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En nombre de la sharía. Las matanzas del Estado Islámico

Miguel Massanet
lunes, 10 de agosto de 2015, 07:25 h (CET)
La raza humana parece ser inconsciente de la importancia que va adquiriendo la violencia dentro de la sociedad, como medio de imponer determinados idearios políticos, de hacer valer peligrosos credos religiosos y de expandir fórmulas o sistemas de aterrorizar, doblegar o avasallar por medio de la muerte o torturas, a miles de personas que, lo único que de verdad les importa es vivir, que les dejen en paz y que nadie pretende obligarles a acatar a la fuerza otras religiones, otros comportamientos o costumbres, que les impidan vivir de acuerdo con sus ideologías o costumbres.

Es cierto que, en este mundo, siempre ha existido la violencia, siempre ha habido guerras atroces y matanzas indescriptibles, a cargo de verdaderos monstruos que han entendido el poder como un medio de esclavizar a sus súbitos y eliminar a sus adversarios para evitar que les disputaran su posición privilegiada en la cúspide del dominio; recuerden al señor Stalin causante de 30.000 de muertes o al señor Hitler con 6 millones de judíos masacrados. Sin embargo, los nuevos tiempos han reavivado lo que, en siglos pasados, era conocido como “las cruzadas”, aquellas expediciones militares apoyadas por los pontífices romanos, en las que reyes e influyentes caballeros cristianos, al frente de sus mesnadas, se encaminaban a oriente con el objetivo ( al menos en apariencia) de rescatar “tierra santa” de manos de los “infieles” musulmanes. Nombres como Ricardo Corazón de León o Saladino suenan con fuerza en los relatos de aquellas expediciones guerreras que, como suele suceder, ni sólo buscaban acabar con los infieles ni tampoco, su comportamiento con sus adversarios musulmanes, se adecuaba a lo que se podía esperar de unos ejércitos cristianos.

Lo cierto es que, las matanzas entre cristianos y sarracenos, se cobraron cientos de miles de vidas, sin que aquellas carnicerías sirvieran para otra cosa que para que los eventuales vencedores pasaran a hierro y fuego a los habitantes de las ciudades conquistadas y robaran, violaran, asesinaran y torturaran a todos aquellos de los que pudieron conseguir beneficio. Los botines que los cruzados se trajeron de Tierra Santa han dado pábulo a miles de historias alucinantes entre las que, los famosos caballeros Templarios del Templo de Jerusalén, fueron, sin duda, de los más famosos protagonistas en cuanto a las riquezas conseguidas durante sus andanzas guerreras; tesoros que luego, la imaginación popular, ha situado en distintos lugares que, como no podía ser menos, han sido objeto, a través de los siglos siguientes, de la codicia de muchos busca tesoros y de no pocos ilusos que se creyeron que, si encontraban el Santo Grial, conseguirían el poder sobre todo ser viviente. Entre ellos y por raro que pudiera parecer, el mismo Adolf Hitler fue uno de los que se creyeron semejantes historias y dio órdenes a sus arqueólogos y a la SS. para que los buscaran, entre otros lugares, en la antigua residencia castillo de los cátaros, en el monte Montsaltvadge.

El mundo árabe, fruto en parte de la avaricia de las naciones occidentales y de aquellos que siempre sacan beneficio de las revoluciones, guerras, enfrentamientos y matanzas; parece que ha llegado al convencimiento de que sus antiguas pretensiones territoriales, como ha sido la España del siglo XV, Al Andalus, dominada en una importante parte de sus regiones del sur por las distintas invasiones musulmanas, que la convirtieron en parte de sus dominios durante siglos, hasta que los Reyes católicos los expulsaron en 1.492. En consecuencia, cuando se inició la revolución en contra de las dictaduras del norte de África, comenzando por la de Túnez (diciembre del 2010), en aquello que se conoció como la Primavera Árabe, una verdadera revolución en cadena que se ha prolongado hasta nuestros días; sin que, al principio, se le diera un significado religioso, de cruzada islamista, la realidad ha demostrado que, con el transcurso del tiempo, y la pasividad de Occidente, esta idea ha ido arraigando hasta que, con la parición del EI o ISIS, unos talibanes o yihadistas radicales consiguieron movilizar a una parte importante de creyentes del Corán para que los siguieran en sus aventuras sangrientas en pos de la recuperación de todas las naciones que creen que les pertenecen para, arrasándolas a sangre y fuego, por medio del terror y la tortura ir conquistando territorios que, una vez en su poder, quedan convertidos en esclavos sometidos al capricho de las hordas que, subvencionadas por países interesados en crear la desestabilización de oriente, parece que no hay quien que sea capaz de detenerlas.

