La campaña represora intensificada en Hong Kong o los campos de reeducación de uigures sirven, no obstante, de recordatorio de que el modelo chino no es ningún ideal planetario. Y las trabas a la OMS para investigar el origen del coronavirus no solo alimentan sospechas, sino que subrayan los resultados frente al Covid de Corea del Sur o Taiwán, dos democracias. En absoluto debe significar eso para Europa y EE.UU. contemplar a Pekín como enemigo, pero sí exigirle con más firmeza respeto a los derechos humanos. Algo que solo podrán hacer si afrontan a la vez con seriedad los preocupantes síntomas de fatiga que exhiben hoy las democracias occidentales.
|