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El disimulo de las vestimentas delata tanto como esconde

Vestiduras delatorias

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Ya lo tenemos comprobado, no nos dice mucho sobre una persona el relato de su vida; en todo caso, percepciones esporádicas. En realidad, permanece alejado el verdadero curso interior de sus tensiones, intenciones, motivaciones, frustraciones o cualidades. Tampoco lo hacen las biografías, menos las autobiografías y casi nada las semblanzas sectoriales. Algunas manifestaciones de los individuos aportan datos orientativos, siempre de carácter parcial. Tenemos el ejemplo de las VESTIMENTAS utilizadas en cada ocasión, con el potencial expresivo correspondiente; desde el desnudo a los adornos, buscando efectos o provocando impresiones no deseadas. Encubridoras o delatoras, son aproximaciones curiosas.

Nos debatimos en el entramado complejo de las voluntades; a la hora de disponer del vestuario, como a la hora de contemplarlo sobre los demás. Siempre con el morbo adicional de los detalles involuntarios, de los hallazgos inesperados. No sólo tratamos de anotaciones objetivas, en todo este asunto cunden las FIGURACIONES en los muestrarios de ambos bandos. Por la parte del protagonista, encarando los disimulos, disfraces intencionados y todo un espectro de apariencias

Desde fuera, dejando aparte la indiferencia, las ojeadas rutinarias superficiales; destaca la detección de los nuevos aspectos significantes, descubridores de supuestas motivaciones subyacentes.

Con el uso, la realidad se torna en interpretaciones; deriva en una serie de repercusiones de diversa índole. A los vestidos, a las apariencias, se suman las intenciones y los comportamientos, en una amalgama de fenómenos inabarcables en su totalidad. Las mentalidades, asociadas a los ropajes, configuran un sector intrigante. Lo podemos entrever así:

VESTIMENTAS

Se puede elegir, es cierto;

Del desnudo al gran abrigo.

No es lo esencial el ropaje,

Aunque deviene expresivo.

El vestir enseña raudo,

Sobrepasa el disimulo.

Figurado o verdadero,

Mostrarse desnudo puede

Soslayar sus intenciones,

Sus tretas son manifiestas.

A más de uno le observamos

Con harapos de alimaña

Sin aires de adecentarse.

También lucen los excesos

Centrados en los ropajes,

Pero escasos de equipaje

En sus callados adentros.

La fascinación reluce

En torno de los matices.

El cuanto de involuntario,

La sinceridad reinante,

Las maldades o bondades,

Provocan repercusiones.

Cuando se habla de naturalidad, se refleja la adaptación de la persona a las características propias en su asentamiento en el grupo social correspondiente. Pero pronto surge el inconformismo, pleno de aires naturales, encaminado a mejorar la visión del presente; es un primer impulso espontáneo de buenos augurios. Con su utilización para otros fines, surge el desenfreno y hasta el DESCONTROL en sus aspiraciones. Los miramientos iniciales se fueron transformando en argucias distanciadas cada vez más de aquellos rasgos naturales, para adentrarse en corruptelas discretas o engaños manifiestos. Los amaneramientos acaban vistiendo ropajes de tendencias dispares, desde el capricho a la desfachatez.

Puestos en la valoración de estos comportamientos intrincados, importan sobremanera aquellos con especial repercusión sobre el conjunto de la sociedad. Encontramos de todo, remilgados o descuidados, displicentes o engorrosos, crispantes o melindrosos, junto a otros formatos infinitos.

Sin embargo, no es aconsejable fiarse de la primera impresión, sus auténticos funcionamientos recurren a TRETAS subyacentes, que no conviene desestimar, si no queremos caer en una credulidad traicionera. La vestidura aparente viene cargada de ambigüedad. Sabemos que no hace al monje, al tiempo que aporta numerosos indicios de su presencia real en la sociedad, que no llegan a ser definitorios.

Por eso suele ser frecuente la discordancia entre lo visto y lo percibido. Los diferentes hábitos (Sean togas, batas blancas, sotanas, partidos políticos, banqueros) apenas insinúan una pequeña parte de lo que llevan dentro. Ocurre también con el ciudadano corriente, con múltiples disfraces a su disposición. Sobre todo se ponen de manifiesto las DISCREPANCIAS entre las apariencias mostradas y las restantes muestras de las personalidades involucradas. Desentonan con escándalo las declaraciones verbales, las actuaciones solapadas, las negligencias o la hipocresía en sus taimadas expresiones. Los indicios e incluso las evidencias nos aproximan a la realidad de una convivencia problemática, en una alerta exigente.

Es pertinente mantener la atención sobre las apariencias desenvueltas por las cercanías, valorando el distanciamiento y sus ramificaciones, nos involucran en sus evoluciones sin pedir permiso. No es rara la pesada imposición de sus efectos sobre quienes estábamos aparentemente al margen. Las evidencias y los engaños se superponen, su extensión no conoce límites. Al menos reivindicaremos la capacidad propia para el desvelamiento de algunas realidades. Así, cuando el alarde de un personaje, no impide que le veamos desnudo de argumentos, ¿Les suena?, cuando los vemos desentendidos de nuestras inquietudes o nos asaltan con estilo de bárbaros inclementes.

Es decir, la elección de los modos de vestir, tiene su miga, por cuanto pone de manifiesto con la contumaz participación del protagonista, por el involuntario desvelamiento de cuestiones relevantes. Nos acercamos a fenómenos significantes, evitando extralimitaciones sin fundamento.

