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”Hijos obedeced en el Señor a vuestros padres porque esto es justo2” (Efesios 6: 1)

Responsabilidad paterna

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“Al profesor Onesome le extraña ver que todas las tiendas (del Paseo de Gracia de Barcelona) estén cambiando vidrios y arreglando puertas y me preguntó si habíamos tenido un terremoto. No entendía un mensaje de un colega de Nueva york que le decía que había escuchado en la televisión de los EUA que Barcelona era muy peligrosa y que se evitase viajar a ella. Él, que conocía bien Barcelona pensó que su colega debía confundirlo con alguna población africana en dónde se producían seísmos. Le expliqué lo que había ocurrido. Le dije que ellos también recomiendan andar con cautela por la 5ª Avenida porque si no vigilas te puede desaparecer la cartera. “Sí, lamentablemente es así” me dijo. Pedro Nueno que comenta lo que ocurre en Barcelona y en otras ciudades catalanas escribió: “Me preguntaba, ¿tienen padres estos jóvenes? ¿Se habrían cuidado de que estudiasen? Si proyectamos una buena imagen lo que podríamos atraer es inimaginable: Empresas implantándose aquí para proveer a Europa, jóvenes viniendo a estudiar, turistas, inversores comprando inmuebles y alquilándolos, empresarios abriendo tiendas, financieros llevando productos a nuestro mercado, etc.”

Se dice que los alborotos violentos que se han producido se debe a la precariedad laboral, salarios de hambre, desempleo alarmante…Estos factores pueden ser motivo que lleve a los jóvenes a rebelarse contra la injusticia social existente. Pero no es la causa principal. El boom económico que no se ha sabido administrar y que ha llevado a la pobreza actual puede contribuir a fomentar la violencia. Pero no lo es todo. Tenemos que preguntarnos qué es lo que no se ha sabido hacer bien que nos ha llevado a esta situación tan dramática.

Pedro Nueno se pregunta: “¿Tienen padres estos jóvenes que han causado todo este alboroto violento?” Claro que tienen padres que carecen de la sabiduría necesaria para encaminarlos por el camino de la rectitud. Los analistas de los alborotos que no tienen en cuenta el factor padre les lleva a anunciar soluciones que no serán efectivas. Los padres son el factor clave para solucionar la violencia juvenil que azota nuestra sociedad. Sin tener en cuenta a los padres las soluciones que se presentan son parches que no llegan al corazón del problema. Se actúa de manera parecida al fontanero que tapona una pérdida de agua de una cañería vieja. Después otra pérdida, y otra, hasta que se decide cambiarla.

Básicamente el problema de la juventud violenta es la consecuencia de unos padres que no cumplen con su responsabilidad de instruir a sus hijos en el camino de la justicia. El deber de los padres no consiste exclusivamente de proveerles de ropa, comida, cama para dormir, educación académica si es que deseen recibirla, una paga semanal para sus caprichos que no siempre son saludables… Todo tiene que ver con lo físico. ¿Qué hacen con su alma? No entiendo lo que me dices: ¿Qué es eso del alma? Como no pueden tocarla con los dedos no existe. Este es el grave error que cometen muchos padres en la educación de sus hijos. No tienen derecho de quejarse de su comportamiento indisciplinado y culpar de ello a factores externos. Como los consideran buenos chicos/as no pueden aceptar que actúen violentamente y si lo hacen, otros los han inducido a hacerlo. No son responsables de sus actos.

Poco antes de que los israelitas heredasen la Tierra Prometida que les ofrecía Dios y que la estancia en ella les acompañase la prosperidad y el bienestar, Moisés les recuerda a los padres la responsabilidad que tenían para con su Dios: “Por tanto pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las atarás como señal en vuestra mano y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las en enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, y las escribirás en los postes de tu casas y en tus puertas” (Deuteronomio 11. 18-20). La instrucción espiritual de los hijos es una responsabilidad ineludible que recae directamente en los padres. No puede traspasarse a otros agentes.

