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Lo verdaderamente novedoso del escenario político en que nos encontramos, es que estos, EH Bildu, sean socios del Ejecutivo socialista, a los que Pedro Sánchez ha convertido en pieza clave para la gobernabilidad de España y con los que cuenta para sacar adelante los Presupuestos. Es urgente recordar la diferencia entre la política de altura, servidora del bien común, y la que está dispuesta a pagar un peaje tan alto como éste para conseguir sus objetivos.
EH Bildu no engaña a nadie. Merecemos un Gobierno que no engañe a los ciudadanos, que cumpla lo que prometió: no llegar a ningún tipo de acuerdo con los herederos de ETA, a los que basta poner frente a un espejo para que se retraten.
EH Bildu estaría integrada por militantes de Aralar, Alternativa, EA e Independientes, todos ellos fagocitados por la estrella-alfa Sortu, cuyo ideólogo sería el actual candidato a Lehendakari, Pello Otxandiano, quien decidió revisar la anterior estrategia de Bildu e incorporar a su bagaje político la llamada inteligencia maquiavélica.
El pasado martes mientras limpiaba uno de los patios de colegio que me toca dos veces a la semana, una niña intentaba proteger a una abeja que no podía volar cogiéndola con una hoja y la apartó para que nadie la pisara estando pendiente para ver si se podía recuperar a lo que se sumaron una compañera y un compañero. Gestos que demuestran más empatía que muchos adultos.
En la colosal vorágine de los tiempos modernos, nos encontramos enredados en un tejido de deseos y ansias desbocadas. Nos hemos convertido en una sociedad dominada por la avaricia, un apetito voraz que desemboca en la insaciabilidad. La hambruna crónica de la insatisfacción. Más y más por el mero más y más. Lejos queda la capacidad personal y colectiva de detenernos a pensar quiénes somos y echar la vista atrás para recapitular de dónde venimos.
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