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La familia es la primera y fundamental escuela de sociabilidad

Elena Baeza (Málaga)
Redacción
martes, 28 de agosto de 2007, 22:03 h (CET)
Es la sociedad natural donde el hombre y la mujer son llamados al don del sí y al don de la vida. Es la familia la comunidad en la que, desde la infancia, se puede aprender los valores morales y a usar bien la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad. Por ser la sede natural de la educación para el amor, constituye el instrumento más eficaz de humanización y personalización de la sociedad, colaborando de manera original y profunda en la construcción del mundo.

Sin duda, cuando cunde en familias concretas un estilo de vida que no refleja adecuadamente la belleza y la verdad de la institución familiar; cuando hay cónyuges que no se comportan como deben en cuanto a esposos y en cuanto padres o madres, la familia se expone a sufrir daños profundos en su imagen y en su realización vital.

Por el contrario, la familia unida y sana, a pesar de las dificultades personales y del ambiente, es una semilla capaz de renovar la visión apagada, desconfiada y triste que se ha hecho frecuente en cierta cultura de hoy.

La relación entre familia y sociedad debería ser apoyo recíproco. La sociedad puede favorecer mucho el desarrollo adecuado de la familia; y la familia, por su parte, puede contribuir decisivamente a la construcción de una sociedad estructurada, solidaria y rica en humanidad. Ante todo, por su propia naturaleza, puede actuar de modo especialmente eficaz en el campo inmenso de las iniciativas de solidaridad, hospitalidad, asistencia y servicio a los más débiles y necesitados.

“El futuro de la humanidad se fragua en la familia” (Juan Pablo II).

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Entre las múltiples experiencias que he vivido a lo largo de mi vida destacan las tres semanas que permanecí embarcado, allá por los ochenta, en el Ramiro Pérez, un barco mercante en el que realicé el viaje Sevilla-Barcelona-Tenerife-Sevilla enrolado como un tripulante más.

Una rotonda es el espejo de una sociedad. Cuando quieras saber cómo es un país, fíjate en cómo se aborda una rotonda, cómo se incorpora la gente y cómo se permite –o no– hacerlo a los demás. Ahí aparece la noción de ceda el paso, esa concesión al dinamismo de la existencia en comunidad, la necesidad de que todo esté en movimiento, de que fluya la comunicación y que todo el mundo quede incorporado a la rueda de la vida.

 
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