Pero las carnicerías no se detienen y cada día que pasa se tiene noticias de la muerte, en la guerra o en atentados, de cientos y miles de ciudadanos desesperados, víctimas de la barbarie de los talibanes. Recientemente, en Mosul (Irak) fueron asesinados 300 funcionarios irakies, 50 de ellos mujeres. Cuando los familiares han reclamado los cuerpos de las víctimas se les ha sido negado. Uno de sus jefes, un tal Mahmud Salam, el encargado de las listas de los asesinatos, les advirtió de que no se les entregarían los cuerpos debido a que habían sido fusilados “por apóstatas e infieles”. En realidad parece que, en dos semanas, el número de asesinatos en Mosul ha sido de 2070 personas.

Y ha llegado la hora de preguntarse ¿qué es lo que piensan hacer, si es que piensan tomar alguna iniciativa, para acabar con este estado de cosas? Si, por una parte, ya resulta un éxodo insoportable los miles y miles de huidos de aquellos países donde transcurre la guerra con los miembros del EI, creando graves problemas a determinadas naciones, como Grecia e Italia, para poder aguantar las avalanchas que, prácticamente las están agobiando; por otra, es evidente que, con los medios que se utilizan para intentar detener el avance de los yihadistas (bombardeos aéreos), no es suficiente y sería necesario una implicación más directa, aportando tropas de a pie sobre el terreno que pudieran enfrentarse, cara a cara, a las fuerzas de los musulmanes rebeldes.

Parece como si, Europa y los EE.UU de América, no quisieran enterarse de las carnicerías que tienen lugar en aquellos países, que abandonaron recientemente, y que el señor Obama, en campaña electoral, no ve con buenos ojos comprometerse en un conflicto que, para los americanos, es algo lejano y que supondría aportar cadáveres americanos en unos momentos en que es lo último que desea ver. El reciente problema griego, que tantas heridas ha producido en las cancillerías europeas, el de los refugiados que piden asilo político y el de los incontrolados que ahora se desplazan a las fronteras inglesas, da la sensación de que han apartado, a las grandes potencias, de la amenaza, nada lejana, de que el islamismo radical se convierta en endémico y que cada vez sus ejércitos se acerquen más a las fronteras de Europa, con lo que ello supondría para el flanco sur de la CE, actualmente desguarnecido, si, como parece existen posibilidades de que ocurra, una parte de los inmigrantes que viven en nuestros países pudiera llegar a convertirse en centros de activismo criminal que practicasen atentados como los que ya han tenido lugar en algunas naciones europeas.

Si por humanidad, por decencia o por sentimientos altruistas, no bastara, al menos, por la seguridad de las naciones expuestas, por intereses relacionados con el suministro de productos energéticos desde Oriente Medio, o por necesidad de evitar que este islamismo beligerante adquiera carta de naturaleza en zonas de África que son vitales para la seguridad de Europa y América; los gobiernos europeos y de norte América deberían evitar que Europa pudiera convertirse en un molesto satélite, no sólo de la Rusia del señor Putín, sino de un islamismo radical que se confabulase con el incipiente y renacido comunismo que parece da muestras de estar presente en algunas de las naciones de la UE y que, por lo menos a los españoles, tanto preocupa.

O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como las muertes, no de unos pocos, que también, sino de miles y miles de personas debidos a los asesinatos de los guerrilleros yihadistas, que se suceden día a día, no parece que sean suficientes para que causen huella en las cancillerías de las naciones de Europa ni de las grandes potencias americanas. Algo lo bastante preocupante para que hagamos mención de ello desde nuestro modesto foro.

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