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Los andaluces, los euros y la religión

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Cáritas Española publicó, no hace mucho, los datos de creencia oficial religiosa en España; la inmensa mayoría de la ciudadanía, alrededor de un 80%, se declaraba católica. Como del dicho al hecho hay mucho trecho, los encuestadores concretaron esta religiosidad en el cumplimiento del precepto dominical en lugar de realizarlo en el “amor”.

A la hora de cocinar este dato, la media de católicos que cumplen con el precepto dominical asciende a un 35%; es en las regiones del centro y del norte donde se da el mayor índice de asistencia, a saber el 40%. Estos datos coinciden con el espíritu ahorrativo, donde la especie más ahorradora se da por los fueros de Navarra.

Los andaluces, gracias a Dios, se llevan la palma entre los que no creen en el infierno, y mucho menos que a él conduce el hecho de no ir a misa los domingos y fiestas de guardar; cifra que coincide con la cuestión de introducir los benditos euros en la “hucha”, aunque tal vez sea debida semejante cuestión a que la Junta de Andalucía arrambla con un 20% de lo ahorrado en la Ley de Sucesiones.

El desapego a las cosas terrenales, aquello de que no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero, el olvido de la brujería institucionalizada que nos salva o nos mete de patitas en las brasas de lo eterno, las velas que acompañan al Cautivo durante el lunes santo y la saeta que cruza, mística y sin intermediarios, el espacio que conduce al misterio con mayúsculas me hace pensar que los andaluces somos gente de fe, aunque no de demasiada religión.

(Es algo parecido a cuando vienen los nuevos profetas y poetas a hablarnos del éxito y el fracaso. Tal vez algún día habrá que hablar sobre el “fracaso del éxito”, aunque de esto casi siempre se encarga el paso del tiempo, la historia, que pone a cada uno en su verdadero lugar).

Todos estos datos, digo yo, será por la letra que se lee en el Primer Cancionero de Coplas Flamencas Populares (“Antología de la Poesía Flamenca de Alfredo Arrebola, Agora, 1993, de Manuel Balsameda que dice así: “Todos los sabios del mundo,/ vienen a “aprendé” de mí,/ y aprovechan la ocasión,/ cuando me sienten dormir”.´

Pues eso, que habría que hacer lo que escribe Manuel Alcántara:

“Cuando termine la muerte,
si dicen: “¡A levantarse!”
a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.

Que yo me conformo siempre,
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.”

Los andaluces, los euros y la religión

José García Pérez
lunes, 30 de marzo de 2015, 22:03 h (CET)
Cáritas Española publicó, no hace mucho, los datos de creencia oficial religiosa en España; la inmensa mayoría de la ciudadanía, alrededor de un 80%, se declaraba católica. Como del dicho al hecho hay mucho trecho, los encuestadores concretaron esta religiosidad en el cumplimiento del precepto dominical en lugar de realizarlo en el “amor”.

A la hora de cocinar este dato, la media de católicos que cumplen con el precepto dominical asciende a un 35%; es en las regiones del centro y del norte donde se da el mayor índice de asistencia, a saber el 40%. Estos datos coinciden con el espíritu ahorrativo, donde la especie más ahorradora se da por los fueros de Navarra.

Los andaluces, gracias a Dios, se llevan la palma entre los que no creen en el infierno, y mucho menos que a él conduce el hecho de no ir a misa los domingos y fiestas de guardar; cifra que coincide con la cuestión de introducir los benditos euros en la “hucha”, aunque tal vez sea debida semejante cuestión a que la Junta de Andalucía arrambla con un 20% de lo ahorrado en la Ley de Sucesiones.

El desapego a las cosas terrenales, aquello de que no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero, el olvido de la brujería institucionalizada que nos salva o nos mete de patitas en las brasas de lo eterno, las velas que acompañan al Cautivo durante el lunes santo y la saeta que cruza, mística y sin intermediarios, el espacio que conduce al misterio con mayúsculas me hace pensar que los andaluces somos gente de fe, aunque no de demasiada religión.

(Es algo parecido a cuando vienen los nuevos profetas y poetas a hablarnos del éxito y el fracaso. Tal vez algún día habrá que hablar sobre el “fracaso del éxito”, aunque de esto casi siempre se encarga el paso del tiempo, la historia, que pone a cada uno en su verdadero lugar).

Todos estos datos, digo yo, será por la letra que se lee en el Primer Cancionero de Coplas Flamencas Populares (“Antología de la Poesía Flamenca de Alfredo Arrebola, Agora, 1993, de Manuel Balsameda que dice así: “Todos los sabios del mundo,/ vienen a “aprendé” de mí,/ y aprovechan la ocasión,/ cuando me sienten dormir”.´

Pues eso, que habría que hacer lo que escribe Manuel Alcántara:

“Cuando termine la muerte,
si dicen: “¡A levantarse!”
a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.

Que yo me conformo siempre,
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.”

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