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La confusión es como navegar en una noche tormentosa sin ver la estrella polar que señala el norte

La historia de la confusión

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Los medios de comunicación nos hostigan constantemente con noticias sobre el coronavirus, su expansión, número de fallecidos e internados en las UCI, su mutación en variantes de los que se ignora su comportamiento…Las vacunas llenan de esperanza, pero, el consejo de los expertos sigue siendo que no tenemos que abandonar la guardia, guardar los consejos sanitarios de protección. Una cosa sí que es cierta. La pandemia ha puesto de manifiesto la insignificancia del ser humano y que sus realizaciones científicas, económicas, tecnológicas, medicas, sin olvidar la tan cacareada “democracia consolidada” que tan orgullosos nos hace sentir, ¡cuán frágil nos la hace ver el asalto al Capitolio estadounidense cuna de la democracia! Las religiones que presumen de aportar luz para poder salir del túnel en que nos encontramos andan tan desorientadas como los incrédulos. El resultado de tanto progreso pone de manifiesto que no aporta la luz que se esperaba. El fracaso se debe a que el edificio que se está construyendo no se está haciendo sobre la roca, sino sobre arena, cimiento tan débil que una simple brisa lo derrumba.

Ante la crisis global que se acentúa porque no se encuentra remedio eficaz, algunas voces nos alertan de la necesidad de “descubrir una nueva dimensión espiritual interna” a la que se podría llegar “escuchando el silencio como práctica espiritual”. Si se tiene que “descubrir una nueva dimensión espiritual interna”, este esfuerzo nos convertirá en “amigos de novedades”, como lo eran los antiguos griegos sin que ello los llevase a puerto seguro.

El pueblo de Israel estaba viviendo un largo período de convulsión política y religiosa. Había perdió el norte. El profeta Jeremías para ayudar a sus conciudadanos a salir del pozo en que habían caído no se pone del lado de quienes proclaman nuevas formas de espiritualidad interna. Les dice: “Así dice el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestras almas” (6: 16). El profeta no los incita a que busquen nuevas formas de espiritualidad para desembarazarse de aquellas expresiones religiosas que habían aprendido a lo largo de los siglos de las naciones vecinas y que no les habían aportado los buenos resultados que esperaban. Les viene a decir que se han comportado como locos buscando con frenesí los modelos religiosos de sus vecinos, sin encontrar en ellos la solución de sus problemas. Dejad de comportaros como “amigos de novedades”. “Paraos en los caminos, y mirad y preguntad por los senderos antiguos, cual sea el buen camino y andad por él”. El camino que conduce a Dios ya está construido. Su desuso lo ha cubierto de malas hierbas que lo hacen intransitable. A quedado oculto por la maleza. Preguntad por él. No andéis tras novedades que no llevan a ninguna parte.

Si nos paramos en los caminos y preguntamos por las sendas antiguas que es el buen camino, la respuesta que recibiremos nos llevará a Edén en donde el Creador muestra a Adán y Eva la manera de deshacerse de la obra destructora del diablo que es el culpable de todos los males que nos aquejan. Adán se exculpa delante del Señor, diciéndole. “La mujer que me has dado por compañera, me dio del árbol y comí”. Entonces el Creador se dirige a Eva. Diciéndole: “¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí”. Tanto Adán como Eva se sacuden las pulgas. No quieren hacerse responsabilidades de lo que habían hecho. Desde entonces los hombres han seguido el ejemplo dado por sus primeros padres. Entonces Dios dirigiéndose a la serpiente, le dice: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias, y entre todos los animales del campo, sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (Génesis 3: 12-14).

El rtelato sigue y Dios pronuncia por primera vez en la historia el mensaje del Evangelio, la buena nueva d salvación. A partir de entonces los encargados de difundir el Evangelio hasta los extremos de la tierra recae sobre quienes han sido redimidos por la sangre de Jesús: “Pondré enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer (Eva) y entre tu simiente (los hijos del diablo a lo largo de la historia) y la simiente suya (refiriéndose no a muchos sino a uno solo: Jesús). Ésta (Jesús) te herirá en la cabeza y tú le herirás (Jesús) en el talón” (v.15). Aquí se encuentra el embrión del Evangelio que crece en detalles que conducen a la persona de Jesús que muriendo en la cruz del Gólgota para salvar al pueblo de Dios de sus pecados, hiere la cabeza de la serpiente y ésta en el talón del Señor.

Aparentemente es Satanás quien sale victorioso de la batalla porque mata a su enemigo, pero es Jesús el vencedor porque Dios lo levanta de entre los muertos. En el Gólgota se cumple la profecía que la simiente de la mujer herirá la cabeza de la serpiente. Aun cuando Dios permite, con limitaciones, que Satanás siga haciendo de las suyas, es un enemigo vencido. La crucifixión es el juicio y condenación de Satanás ya que destruye el aguijón de la muerte: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está oh muerte tu aguijón? ¿Dónde oh sepulcro tu victoria? (1 Corintios 15: 54,55).

Para que no queda ni la más mínima sobra de duda de que lo que ocurrió en el Gólgota no fue un hecho motivado por el odio que los jerarcas religiosos sentían contra Jesús, Dios, simbólicamente anuncia la crucifixión de Jesús cuando “el Señor Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (Génesis 3:21). Para vestirlos tuvo que sacrificar previamente unos animales. “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (de los pecados). (Hebreos 9: 22).