Los padres que se toman seriamente la responsabilidad de instruir a sus hijos en el camino del Señor se encarnan en el padre que en Proverbios instruye a su hijo: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (1. 8). Que unos padres suplicando a su hijo que preste atención a sus enseñanzas no lo hacen con el propósito de someterlo a su control. Es el ejercicio de una responsabilidad que los hijos tienen que aceptar: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20: 12). Es el primer mandamiento del Decálogo que tiene que ver con el orden social. Si los hijos no reconocen la autoridad paterna recibida de Dios se implanta en la sociedad el virus de la anarquía que conduce al desorden social.

El comportamiento del hombre desde la Caída de Adán no ha cambiado. Ni la tendencia díscola de los adolescentes ha variado. La desobediencia a la enseñanza bíblica al respecto a la educación de los hijos encaja como anillo al dedo en los alborotos de nuestros días. “Hijo mío, si los pecadores te quieren engañar, no consientas. Si te dicen: Ven con nosotros, pongamos asechanzas, para derramar sangre, acechemos sin motivo al inocente…(vv. 10-14). El clamor angustiado de un padre que ve que su hijo va en camino de caer en la trampa que le preparan quienes dicen ser sus amigos. “Hijo mío, no andes en camino de ellos, aparta tus pies de sus veredas” (v. 15).

En nuestros días, ¿dónde están los padres que muestren tanto interés por la salud espiritual de sus hijos como lo hace el padre de Proverbios? Es tan difícil de encontrarlos como una aguja en un pajar. No debe extrañar, pues, que haya tantos menores y adolescentes que no saben qué significa civismo y el respeto a lo ajeno.

Responsabilidad paterna

”Hijos obedeced en el Señor a vuestros padres porque esto es justo2” (Efesios 6: 1)
Octavi Pereña
miércoles, 17 de marzo de 2021, 11:44 h (CET)

“Al profesor Onesome le extraña ver que todas las tiendas (del Paseo de Gracia de Barcelona) estén cambiando vidrios y arreglando puertas y me preguntó si habíamos tenido un terremoto. No entendía un mensaje de un colega de Nueva york que le decía que había escuchado en la televisión de los EUA que Barcelona era muy peligrosa y que se evitase viajar a ella. Él, que conocía bien Barcelona pensó que su colega debía confundirlo con alguna población africana en dónde se producían seísmos. Le expliqué lo que había ocurrido. Le dije que ellos también recomiendan andar con cautela por la 5ª Avenida porque si no vigilas te puede desaparecer la cartera. “Sí, lamentablemente es así” me dijo. Pedro Nueno que comenta lo que ocurre en Barcelona y en otras ciudades catalanas escribió: “Me preguntaba, ¿tienen padres estos jóvenes? ¿Se habrían cuidado de que estudiasen? Si proyectamos una buena imagen lo que podríamos atraer es inimaginable: Empresas implantándose aquí para proveer a Europa, jóvenes viniendo a estudiar, turistas, inversores comprando inmuebles y alquilándolos, empresarios abriendo tiendas, financieros llevando productos a nuestro mercado, etc.”

Se dice que los alborotos violentos que se han producido se debe a la precariedad laboral, salarios de hambre, desempleo alarmante…Estos factores pueden ser motivo que lleve a los jóvenes a rebelarse contra la injusticia social existente. Pero no es la causa principal. El boom económico que no se ha sabido administrar y que ha llevado a la pobreza actual puede contribuir a fomentar la violencia. Pero no lo es todo. Tenemos que preguntarnos qué es lo que no se ha sabido hacer bien que nos ha llevado a esta situación tan dramática.

