Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | EEUU | Armas | Justicia
El juicio a Derek Chauvin por el asesinato de George Floyd: coraje y compasión de los testigos, de un lado; crueldad policial, del otro

Prohibir las armas de asalto en Estados Unidos es urgente y necesario

|

Nueve minutos y 29 segundos. Ese es el tiempo que Derek Chauvin, el ex oficial de policía de la ciudad de Mineápolis, quien ahora enfrenta un juicio por matar a George Floyd, mantuvo su rodilla presionada contra el cuello de Floyd el pasado Día de los Caídos. Floyd estaba esposado, tirado boca abajo en el pavimento, sin prestar resistencia y respirando con dificultad, mientras suplicaba por su vida. Las imágenes del incidente grabadas por una adolescente con su teléfono móvil.

desencadenaron protestas a lo largo y ancho del mundo en reclamo de justicia para George Floyd y por el fin de la brutalidad policial y el racismo sistémico. A lo largo del juicio contra Chauvin, vemos morir a George Floyd, una y otra vez, mientras se reproducen ante el jurado diferentes imágenes del hecho registradas por teléfonos móviles, cámaras de vigilancia y cámaras corporales de la policía.

Quienes fueron testigos presenciales describen con sombrío detalle una escena de linchamiento moderno —a plena luz del día— de un hombre afroestadounidense por parte de la policía. Si bien los testimonios reflejan de manera contundente la violencia policial, también exponen otra faceta de nuestra sociedad que, a pesar de las horribles circunstancias, debemos celebrar: el coraje y la compasión de los transeúntes que presenciaron el hecho, que se arriesgaron a enfrentarse a policías armados e intentaron desesperadamente salvar la vida de un extraño.

Una de las transeúntes que brindó su testimonio en el juicio fue Darnella Frazier: “Escuché a George Floyd decir: '¡No puedo respirar! Por favor, quítate de encima. ¡No puedo respirar!'”. Frazier tenía solo 17 años de edad cuando grabó a los oficiales Derek Chauvin, J. Alexander Keung y Thomas Lane mientras inmovilizaban a Floyd en el suelo, y a Tou Thao mientras los cubría, todos robándole a Floyd su vida.

La testigo continuó: “Pedía por su mamá. Estaba sintiendo mucho dolor. Parecía que sabía que todo había terminado para él. Estaba aterrorizado. Estaba sufriendo. Se trataba de un grito de ayuda. Cuando miro a George Floyd, veo a mi papá, veo a mis hermanos, veo a mis primos y a mis tíos, porque todos son negros. Tengo un padre negro, un hermano negro, amigos negros. Veo lo que le pasó a él y sé que podría haberle pasado a cualquiera de ellos.

En el video de Frazier, se escucha a Donald Williams, un luchador profesional de artes marciales afroestadounidense, implorar a los oficiales que dejen de presionar el cuello de Floyd.

“¡No reacciona, hermano! […] ¡Toma su pulso! Toma su pulso, Thao. Thao, toma su pulso. ¡Thao, toma su pulso, hermano!”. Conocedor de las técnicas de estrangulamiento, Williams le gritó a Chauvin que dejara de hacer lo que se denomina “estrangulamiento de sangre”, una maniobra de restricción que corta el flujo de sangre al cerebro. Williams afirmó que Chauvin hizo contacto visual con él al escuchar el término, lo que indica que Chauvin sabía lo que estaba haciendo.

El fiscal le preguntó a Williams sobre la llamada al teléfono de emergencias que hizo después de que el cuerpo de George Floyd fuera retirado en una ambulancia: “Llamé a la policía porque creí haber sido testigo de un asesinato”.

Genevieve Hansen, una bombero blanca y técnica en urgencias médicas del Departamento de Bomberos de Mineápolis, que se encontraba dando un paseo fuera de su horario laboral cuando vio a Chauvin arrodillado sobre el cuello de George Floyd, describió sus intentos de intervenir:

“Me identifiqué de inmediato, porque noté que Floyd necesitaba atención médica. No tardé en darme cuenta de que su nivel de conciencia estaba alterado. Por mi entrenamiento sabía que en esos casos se necesita atención médica de inmediato. Por tanto, dejé de concentrar mi atención en el Sr. Floyd y me enfoqué en cómo acceder al paciente y brindarle atención médica, o cómo instruir a los oficiales a que lo hicieran, pero los oficiales no me dejaron intervenir. Recuerdo que me ofrecí a indicarles lo que debían hacer o les dije 'Si no tiene pulso, hay que hacerle compresiones'. Y eso tampoco se hizo”.