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Vestiduras delatorias

El disimulo de las vestimentas delata tanto como esconde
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 4 de febrero de 2021, 11:40 h (CET)

Ya lo tenemos comprobado, no nos dice mucho sobre una persona el relato de su vida; en todo caso, percepciones esporádicas. En realidad, permanece alejado el verdadero curso interior de sus tensiones, intenciones, motivaciones, frustraciones o cualidades. Tampoco lo hacen las biografías, menos las autobiografías y casi nada las semblanzas sectoriales. Algunas manifestaciones de los individuos aportan datos orientativos, siempre de carácter parcial. Tenemos el ejemplo de las VESTIMENTAS utilizadas en cada ocasión, con el potencial expresivo correspondiente; desde el desnudo a los adornos, buscando efectos o provocando impresiones no deseadas. Encubridoras o delatoras, son aproximaciones curiosas.

Nos debatimos en el entramado complejo de las voluntades; a la hora de disponer del vestuario, como a la hora de contemplarlo sobre los demás. Siempre con el morbo adicional de los detalles involuntarios, de los hallazgos inesperados. No sólo tratamos de anotaciones objetivas, en todo este asunto cunden las FIGURACIONES en los muestrarios de ambos bandos. Por la parte del protagonista, encarando los disimulos, disfraces intencionados y todo un espectro de apariencias

Desde fuera, dejando aparte la indiferencia, las ojeadas rutinarias superficiales; destaca la detección de los nuevos aspectos significantes, descubridores de supuestas motivaciones subyacentes.

Con el uso, la realidad se torna en interpretaciones; deriva en una serie de repercusiones de diversa índole. A los vestidos, a las apariencias, se suman las intenciones y los comportamientos, en una amalgama de fenómenos inabarcables en su totalidad. Las mentalidades, asociadas a los ropajes, configuran un sector intrigante. Lo podemos entrever así:

VESTIMENTAS

Se puede elegir, es cierto;

Del desnudo al gran abrigo.

No es lo esencial el ropaje,

Aunque deviene expresivo.

El vestir enseña raudo,

Sobrepasa el disimulo.

Figurado o verdadero,

Mostrarse desnudo puede

Soslayar sus intenciones,

Sus tretas son manifiestas.

A más de uno le observamos

Con harapos de alimaña

Sin aires de adecentarse.

También lucen los excesos

Centrados en los ropajes,

Pero escasos de equipaje

En sus callados adentros.

La fascinación reluce

En torno de los matices.

El cuanto de involuntario,

La sinceridad reinante,

Las maldades o bondades,

Provocan repercusiones.

Cuando se habla de naturalidad, se refleja la adaptación de la persona a las características propias en su asentamiento en el grupo social correspondiente. Pero pronto surge el inconformismo, pleno de aires naturales, encaminado a mejorar la visión del presente; es un primer impulso espontáneo de buenos augurios. Con su utilización para otros fines, surge el desenfreno y hasta el DESCONTROL en sus aspiraciones. Los miramientos iniciales se fueron transformando en argucias distanciadas cada vez más de aquellos rasgos naturales, para adentrarse en corruptelas discretas o engaños manifiestos. Los amaneramientos acaban vistiendo ropajes de tendencias dispares, desde el capricho a la desfachatez.

Puestos en la valoración de estos comportamientos intrincados, importan sobremanera aquellos con especial repercusión sobre el conjunto de la sociedad. Encontramos de todo, remilgados o descuidados, displicentes o engorrosos, crispantes o melindrosos, junto a otros formatos infinitos.

Sin embargo, no es aconsejable fiarse de la primera impresión, sus auténticos funcionamientos recurren a TRETAS subyacentes, que no conviene desestimar, si no queremos caer en una credulidad traicionera. La vestidura aparente viene cargada de ambigüedad. Sabemos que no hace al monje, al tiempo que aporta numerosos indicios de su presencia real en la sociedad, que no llegan a ser definitorios.

Por eso suele ser frecuente la discordancia entre lo visto y lo percibido. Los diferentes hábitos (Sean togas, batas blancas, sotanas, partidos políticos, banqueros) apenas insinúan una pequeña parte de lo que llevan dentro. Ocurre también con el ciudadano corriente, con múltiples disfraces a su disposición. Sobre todo se ponen de manifiesto las DISCREPANCIAS entre las apariencias mostradas y las restantes muestras de las personalidades involucradas. Desentonan con escándalo las declaraciones verbales, las actuaciones solapadas, las negligencias o la hipocresía en sus taimadas expresiones. Los indicios e incluso las evidencias nos aproximan a la realidad de una convivencia problemática, en una alerta exigente.

Es pertinente mantener la atención sobre las apariencias desenvueltas por las cercanías, valorando el distanciamiento y sus ramificaciones, nos involucran en sus evoluciones sin pedir permiso. No es rara la pesada imposición de sus efectos sobre quienes estábamos aparentemente al margen. Las evidencias y los engaños se superponen, su extensión no conoce límites. Al menos reivindicaremos la capacidad propia para el desvelamiento de algunas realidades. Así, cuando el alarde de un personaje, no impide que le veamos desnudo de argumentos, ¿Les suena?, cuando los vemos desentendidos de nuestras inquietudes o nos asaltan con estilo de bárbaros inclementes.

Es decir, la elección de los modos de vestir, tiene su miga, por cuanto pone de manifiesto con la contumaz participación del protagonista, por el involuntario desvelamiento de cuestiones relevantes. Nos acercamos a fenómenos significantes, evitando extralimitaciones sin fundamento.

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