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Mike Oldfield, la Night of the Proms 2007 y... Tears of Fears

Herme Cerezo
Herme Cerezo
viernes, 20 de julio de 2007, 00:04 h (CET)
Uno, en su ignorancia, acude a la ‘Night of the Proms, España 2007’, en el velódromo Luis Puig de Valencia, animado por la esperanza de ver en directo a Mike Oldfield, su ilusión dorada desde que su compañero del instituto, Juan Lagardera, le hiciera escuchar el ‘Tubular Bells’ hace más de treinta años.

Uno, en su inocencia, inocente todavía a pesar del medio siglo que ya arrastran sus piernas, acude a ver a Ana Torroja, a la que todavía recuerda de sus tiempos de Mecano, dentro de un evento que intuye espectacular.

Uno, lleno de asombro, descubre que, como colofón de la primera parte del concierto, dos veteranos, ingleses, famosos en medio mundo, ‘Tears for fears’, se cuelan de rondón en el escenario y empiezan con ‘Everybody wants to rule the word’, siguen con ‘Seeds of love’ y cuando terminan ‘Shout’, su tercer tema, se han metido al público, él incluido, en el bolsillo. Y entonces no se acuerda de Mike Oldfield y lo único que desearía es que esos dos tipos continuaran con su rollo toda la noche, moviendo al público como lo movieron, hasta que los rayos del sol dijeran ‘hale, a casa, basta por hoy, se acabó’.

Entre la inicial ‘Notp Overture’ de la orquesta Il Novecento y los ‘Tears for fears’ subieron al escenario Tony Henry, un derroche de facultades vocales el suyo; Ana Torroja, que paseó su ‘Hijo de la Luna’ sobre una plataforma móvil entre el público de pista, en un logrado intento de dividir la atención de los asistentes en dos escenarios; John Miles, muy bucólico lo suyo, piano y guitarra, y Chico & The Gypsies que se marcaron tres aires aflamencados, gentileza de los Proms con la piel de toro ‘I supose’, y consiguieron que la gente rumbeara por pista pista y gradas, con ese medio baile flamenco que cada uno interpreta y danza como Dios le dio a entender. Por lo que se ve, a pesar de estar en Europa, allí todavía perdura la imagen machadiana de la España de "charanga y pandereta, devota de Frascuelo y de María". Las sardanas, las jotas o las muñeiras quedan para otros círculos más restringidos. ¡Qué bien vendieron la burra nuestros antepasados, porque hay que ver lo que cuesta de erradicar esta puñetera y estereotipada imagen hispánica! Y entre toda estas piezas, Il Novecento ejecutó los ‘Preludios de Liszt’ y ‘El pájaro de fuego de Strawinski’. Y miren, digan lo que quieran decir los que dicen, la música clásica amplificada con medios electrónicos, nasti de plasti. Cada cosa en su sitio. Y en su recinto adecuado.

Veinte minutos de pausa y llegó el segundo asalto.

Después del espectacular y arrollador final de los Tears for Fears, la reanudación tenía difícil mantener el nivel. Tras la interpretación de ‘Raiders march’ por la orquesta, le tocó repetir a John Miles, más de lo mismo; siguió Il Novecente ahora con el preludio de la ópera ‘Carmen’, más ‘tipycal spanish’. La cosa subió de tono con Tony Henry, paseado también con la plataforma móvil, que exhibió de nuevo sus excelentes pulmones ... con micrófono. Me gustaría oírlo sin este adminículo, aunque facultades no le faltan. Le siguió el bis de Ana Torroja, que sigue viviendo del pasado – por qué narices se separarían los de Mecano. Individualmente ninguno de ellos ha conseguido nada reseñable – y que deberá mejorar un poco su condición física, si quiere interpretar sus clásicos ‘Me colé en una fiesta’ o ‘Barco a Venus’ con el ritmo que pretende imponer.

Y llegó el momento.

El momento por el que se habían dado cita en el Luis Puig la mayoría de los asistentes: Mike Oldfield. Il Novecento distrajo, es un decir, a los concurrentes con un vals que el presentador Javier Abascal, nota discordante de toda la noche – ¡Señor, qué crus! - por su ¿escasa? gracia, intentó que el público bailase, mientras los del atrezzo subían los instrumentos del músico británico. Cuando el personal vio llegar la panoplia de guitarras, se acabó el vals, se acabó el baile y sólo hubo ojos para el escenario, por cuyo centro y mientras el todoterreno Robert Groslot olvidaba la batuta y se sentaba al piano, apareció el de Reading. Oldfield, según acostumbra, salió sobrio, de gris y blanco, tranquilo, hablando un castellano leído y anunciando "ahorra tocaguemos Tziubulabels". Y ahí se armó la de Dios. Asistimos a un relajado e inmutable Oldfield, que maneja las guitarras como un jugador de golf haría con sus palos. Para cada tema una distinta, a su criterio. Oldfield toca la guitarra como si tecleara el piano, suave, despacio, sin moverse – se desplaza lo justo para que las fotografías salgan movidas -. Interpretó cinco temas: dos versiones apocopadas de ‘Tubular Bells’ y ‘Ommadawn’ –espectacular la intervención del coro en esta pieza-, ‘Shadown on the wall’, con más vida en directo que en cedé, ‘To France’ y ‘Moonlight Shadow’ con el que concluyó el concierto.

Los que allí estábamos, a pie de escenario, nos quedamos con ganas de más, de mucho más, pero eso fue todo. Oldfield no estaba, tengo entendido que no está casi nunca, para bises ni propinas. Sin embargo, alumbró una esperanza, ya que prometió volver en solitario más adelante. Y esto fue todo sobre la ‘Night of the proms España 2007’ de anoche en Valencia.

Los Proms surgieron como un intento de imitar los tradicionales y veraniegos Festivales Proms londinenses, dedicados a la música clásica. El espectáculo es un prodigio de luminotecnia y profesionalidad. Nada falló, ni siquiera la atención a los medios de comunicación, aunque las normas impuestas en este sentido fueran restrictivas y muy severas. La ciudad del Turia debería haberse volcado más en un evento como éste. Había sillas vacías en la grada y en la pista se deambulaba sin apreturas. Valencia demandaba un esfuerzo mayor para consolidarse como sede de los futuros Proms de los próximos años. Lástima. Una buena porción de asistentes eran de fuera de nuestra ciudad, como los colegas Ángel Valero de Alicante, Santi Ruiz de Barcelona o David Llorente de Zaragoza, oldfilómanos impenitentes, que ya habían visto el pasado mes de diciembre este mismo concierto en el Kolnarena de Colonia (13.000 espectadores lo abarrotaron) y que al día siguiente, de buena mañana, enfilarían carretera, camino de Madrid para ver de nuevo en directo a su músico predilecto. En fin, como dice mi amigo Nacho Martín, otro oldfilómano de pro, otro que estuvo en Colonia, está visto que en esta ciudad sólo llena su recinto el Valencia C.F. Y tampoco siempre, apostillo yo.

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