Pedro Nueno se pregunta: “¿Tienen padres estos jóvenes que han causado todo este alboroto violento?” Claro que tienen padres que carecen de la sabiduría necesaria para encaminarlos por el camino de la rectitud. Los analistas de los alborotos que no tienen en cuenta el factor padre les lleva a anunciar soluciones que no serán efectivas. Los padres son el factor clave para solucionar la violencia juvenil que azota nuestra sociedad. Sin tener en cuenta a los padres las soluciones que se presentan son parches que no llegan al corazón del problema. Se actúa de manera parecida al fontanero que tapona una pérdida de agua de una cañería vieja. Después otra pérdida, y otra, hasta que se decide cambiarla.

Básicamente el problema de la juventud violenta es la consecuencia de unos padres que no cumplen con su responsabilidad de instruir a sus hijos en el camino de la justicia. El deber de los padres no consiste exclusivamente de proveerles de ropa, comida, cama para dormir, educación académica si es que deseen recibirla, una paga semanal para sus caprichos que no siempre son saludables… Todo tiene que ver con lo físico. ¿Qué hacen con su alma? No entiendo lo que me dices: ¿Qué es eso del alma? Como no pueden tocarla con los dedos no existe. Este es el grave error que cometen muchos padres en la educación de sus hijos. No tienen derecho de quejarse de su comportamiento indisciplinado y culpar de ello a factores externos. Como los consideran buenos chicos/as no pueden aceptar que actúen violentamente y si lo hacen, otros los han inducido a hacerlo. No son responsables de sus actos.

Poco antes de que los israelitas heredasen la Tierra Prometida que les ofrecía Dios y que la estancia en ella les acompañase la prosperidad y el bienestar, Moisés les recuerda a los padres la responsabilidad que tenían para con su Dios: “Por tanto pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las atarás como señal en vuestra mano y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las en enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, y las escribirás en los postes de tu casas y en tus puertas” (Deuteronomio 11. 18-20). La instrucción espiritual de los hijos es una responsabilidad ineludible que recae directamente en los padres. No puede traspasarse a otros agentes.

Los padres que se toman seriamente la responsabilidad de instruir a sus hijos en el camino del Señor se encarnan en el padre que en Proverbios instruye a su hijo: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (1. 8). Que unos padres suplicando a su hijo que preste atención a sus enseñanzas no lo hacen con el propósito de someterlo a su control. Es el ejercicio de una responsabilidad que los hijos tienen que aceptar: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20: 12). Es el primer mandamiento del Decálogo que tiene que ver con el orden social. Si los hijos no reconocen la autoridad paterna recibida de Dios se implanta en la sociedad el virus de la anarquía que conduce al desorden social.

El comportamiento del hombre desde la Caída de Adán no ha cambiado. Ni la tendencia díscola de los adolescentes ha variado. La desobediencia a la enseñanza bíblica al respecto a la educación de los hijos encaja como anillo al dedo en los alborotos de nuestros días. “Hijo mío, si los pecadores te quieren engañar, no consientas. Si te dicen: Ven con nosotros, pongamos asechanzas, para derramar sangre, acechemos sin motivo al inocente…(vv. 10-14). El clamor angustiado de un padre que ve que su hijo va en camino de caer en la trampa que le preparan quienes dicen ser sus amigos. “Hijo mío, no andes en camino de ellos, aparta tus pies de sus veredas” (v. 15).

En nuestros días, ¿dónde están los padres que muestren tanto interés por la salud espiritual de sus hijos como lo hace el padre de Proverbios? Es tan difícil de encontrarlos como una aguja en un pajar. No debe extrañar, pues, que haya tantos menores y adolescentes que no saben qué significa civismo y el respeto a lo ajeno.

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Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.

Estoy arrepintiéndome de votar, arrepintiéndome de leer páginas de opinión política en la prensa, arrepintiéndome de acudir a manifestaciones manipuladas, arrepintiéndome de ver noticiarios de televisión y, mucho más, tertulias generalistas con tertulianos mediocres.

El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, en su obra "El Crimen de la Guerra"(1870), afirma: "No puede haber guerra justa, porque no hay guerra juiciosa. La guerra es la pérdida temporal del juicio". Asimismo, añade que "las guerras serán mas raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las invitan".

 
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