El fiscal Matthew Frank le preguntó entonces a Hansen: “¿Eso es lo que quería hacer usted?”. Hansen respondió entre sollozos: “Es lo que habría hecho por cualquiera. Se los supliqué y estaba desesperada”.

Uno de los testimonios más impactantes fue el de Charles McMillian, que tenía 60 años en el momento del asesinato y fue uno de los primeros en detenerse cuando ocurrió el incidente. La policía ya le había apuntado con un arma a Floyd, lo había esposado y, a pesar de las súplicas de Floyd porque era claustrofóbico, lo estaban metiendo en el asiento trasero de una patrulla. En el registro de video, se escucha que McMillian le grita a Floyd: “¡No puedes ganar!”, a lo que Floyd le contesta: “¡No estoy tratando de ganar!”. Esa fue la última conversación que tendría George Floyd. Sin poder contener el llanto, McMillian expresó: “Porque he tenido interacción con la policía, tengo claro que una vez que te meten las esposas, no puedes ganar”.


En conversación con Democracy Now!, Mel Reeves, editor del periódico Minnesota Spokesman-Recorder, el periódico de propiedad afroestadounidense más antiguo del estado, expresó: “La gente se detuvo, pero solo porque la policía la detuvo”.


Volvamos al testimonio de Darnella Frazier: “He pasado noches despierta disculpándome y disculpándome con George Floyd por no haber hecho más, por no intervenir físicamente y salvarle la vida”. Cada uno de los testigos carga con el trauma de haber presenciado el asesinato de George Floyd.


Este juicio nos muestra el profundo poder de la bondad humana, en cruda yuxtaposición con la crueldad demostrada por Derek Chauvin y los otros oficiales. Sin embargo, la bondad de los extraños no es suficiente para detener la violencia policial. Es hora de implementar leyes de aplicación efectiva y efectuar una revisión radical de los procedimientos policiales. Los movimientos populares y la organización de base son elementos clave para forzar ese cambio sistémico.

Prohibir las armas de asalto en Estados Unidos es urgente y necesario

El juicio a Derek Chauvin por el asesinato de George Floyd: coraje y compasión de los testigos, de un lado; crueldad policial, del otro
Amy Goodman
domingo, 4 de abril de 2021, 12:44 h (CET)

Nueve minutos y 29 segundos. Ese es el tiempo que Derek Chauvin, el ex oficial de policía de la ciudad de Mineápolis, quien ahora enfrenta un juicio por matar a George Floyd, mantuvo su rodilla presionada contra el cuello de Floyd el pasado Día de los Caídos. Floyd estaba esposado, tirado boca abajo en el pavimento, sin prestar resistencia y respirando con dificultad, mientras suplicaba por su vida. Las imágenes del incidente grabadas por una adolescente con su teléfono móvil.

desencadenaron protestas a lo largo y ancho del mundo en reclamo de justicia para George Floyd y por el fin de la brutalidad policial y el racismo sistémico. A lo largo del juicio contra Chauvin, vemos morir a George Floyd, una y otra vez, mientras se reproducen ante el jurado diferentes imágenes del hecho registradas por teléfonos móviles, cámaras de vigilancia y cámaras corporales de la policía.

Quienes fueron testigos presenciales describen con sombrío detalle una escena de linchamiento moderno —a plena luz del día— de un hombre afroestadounidense por parte de la policía. Si bien los testimonios reflejan de manera contundente la violencia policial, también exponen otra faceta de nuestra sociedad que, a pesar de las horribles circunstancias, debemos celebrar: el coraje y la compasión de los transeúntes que presenciaron el hecho, que se arriesgaron a enfrentarse a policías armados e intentaron desesperadamente salvar la vida de un extraño.

Una de las transeúntes que brindó su testimonio en el juicio fue Darnella Frazier: “Escuché a George Floyd decir: '¡No puedo respirar! Por favor, quítate de encima. ¡No puedo respirar!'”. Frazier tenía solo 17 años de edad cuando grabó a los oficiales Derek Chauvin, J. Alexander Keung y Thomas Lane mientras inmovilizaban a Floyd en el suelo, y a Tou Thao mientras los cubría, todos robándole a Floyd su vida.

