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La última de sus decisiones parece que se ha centrado en darles comidilla a los que atacan a la religión católica o a sus autoridades

​¿Qué ocurre con Feijóo? ¿Cómo encajarlo en el PP tradicional?

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“El honor prohíbe acciones que la ley tolera”, -Séneca-.


En ocasiones, cuando nos referimos al eterno presidente de la comunidad gallega, don Alberto Núñez Feijóo, nos cuesta ver en él, aparte de un magnífico gestor, un enamorado de su tierra natal Galicia y una persona honorable; a lo que podríamos calificar como un ejemplo de lo que han venido siendo los afiliados al PP a través de los años, desde el momento en el que el señor Fraga Iribarne creo la Alianza Popular que, después, pasó a denominarse como Partido Popular. 


Seguramente sería fácil calificarlo de “un verso suelto” pero a muchos nos parece más como una persona llena de contradicciones, que quiere intervenir en cuestiones básicas de su partido, pero que no ha querido involucrarse hasta el punto de asumir la presidencia del mismo, algo que tuvo al alcance de su mano y que era esperado por la mayoría de los simpatizantes del PP, cuando se produjo el cese voluntario del señor Rajoy, en aquel momento en el que fue cesado en su cargo de presidente del Gobierno, a consecuencia de la moción de censura presentada y ganada por el PSOE.


Tuvo la ocasión y, para muchos de los que hemos venido apoyando al partido de derechas, la obligación moral de asumir la responsabilidad de dirigir, en aquellos momentos de gran dificultad para la formación de Fraga, un partido necesitado de una persona de prestigio, como era él, para levantar los ánimos de las bases y demostrar a los nuevos gobernantes que, si se había perdido a un jefe, inmediatamente había sido sustituido por otro, de iguales merecimientos o más. No quiso, no aceptó las presiones que recibió, argumentó que él sólo quería presidir Galicia y que prefería que fuera otro el que asumiera la ardua labor de resucitar al PP del marasmo en el que había quedado metido.Criticable, pero, evidentemente, una decisión que sólo él podía tomar.


Todos conocemos la historia de las etapas por las que tuvo que pasar el partido para elegir a un nuevo presidente y el coste que ello supuso en cuanto al inevitable enfrentamiento, todo lo caballeroso que se quiera, pero tirando a matar, entre la señora Sáez de Santamaría y el aspirante, al que nadie concedía la posibilidad de sacar adelante su candidatura, el señor Pablo Casado. Un trance que hubiera podido evitarse y una ventaja que se les concedió a los socialistas y comunistas, que ya se habían organizado para repartirse el botín de una España completamente despistada por la caída inesperada del PP, en plena legislatura.


Sin embargo, lejos de intentar no levantar suspicacias, no opinar públicamente, limitarse a sus funciones como presidente de Galicia, conformarse con los encuentros informales que tuviera con la cúpula del PP o con su presidente; en ocasiones con poca delicadez o, al menos, de manera inoportuna, este señor ha tenido la debilidad de manifestarse en público de forma poco correcta expresando ideas o censuras veladas, que afectaban a la dirección del partido o a sus decisiones. Y esta actuación contradictoria, la ha ido manteniendo desde que subió a la presidencia de Galicia y la ha sostenido hasta ahora.


La última de sus decisiones parece que se ha centrado en darles comidilla a los que atacan a la religión católica o a sus autoridades, desalojando un monumento del papa Juan Pablo II, en Santiago de Compostela, no sabemos si en un gesto calificado de progresista o una cesión a los partidos laicos y anticatólicos, con el objetivo de “habilitar un espacio verde”, como si en los espacios verdes no estuviéramos acostumbrados a que se instalasen toda clase de monumentos que, lejos de afearlos, han contribuido a crear belleza en los mismos. ¿Lo consultó con el señor Casado o tomó la decisión motu propio? En cualquier caso, no ha beneficiado en nada al PP, debido a que, como es evidente, muchos de los afiliados y simpatizantes no ven con buenos ojos que se tomen medidas de este cariz, que ayudan a que, quienes están empeñados en laicizar el país, encuentren argumentos para seguir haciéndolo.


Pero lo que sucede es que no es la primera vez en la que, Feijóo, incurre en actos o manifestaciones en los que se han podido apreciar diferencias con la presidencia del PP. Uno de los casos se refiere a que, según su criterio personal, el señor Casado debiera sentarse a negociar la renovación de cargos del CNPJ y los miembros de otras instituciones públicas que están pendientes de ser renovados, por haber expirado el mandato que les fue conferido. 


Seguramente, Feijóo, tendría razón pidiendo que se cumpliese los plazos establecidos en los respectivos reglamentos si no hubiere causas, verdaderamente excepcionales, para impedir que se les conceda patente de corso, a los socialistas y los comunistas, que siguen intentando conseguir introducir en dichos órganos judiciales, a personas adeptas a sus partidos, que es evidente que no aportarían objetividad, sensatez, imparcialidad ni seguridad de que, sus decisiones, no estuvieran influenciadas por el poder político de los gobernantes que los designaron. En todo caso, una piedra en el camino para la gestión, ya de por sí bastante complicada, que le ha tocado al presidente del PP.


Criticó el proyecto de cambio de sede del PP, no quiso acudir a la magna concentración de la Plaza Colón de Madrid (más argumentos para el gobierno de Sánchez que, naturalmente, se opuso a ella). No olvidemos que la guerra desatada de Casado en contra de VOX ha estado propiciada por el señor Feijóo que ha sido el que siempre se ha negado a cualquier tipo de relación con los suporters de Abascal. 


Por si fuera poco, no sabemos si por el síndrome del perro del hortelano, parece que se muestra celoso, junto al presidente Moreno de Andalucía y Fernández Mañueco, de la popularidad extraordinaria de la señora Isabel Díaz Ayudo y su alabada gestión en la comunidad madrileña, seguramente porque, a diferencia de las medidas que han tomado los tres, está llevando una política más aperturista con bares y restaurante frente a la pandemia. Y uno se pregunta ¿qué demonios implica al señor Feijóo en los problemas de una comunidad, como la madrileña, cuando es perfectamente consciente de que se ha convertido en el objetivo más importante de los comunistas y socialistas del gobierno del señor Pedro Sánchez? Cuesta explicarse las razones de semejante inquina y, mucho menos la oportunidad de la crítica.


Al parecer tuvo parte, también, en la decisión del señor Casado de eliminar a Cayetana Álvarez de Toledo, uno de los pilares más importante del PP en el Parlamento, simplemente porque dicha señora no formaba parte de su grupo de tolerantes, en cuanto a las maneras con las que se debía enfocar el trato con el Ejecutivo de Sánchez. 


El peligro de que se siga teniendo voz y sea escuchado por la cúpula actual del partido, es el que, como estamos empezando a atisbar, se empiece a tolerar, participar, someterse y transigir con los métodos gubernamentales tales como legislar por la brava mediante decretos ley, que luego pasan de extranjis por el parlamento de la nación, para ser aprobados por el sistema rápido de la mayoría parlamentaria, sin que se debata sobre ellas.


Resulta poco creíble que este señor, que tuvo su oportunidad en junio del 2018, pretenda ahora comer a dos carrillos, haciendo de presidente de Galicia y, a la vez, pretenda que en Génova se sigan sus modos y maneras que, evidentemente, resulta que no coinciden con la gran mayoría de simpatizantes del partido, por representar precisamente la entrega sin condiciones a unas doctrinas, de izquierdas, que lo único que necesitan para implantar su dictadura es que la derecha se resquebraje y empiecen a dividirse como ya está sucediendo en el caso de VOX y de Ciudadanos, alejando, no se sabe hasta que fecha, la posibilidad de una unión nacional capaz de poner en un brete a la coalición de las izquierdas que, actualmente, ostenta el poder sobre España.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, contemplamos con gran preocupación como, desde quienes deberían ser el ejemplo y principales sostenedores del Partido Popular y de sus actuales dirigentes, se está llevando a cabo una política divisoria, una labor de zapa que no entendemos hacia donde lleva y, por supuesto, la desagradable sensación de que, así como vamos y como se va llevando a cabo el control, la crítica, la propaganda en contra de la política gubernamental, las acciones y el hecho innegable de que, por ahora el que va delante, el que tiene la iniciativa y el que van ganando las batallas en Europa sigue siendo el señor Sánchez y sus huestes; vamos a mantener a los socialistas y comunistas más allá de lo que sea la nueva legislatura.


Cristóbal Colón, el insigne navegante, dejó este pensamiento: “Nunca se llega tan lejos como cuando no sabes a donde te dirijes”

​¿Qué ocurre con Feijóo? ¿Cómo encajarlo en el PP tradicional?

