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Vestigios de una ignominia sin desagravio

Franquismo en Mallorca

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Si fuese una obra de arte, tendría algún sentido presentar ciertas reticencias a que se retirase el monumento conmemorativo alzado en el parque de Sa Faixina, en honor a las víctimas del Crucero Baleares, pero siendo como es la construcción absolutamente anodina y sin el menor sentido artístico, qué quieren que les diga, pues que más de uno se va a alegrar de perderla de vista.

De niño jugué hasta la extenuación en aquellos jardines y, francamente, lo que menos recuerdo de esos felices años es el monolito de marras. Es más que evidente que allí estaba, presidiendo nuestros juegos, pero el caso es que si no fuese porque mi padre, que luchó en la guerra de España por el bando sublevado sólo porque la conflagración le pilló haciendo el servicio en la Armada y en territorio ocupado por los nacionales, entre las anécdotas suyas de aquellos años de miseria me contó su versión de lo que sucedió la noche en la que el navío donde estaba enrolado fue requerido para socorrer a los supervivientes de aquel siniestro, ni me acordaría siquiera de su existencia.

Sin embargo, no piensen ni por un momento que me desentiendo de la posición de Memòria de Mallorca, que propugna su desmantelamiento. Considero lícito su deseo de retirar de la circulación todos aquellos símbolos que pueden herir la sensibilidad de quien sufrió o, simplemente, de quien ha empatizado, empatiza ahora o empatizará sin duda en un futuro con su sufrimiento, pero no sé hasta qué punto sería mucho mejor dejarlo ahí donde está para que las generaciones futuras conozcan de primera mano y no sólo por los libros, una historia tan trágica que no se puede volver a repetir.

Está claro que estamos hablando de un monumento que ensalza unos hechos, que la mayoría de los contemporáneos de la España del 36 desearían que jamás hubiesen sucedido. Entre ellos mi padre, a quien la guerra civil le pilló a contrapelo con veinte años y sin poder decidir en qué bando quería luchar. Como él, fueron muchos los que combatieron por algo que ni les iba ni les venía. Algunos de ellos, tal vez formasen parte de la tripulación del crucero Baleares. Por esos pobres infelices que derramaron su sangre, y no por quienes les utilizaron sin pudor para alcanzar sus viles intereses, pienso que algo que les recordase sólo a ellos sí podría quedar en pie en ese lugar.

Franquismo en Mallorca

Vestigios de una ignominia sin desagravio
Francisco J. Caparrós
lunes, 15 de junio de 2015, 22:00 h (CET)
Si fuese una obra de arte, tendría algún sentido presentar ciertas reticencias a que se retirase el monumento conmemorativo alzado en el parque de Sa Faixina, en honor a las víctimas del Crucero Baleares, pero siendo como es la construcción absolutamente anodina y sin el menor sentido artístico, qué quieren que les diga, pues que más de uno se va a alegrar de perderla de vista.

De niño jugué hasta la extenuación en aquellos jardines y, francamente, lo que menos recuerdo de esos felices años es el monolito de marras. Es más que evidente que allí estaba, presidiendo nuestros juegos, pero el caso es que si no fuese porque mi padre, que luchó en la guerra de España por el bando sublevado sólo porque la conflagración le pilló haciendo el servicio en la Armada y en territorio ocupado por los nacionales, entre las anécdotas suyas de aquellos años de miseria me contó su versión de lo que sucedió la noche en la que el navío donde estaba enrolado fue requerido para socorrer a los supervivientes de aquel siniestro, ni me acordaría siquiera de su existencia.

Sin embargo, no piensen ni por un momento que me desentiendo de la posición de Memòria de Mallorca, que propugna su desmantelamiento. Considero lícito su deseo de retirar de la circulación todos aquellos símbolos que pueden herir la sensibilidad de quien sufrió o, simplemente, de quien ha empatizado, empatiza ahora o empatizará sin duda en un futuro con su sufrimiento, pero no sé hasta qué punto sería mucho mejor dejarlo ahí donde está para que las generaciones futuras conozcan de primera mano y no sólo por los libros, una historia tan trágica que no se puede volver a repetir.

Está claro que estamos hablando de un monumento que ensalza unos hechos, que la mayoría de los contemporáneos de la España del 36 desearían que jamás hubiesen sucedido. Entre ellos mi padre, a quien la guerra civil le pilló a contrapelo con veinte años y sin poder decidir en qué bando quería luchar. Como él, fueron muchos los que combatieron por algo que ni les iba ni les venía. Algunos de ellos, tal vez formasen parte de la tripulación del crucero Baleares. Por esos pobres infelices que derramaron su sangre, y no por quienes les utilizaron sin pudor para alcanzar sus viles intereses, pienso que algo que les recordase sólo a ellos sí podría quedar en pie en ese lugar.

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