La historia de la confusión

La confusión es como navegar en una noche tormentosa sin ver la estrella polar que señala el norte
Octavi Pereña
martes, 30 de marzo de 2021, 14:18 h (CET)

Los medios de comunicación nos hostigan constantemente con noticias sobre el coronavirus, su expansión, número de fallecidos e internados en las UCI, su mutación en variantes de los que se ignora su comportamiento…Las vacunas llenan de esperanza, pero, el consejo de los expertos sigue siendo que no tenemos que abandonar la guardia, guardar los consejos sanitarios de protección. Una cosa sí que es cierta. La pandemia ha puesto de manifiesto la insignificancia del ser humano y que sus realizaciones científicas, económicas, tecnológicas, medicas, sin olvidar la tan cacareada “democracia consolidada” que tan orgullosos nos hace sentir, ¡cuán frágil nos la hace ver el asalto al Capitolio estadounidense cuna de la democracia! Las religiones que presumen de aportar luz para poder salir del túnel en que nos encontramos andan tan desorientadas como los incrédulos. El resultado de tanto progreso pone de manifiesto que no aporta la luz que se esperaba. El fracaso se debe a que el edificio que se está construyendo no se está haciendo sobre la roca, sino sobre arena, cimiento tan débil que una simple brisa lo derrumba.

Ante la crisis global que se acentúa porque no se encuentra remedio eficaz, algunas voces nos alertan de la necesidad de “descubrir una nueva dimensión espiritual interna” a la que se podría llegar “escuchando el silencio como práctica espiritual”. Si se tiene que “descubrir una nueva dimensión espiritual interna”, este esfuerzo nos convertirá en “amigos de novedades”, como lo eran los antiguos griegos sin que ello los llevase a puerto seguro.

El pueblo de Israel estaba viviendo un largo período de convulsión política y religiosa. Había perdió el norte. El profeta Jeremías para ayudar a sus conciudadanos a salir del pozo en que habían caído no se pone del lado de quienes proclaman nuevas formas de espiritualidad interna. Les dice: “Así dice el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestras almas” (6: 16). El profeta no los incita a que busquen nuevas formas de espiritualidad para desembarazarse de aquellas expresiones religiosas que habían aprendido a lo largo de los siglos de las naciones vecinas y que no les habían aportado los buenos resultados que esperaban. Les viene a decir que se han comportado como locos buscando con frenesí los modelos religiosos de sus vecinos, sin encontrar en ellos la solución de sus problemas. Dejad de comportaros como “amigos de novedades”. “Paraos en los caminos, y mirad y preguntad por los senderos antiguos, cual sea el buen camino y andad por él”. El camino que conduce a Dios ya está construido. Su desuso lo ha cubierto de malas hierbas que lo hacen intransitable. A quedado oculto por la maleza. Preguntad por él. No andéis tras novedades que no llevan a ninguna parte.

Si nos paramos en los caminos y preguntamos por las sendas antiguas que es el buen camino, la respuesta que recibiremos nos llevará a Edén en donde el Creador muestra a Adán y Eva la manera de deshacerse de la obra destructora del diablo que es el culpable de todos los males que nos aquejan. Adán se exculpa delante del Señor, diciéndole. “La mujer que me has dado por compañera, me dio del árbol y comí”. Entonces el Creador se dirige a Eva. Diciéndole: “¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí”. Tanto Adán como Eva se sacuden las pulgas. No quieren hacerse responsabilidades de lo que habían hecho. Desde entonces los hombres han seguido el ejemplo dado por sus primeros padres. Entonces Dios dirigiéndose a la serpiente, le dice: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias, y entre todos los animales del campo, sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (Génesis 3: 12-14).

El rtelato sigue y Dios pronuncia por primera vez en la historia el mensaje del Evangelio, la buena nueva d salvación. A partir de entonces los encargados de difundir el Evangelio hasta los extremos de la tierra recae sobre quienes han sido redimidos por la sangre de Jesús: “Pondré enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer (Eva) y entre tu simiente (los hijos del diablo a lo largo de la historia) y la simiente suya (refiriéndose no a muchos sino a uno solo: Jesús). Ésta (Jesús) te herirá en la cabeza y tú le herirás (Jesús) en el talón” (v.15). Aquí se encuentra el embrión del Evangelio que crece en detalles que conducen a la persona de Jesús que muriendo en la cruz del Gólgota para salvar al pueblo de Dios de sus pecados, hiere la cabeza de la serpiente y ésta en el talón del Señor.

Aparentemente es Satanás quien sale victorioso de la batalla porque mata a su enemigo, pero es Jesús el vencedor porque Dios lo levanta de entre los muertos. En el Gólgota se cumple la profecía que la simiente de la mujer herirá la cabeza de la serpiente. Aun cuando Dios permite, con limitaciones, que Satanás siga haciendo de las suyas, es un enemigo vencido. La crucifixión es el juicio y condenación de Satanás ya que destruye el aguijón de la muerte: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está oh muerte tu aguijón? ¿Dónde oh sepulcro tu victoria? (1 Corintios 15: 54,55).

Para que no queda ni la más mínima sobra de duda de que lo que ocurrió en el Gólgota no fue un hecho motivado por el odio que los jerarcas religiosos sentían contra Jesús, Dios, simbólicamente anuncia la crucifixión de Jesús cuando “el Señor Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (Génesis 3:21). Para vestirlos tuvo que sacrificar previamente unos animales. “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (de los pecados). (Hebreos 9: 22).

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