La última de sus decisiones parece que se ha centrado en darles comidilla a los que atacan a la religión católica o a sus autoridades
Miguel Massanet
viernes, 6 de agosto de 2021, 08:45 h (CET)

“El honor prohíbe acciones que la ley tolera”, -Séneca-.


En ocasiones, cuando nos referimos al eterno presidente de la comunidad gallega, don Alberto Núñez Feijóo, nos cuesta ver en él, aparte de un magnífico gestor, un enamorado de su tierra natal Galicia y una persona honorable; a lo que podríamos calificar como un ejemplo de lo que han venido siendo los afiliados al PP a través de los años, desde el momento en el que el señor Fraga Iribarne creo la Alianza Popular que, después, pasó a denominarse como Partido Popular. 


Seguramente sería fácil calificarlo de “un verso suelto” pero a muchos nos parece más como una persona llena de contradicciones, que quiere intervenir en cuestiones básicas de su partido, pero que no ha querido involucrarse hasta el punto de asumir la presidencia del mismo, algo que tuvo al alcance de su mano y que era esperado por la mayoría de los simpatizantes del PP, cuando se produjo el cese voluntario del señor Rajoy, en aquel momento en el que fue cesado en su cargo de presidente del Gobierno, a consecuencia de la moción de censura presentada y ganada por el PSOE.


Tuvo la ocasión y, para muchos de los que hemos venido apoyando al partido de derechas, la obligación moral de asumir la responsabilidad de dirigir, en aquellos momentos de gran dificultad para la formación de Fraga, un partido necesitado de una persona de prestigio, como era él, para levantar los ánimos de las bases y demostrar a los nuevos gobernantes que, si se había perdido a un jefe, inmediatamente había sido sustituido por otro, de iguales merecimientos o más. No quiso, no aceptó las presiones que recibió, argumentó que él sólo quería presidir Galicia y que prefería que fuera otro el que asumiera la ardua labor de resucitar al PP del marasmo en el que había quedado metido.Criticable, pero, evidentemente, una decisión que sólo él podía tomar.


Todos conocemos la historia de las etapas por las que tuvo que pasar el partido para elegir a un nuevo presidente y el coste que ello supuso en cuanto al inevitable enfrentamiento, todo lo caballeroso que se quiera, pero tirando a matar, entre la señora Sáez de Santamaría y el aspirante, al que nadie concedía la posibilidad de sacar adelante su candidatura, el señor Pablo Casado. Un trance que hubiera podido evitarse y una ventaja que se les concedió a los socialistas y comunistas, que ya se habían organizado para repartirse el botín de una España completamente despistada por la caída inesperada del PP, en plena legislatura.


Sin embargo, lejos de intentar no levantar suspicacias, no opinar públicamente, limitarse a sus funciones como presidente de Galicia, conformarse con los encuentros informales que tuviera con la cúpula del PP o con su presidente; en ocasiones con poca delicadez o, al menos, de manera inoportuna, este señor ha tenido la debilidad de manifestarse en público de forma poco correcta expresando ideas o censuras veladas, que afectaban a la dirección del partido o a sus decisiones. Y esta actuación contradictoria, la ha ido manteniendo desde que subió a la presidencia de Galicia y la ha sostenido hasta ahora.


La última de sus decisiones parece que se ha centrado en darles comidilla a los que atacan a la religión católica o a sus autoridades, desalojando un monumento del papa Juan Pablo II, en Santiago de Compostela, no sabemos si en un gesto calificado de progresista o una cesión a los partidos laicos y anticatólicos, con el objetivo de “habilitar un espacio verde”, como si en los espacios verdes no estuviéramos acostumbrados a que se instalasen toda clase de monumentos que, lejos de afearlos, han contribuido a crear belleza en los mismos. ¿Lo consultó con el señor Casado o tomó la decisión motu propio? En cualquier caso, no ha beneficiado en nada al PP, debido a que, como es evidente, muchos de los afiliados y simpatizantes no ven con buenos ojos que se tomen medidas de este cariz, que ayudan a que, quienes están empeñados en laicizar el país, encuentren argumentos para seguir haciéndolo.


Pero lo que sucede es que no es la primera vez en la que, Feijóo, incurre en actos o manifestaciones en los que se han podido apreciar diferencias con la presidencia del PP. Uno de los casos se refiere a que, según su criterio personal, el señor Casado debiera sentarse a negociar la renovación de cargos del CNPJ y los miembros de otras instituciones públicas que están pendientes de ser renovados, por haber expirado el mandato que les fue conferido. 


