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Paco Milla

El llanto sonriente y los Reyes Magos

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Aquel hospital era como una gran ciudad para los pequeños “bolas… de billar”. Se llamaban así entre ellos por la ausencia de pelo en sus cabezas.

Aquel pasillo era su calle particular. Cuando las fuerzas eran suficientes, se deslizaban por él con sus patines, haciendo que los demás , tuvieran que apartarse sonriendo, para evitar el choque.

Cuando tocaba sesión “quimio”, casi no quedaban ganas ni para jugar de forma liviana.

Un día, idearon que cuando quisieran manifestarse cariño, no se besarían, ni se darían la mano, simplemente se acariciarían la calva. Eran 12 niños y 7 niñas.

La mañana del día 5 de Enero, se reunieron en la habitación de juegos.

Desde aquella ventana, era desde donde mejor se veía el colegio y el patio de juegos.

El hospital, estaba pegado al centro educativo y los “bolas” disfrutaban viendo a los niños “con pelo” en los columpios, bajando alocadamente el tobogán y permitiéndose el lujo, de hacerse heridas en las rodillas, que con un poco de saliva, sanaban.

Ellos no podían permitirse ni un pequeñísimo arañazo y si ocurría había que dedicarle una atención especialisima.

Les envidiaban. La enfermera, les observaba con la nariz pegada al cristal sonriendo por simpatía… porque sonreían los del colegio.

Como estaban en la cuarta planta, vieron antes que nadie al coche de la policía, con sus nuevas sirenas, abriendo paso entre el trafico. Ellos traían a los reyes magos. Todos en la sala comenzaron a gritar y alborotarse, pues sabían que después del colegio, les tocaba a ellos la visita real.

Alguien en el patio del colegio grito: mirad, ahí están los ET (asi les llamaban por su parecido con el personaje cinematográfico). Todos los demás niños dirigieron sus ojos a la cuarta planta y saludaron a los “bolas”.

Por fin el desfile hizo entrada en el colegio y como eran muchos pequeños, el príncipe Aliatar, había elegido a un niño y una niña, para que pidieran en nombre de todos.

Ambos se sentían muy importantes y estaban muy nerviosos. Tenían en sus manos la lista de lo que habían pedido todos los pequeños del pueblo.

Cuando Melchor, Gaspar y Baltasar tomaron asiento, ambos crios, subieron la escalera adornada con bellas alfombras y cuando llegó el momento de enumerar todos los juguetes, la niña giró levemente su cabeza dirigiendo su mirada a los “bolas”.

Verán majestades -dijo- mis papas me dicen que yo debo pediros aquello que mas deseo y que ya después vosotros veréis si es posible o no. Aquí tengo la lista de lo que piden todos los niños del pueblo, pero lo que a mi realmente me gustaría es… -de nuevo desvió la mirada hacia la ventana de la cuarta planta-, lo que yo os pediría es…

Los Reyes localizaron exactamente donde miraba la niña y sintieron la necesidad de tragar saliva.

Melchor la atrajo hacia si y le dijo: no se lo cuentes a nadie pero el año que viene, el 5 de Enero, “los bolas” estarán aquí, con vosotros, en este patio y luciendo largas melenas… y abriendo su puño le dejó ver a la niña 3 pastillas de diferentes colores.

La niña le besó y le limpio una pequeña lagrima que se había escapado de uno de sus ojos. ¡Gracias majestad, eso era lo que quería pedir!

Después de repartir entre los niños del pueblo los regalos que traían, entraron en el hospital, y subieron a la cuarta planta.

Para entonces los “bolas” estaban tan nerviosos, que pensaban que habían pasado de largo.

Todos estaban con sus miradas fijas en aquella puerta, que de un momento a otro tendría que abrirse y lo hizo… entrando una pareja doctores de bata blanca, con una corona sobre sus cabeza.

Los bolas, extrañados, les hacían gestos con las manos, para que se apartaran de allí, que dejaran entrar a los reyes, pero caminando lentamente hacia ellos les dijeron:

Ellos, vendrán ahora con un gran regalo. Solo queríamos deciros que, el Estado Español nos ha dado tanto dinero, que hemos podido investigar muy, muy a fondo vuestras enfermedades y queremos deciros que hemos descubierto el antídoto.

La doctora añadió: os curareis y podréis volver a hacer vida normal. Este es nuestro regalo para vosotros hoy.

Los niños no reaccionaban, pero veían que algunos padres y madres , lloraban mientras sonreían a la vez. Era algo extraño…¿cómo se puede llorar y reir en un mismo acto?-pensaban-.

En ese momento, los tres Magos, cargados de regalos hicieron su entrada y junto a ellos, la pequeña que en el patio les hizo su particular petición.

Tres grandes sacos se abrieron, con pastillas de muchos colores y agradables sabores y aquella niña, cogiendo un puñado se las ofreció.

Aquellos “bolas” dejaron de lado los juguetes por un momento y entendieron que el tesoro, el verdadero tesoro, estaba en el corazón de aquella niña y gente como ella, que por fin habían conseguido la solución a sus problemas.

Todos se abrazaron y el Estado continuo destinando enormes cantidades de dinero a los científicos, para que investigaran sin parar y conseguir aquello tan raro de… “llorar sonriendo” por los siglos de los siglos.

Una importante fila de cangrejos de oscuro y feo aspecto, formaron una larga cola y se dirigieron al horno incinerador del hospital, lanzándose dentro y desapareciendo para siempre. ASI SEA.

El llanto sonriente y los Reyes Magos

Paco Milla
Paco Milla
domingo, 6 de enero de 2008, 07:23 h (CET)
Aquel hospital era como una gran ciudad para los pequeños “bolas… de billar”. Se llamaban así entre ellos por la ausencia de pelo en sus cabezas.

Aquel pasillo era su calle particular. Cuando las fuerzas eran suficientes, se deslizaban por él con sus patines, haciendo que los demás , tuvieran que apartarse sonriendo, para evitar el choque.

Cuando tocaba sesión “quimio”, casi no quedaban ganas ni para jugar de forma liviana.

Un día, idearon que cuando quisieran manifestarse cariño, no se besarían, ni se darían la mano, simplemente se acariciarían la calva. Eran 12 niños y 7 niñas.

La mañana del día 5 de Enero, se reunieron en la habitación de juegos.

Desde aquella ventana, era desde donde mejor se veía el colegio y el patio de juegos.

El hospital, estaba pegado al centro educativo y los “bolas” disfrutaban viendo a los niños “con pelo” en los columpios, bajando alocadamente el tobogán y permitiéndose el lujo, de hacerse heridas en las rodillas, que con un poco de saliva, sanaban.

Ellos no podían permitirse ni un pequeñísimo arañazo y si ocurría había que dedicarle una atención especialisima.

Les envidiaban. La enfermera, les observaba con la nariz pegada al cristal sonriendo por simpatía… porque sonreían los del colegio.

Como estaban en la cuarta planta, vieron antes que nadie al coche de la policía, con sus nuevas sirenas, abriendo paso entre el trafico. Ellos traían a los reyes magos. Todos en la sala comenzaron a gritar y alborotarse, pues sabían que después del colegio, les tocaba a ellos la visita real.

Alguien en el patio del colegio grito: mirad, ahí están los ET (asi les llamaban por su parecido con el personaje cinematográfico). Todos los demás niños dirigieron sus ojos a la cuarta planta y saludaron a los “bolas”.

Por fin el desfile hizo entrada en el colegio y como eran muchos pequeños, el príncipe Aliatar, había elegido a un niño y una niña, para que pidieran en nombre de todos.

Ambos se sentían muy importantes y estaban muy nerviosos. Tenían en sus manos la lista de lo que habían pedido todos los pequeños del pueblo.

Cuando Melchor, Gaspar y Baltasar tomaron asiento, ambos crios, subieron la escalera adornada con bellas alfombras y cuando llegó el momento de enumerar todos los juguetes, la niña giró levemente su cabeza dirigiendo su mirada a los “bolas”.

Verán majestades -dijo- mis papas me dicen que yo debo pediros aquello que mas deseo y que ya después vosotros veréis si es posible o no. Aquí tengo la lista de lo que piden todos los niños del pueblo, pero lo que a mi realmente me gustaría es… -de nuevo desvió la mirada hacia la ventana de la cuarta planta-, lo que yo os pediría es…

Los Reyes localizaron exactamente donde miraba la niña y sintieron la necesidad de tragar saliva.

Melchor la atrajo hacia si y le dijo: no se lo cuentes a nadie pero el año que viene, el 5 de Enero, “los bolas” estarán aquí, con vosotros, en este patio y luciendo largas melenas… y abriendo su puño le dejó ver a la niña 3 pastillas de diferentes colores.

La niña le besó y le limpio una pequeña lagrima que se había escapado de uno de sus ojos. ¡Gracias majestad, eso era lo que quería pedir!

Después de repartir entre los niños del pueblo los regalos que traían, entraron en el hospital, y subieron a la cuarta planta.

Para entonces los “bolas” estaban tan nerviosos, que pensaban que habían pasado de largo.

Todos estaban con sus miradas fijas en aquella puerta, que de un momento a otro tendría que abrirse y lo hizo… entrando una pareja doctores de bata blanca, con una corona sobre sus cabeza.

Los bolas, extrañados, les hacían gestos con las manos, para que se apartaran de allí, que dejaran entrar a los reyes, pero caminando lentamente hacia ellos les dijeron:

Ellos, vendrán ahora con un gran regalo. Solo queríamos deciros que, el Estado Español nos ha dado tanto dinero, que hemos podido investigar muy, muy a fondo vuestras enfermedades y queremos deciros que hemos descubierto el antídoto.

La doctora añadió: os curareis y podréis volver a hacer vida normal. Este es nuestro regalo para vosotros hoy.

Los niños no reaccionaban, pero veían que algunos padres y madres , lloraban mientras sonreían a la vez. Era algo extraño…¿cómo se puede llorar y reir en un mismo acto?-pensaban-.

En ese momento, los tres Magos, cargados de regalos hicieron su entrada y junto a ellos, la pequeña que en el patio les hizo su particular petición.

Tres grandes sacos se abrieron, con pastillas de muchos colores y agradables sabores y aquella niña, cogiendo un puñado se las ofreció.

Aquellos “bolas” dejaron de lado los juguetes por un momento y entendieron que el tesoro, el verdadero tesoro, estaba en el corazón de aquella niña y gente como ella, que por fin habían conseguido la solución a sus problemas.

Todos se abrazaron y el Estado continuo destinando enormes cantidades de dinero a los científicos, para que investigaran sin parar y conseguir aquello tan raro de… “llorar sonriendo” por los siglos de los siglos.

Una importante fila de cangrejos de oscuro y feo aspecto, formaron una larga cola y se dirigieron al horno incinerador del hospital, lanzándose dentro y desapareciendo para siempre. ASI SEA.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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