Se comenta con profusión cuando se habla de la periferia española que el nacionalismo es un sentimiento y ciertamente no sé muy bien si sentirse español es también nacionalismo, quiero creer que sí.
Pues bien, en el mes de las “moscas cojoneras”, de nombre septiembre con o sin “p”, se van a celebrar las elecciones catalanas para elegir el nuevo Parlament.
A dichos comicios se presenta un “grupo sentimental” formado por personas de todas las leches, quiero decir de derechas, corruptos, izquierdas, ultraizquierdas, independentistas y soberanistas bajo el paraguas de intentar proclamar la República de Cataluña desde la balconada de siempre, cuando sabemos que no se trata de eso; pero ellos y ellas, frailes y monjas, puras y putas, herederos de Pujol y todo bicho viviente, sea catalán o charnego van a lo que van, o sea, a demostrar que son un pueblo soberano.
Frente a ellos, Ciudadanos, PP y un PSC que no sabe qué hacer se presentan cada uno a su bola, hecho que me parece muy lógico ya que confundir churras con merinas, izquierda con derecha, es algo fatal para la convivencia.
Y en el centro de estos dos embolados se encuentran “los de arriba y abajo” y los comunistas catalanes, ¡ay si viviera el bueno de Raimundo y su PCUS!, que dicen sí pero no o no pero sí, una muy extraña fórmula de hacer política en la rabiosa actualidad del momento.
Por favor, pónganse a pensar e imaginar si es posible en este inicio de la Liga de Fútbol, que ya es decir.
Supongamos por un instante que los “sentimentales” obtienen un 40% de los votos y que los “puros ideologizados” el 60% restante; a bote pronto los nacionalistas españoles aplaudirían a rabiar, pero existió, queridos amigos y amigas, un señor llamado D’Hont que inventó una ley electoral, precisamente la que está en uso el Reino de España, que prima a la candidatura más votada, o sea, a la de los “sentimentales” con su 40%, pues el 60% restante sería repartido entre los “puros ideologizados”, a saber PP, PSC, Ciudadanos y “los de arriba y abajo”, y vuestro gozo, también mío, quedaría en un pozo.
¿No sería posible por una vez que tanta pureza de ideas se convirtiese en un mestizaje, al menos para ver la cara que se le pondría al bobo guapo de Artur?
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