Seguramente, Feijóo, tendría razón pidiendo que se cumpliese los plazos establecidos en los respectivos reglamentos si no hubiere causas, verdaderamente excepcionales, para impedir que se les conceda patente de corso, a los socialistas y los comunistas, que siguen intentando conseguir introducir en dichos órganos judiciales, a personas adeptas a sus partidos, que es evidente que no aportarían objetividad, sensatez, imparcialidad ni seguridad de que, sus decisiones, no estuvieran influenciadas por el poder político de los gobernantes que los designaron. En todo caso, una piedra en el camino para la gestión, ya de por sí bastante complicada, que le ha tocado al presidente del PP.


Criticó el proyecto de cambio de sede del PP, no quiso acudir a la magna concentración de la Plaza Colón de Madrid (más argumentos para el gobierno de Sánchez que, naturalmente, se opuso a ella). No olvidemos que la guerra desatada de Casado en contra de VOX ha estado propiciada por el señor Feijóo que ha sido el que siempre se ha negado a cualquier tipo de relación con los suporters de Abascal. 


Por si fuera poco, no sabemos si por el síndrome del perro del hortelano, parece que se muestra celoso, junto al presidente Moreno de Andalucía y Fernández Mañueco, de la popularidad extraordinaria de la señora Isabel Díaz Ayudo y su alabada gestión en la comunidad madrileña, seguramente porque, a diferencia de las medidas que han tomado los tres, está llevando una política más aperturista con bares y restaurante frente a la pandemia. Y uno se pregunta ¿qué demonios implica al señor Feijóo en los problemas de una comunidad, como la madrileña, cuando es perfectamente consciente de que se ha convertido en el objetivo más importante de los comunistas y socialistas del gobierno del señor Pedro Sánchez? Cuesta explicarse las razones de semejante inquina y, mucho menos la oportunidad de la crítica.


Al parecer tuvo parte, también, en la decisión del señor Casado de eliminar a Cayetana Álvarez de Toledo, uno de los pilares más importante del PP en el Parlamento, simplemente porque dicha señora no formaba parte de su grupo de tolerantes, en cuanto a las maneras con las que se debía enfocar el trato con el Ejecutivo de Sánchez. 


El peligro de que se siga teniendo voz y sea escuchado por la cúpula actual del partido, es el que, como estamos empezando a atisbar, se empiece a tolerar, participar, someterse y transigir con los métodos gubernamentales tales como legislar por la brava mediante decretos ley, que luego pasan de extranjis por el parlamento de la nación, para ser aprobados por el sistema rápido de la mayoría parlamentaria, sin que se debata sobre ellas.


Resulta poco creíble que este señor, que tuvo su oportunidad en junio del 2018, pretenda ahora comer a dos carrillos, haciendo de presidente de Galicia y, a la vez, pretenda que en Génova se sigan sus modos y maneras que, evidentemente, resulta que no coinciden con la gran mayoría de simpatizantes del partido, por representar precisamente la entrega sin condiciones a unas doctrinas, de izquierdas, que lo único que necesitan para implantar su dictadura es que la derecha se resquebraje y empiecen a dividirse como ya está sucediendo en el caso de VOX y de Ciudadanos, alejando, no se sabe hasta que fecha, la posibilidad de una unión nacional capaz de poner en un brete a la coalición de las izquierdas que, actualmente, ostenta el poder sobre España.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, contemplamos con gran preocupación como, desde quienes deberían ser el ejemplo y principales sostenedores del Partido Popular y de sus actuales dirigentes, se está llevando a cabo una política divisoria, una labor de zapa que no entendemos hacia donde lleva y, por supuesto, la desagradable sensación de que, así como vamos y como se va llevando a cabo el control, la crítica, la propaganda en contra de la política gubernamental, las acciones y el hecho innegable de que, por ahora el que va delante, el que tiene la iniciativa y el que van ganando las batallas en Europa sigue siendo el señor Sánchez y sus huestes; vamos a mantener a los socialistas y comunistas más allá de lo que sea la nueva legislatura.


Cristóbal Colón, el insigne navegante, dejó este pensamiento: “Nunca se llega tan lejos como cuando no sabes a donde te dirijes”

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