La testigo continuó: “Pedía por su mamá. Estaba sintiendo mucho dolor. Parecía que sabía que todo había terminado para él. Estaba aterrorizado. Estaba sufriendo. Se trataba de un grito de ayuda. Cuando miro a George Floyd, veo a mi papá, veo a mis hermanos, veo a mis primos y a mis tíos, porque todos son negros. Tengo un padre negro, un hermano negro, amigos negros. Veo lo que le pasó a él y sé que podría haberle pasado a cualquiera de ellos.

En el video de Frazier, se escucha a Donald Williams, un luchador profesional de artes marciales afroestadounidense, implorar a los oficiales que dejen de presionar el cuello de Floyd.

“¡No reacciona, hermano! […] ¡Toma su pulso! Toma su pulso, Thao. Thao, toma su pulso. ¡Thao, toma su pulso, hermano!”. Conocedor de las técnicas de estrangulamiento, Williams le gritó a Chauvin que dejara de hacer lo que se denomina “estrangulamiento de sangre”, una maniobra de restricción que corta el flujo de sangre al cerebro. Williams afirmó que Chauvin hizo contacto visual con él al escuchar el término, lo que indica que Chauvin sabía lo que estaba haciendo.

El fiscal le preguntó a Williams sobre la llamada al teléfono de emergencias que hizo después de que el cuerpo de George Floyd fuera retirado en una ambulancia: “Llamé a la policía porque creí haber sido testigo de un asesinato”.

Genevieve Hansen, una bombero blanca y técnica en urgencias médicas del Departamento de Bomberos de Mineápolis, que se encontraba dando un paseo fuera de su horario laboral cuando vio a Chauvin arrodillado sobre el cuello de George Floyd, describió sus intentos de intervenir:

“Me identifiqué de inmediato, porque noté que Floyd necesitaba atención médica. No tardé en darme cuenta de que su nivel de conciencia estaba alterado. Por mi entrenamiento sabía que en esos casos se necesita atención médica de inmediato. Por tanto, dejé de concentrar mi atención en el Sr. Floyd y me enfoqué en cómo acceder al paciente y brindarle atención médica, o cómo instruir a los oficiales a que lo hicieran, pero los oficiales no me dejaron intervenir. Recuerdo que me ofrecí a indicarles lo que debían hacer o les dije 'Si no tiene pulso, hay que hacerle compresiones'. Y eso tampoco se hizo”.

El fiscal Matthew Frank le preguntó entonces a Hansen: “¿Eso es lo que quería hacer usted?”. Hansen respondió entre sollozos: “Es lo que habría hecho por cualquiera. Se los supliqué y estaba desesperada”.

Uno de los testimonios más impactantes fue el de Charles McMillian, que tenía 60 años en el momento del asesinato y fue uno de los primeros en detenerse cuando ocurrió el incidente. La policía ya le había apuntado con un arma a Floyd, lo había esposado y, a pesar de las súplicas de Floyd porque era claustrofóbico, lo estaban metiendo en el asiento trasero de una patrulla. En el registro de video, se escucha que McMillian le grita a Floyd: “¡No puedes ganar!”, a lo que Floyd le contesta: “¡No estoy tratando de ganar!”. Esa fue la última conversación que tendría George Floyd. Sin poder contener el llanto, McMillian expresó: “Porque he tenido interacción con la policía, tengo claro que una vez que te meten las esposas, no puedes ganar”.


En conversación con Democracy Now!, Mel Reeves, editor del periódico Minnesota Spokesman-Recorder, el periódico de propiedad afroestadounidense más antiguo del estado, expresó: “La gente se detuvo, pero solo porque la policía la detuvo”.


Volvamos al testimonio de Darnella Frazier: “He pasado noches despierta disculpándome y disculpándome con George Floyd por no haber hecho más, por no intervenir físicamente y salvarle la vida”. Cada uno de los testigos carga con el trauma de haber presenciado el asesinato de George Floyd.


Este juicio nos muestra el profundo poder de la bondad humana, en cruda yuxtaposición con la crueldad demostrada por Derek Chauvin y los otros oficiales. Sin embargo, la bondad de los extraños no es suficiente para detener la violencia policial. Es hora de implementar leyes de aplicación efectiva y efectuar una revisión radical de los procedimientos policiales. Los movimientos populares y la organización de base son elementos clave para forzar ese cambio sistémico.

Noticias relacionadas

Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto