivían juntos pero no revueltos. Estos jóvenes me han demostrado que lo que importa es la persona. Lo que nos une. No lo que nos separa. Un auténtico nuevo mundo.

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