Diez años después de la “primavera árabe” que acabó con la dictadura de Muamar El Gaddafi, Libia se encuentra en la antesala de una solución de los conflictos tribales y políticos que la han convertido en un Estado fallido y en fuente de inestabilidad en el Mediterráneo. En el pasado mes de febrero, con la mediación de Naciones Unidas, se ha alcanzado un acuerdo con la designación de un nuevo jefe de Gobierno que deberá conciliar a todas las partes enfrentadas y convocar elecciones antes de fin de año.
Se inicia así una nueva etapa de transición hacia una democracia desconocida en las costumbres libias, marcadas por las rivalidades tribales que se reflejan en la guerra que han mantenido las facciones que han dividido al país en dos grandes regiones, el Este y el Oeste.
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