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Nos dicen que son la libertad y la justicia, pero el el gobierno mismo el que fija su contenido

¿Tiene límites el gobierno?

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Leo en un artículo que los límites de un gobierno, más allá de los cuales no puede pasar, son la libertad y la justicia, cosa con la que en principio estaría de acuerdo, pero el problema se plantea cuando hay que determinar el contenido de la libertad y de la justicia.

En nuestros sistemas, que se dicen democráticos, ambas cuestiones se deciden por el gobierno de turno que amplía o reduce nuestra libertad a su gusto. Si tiene suficientes votos para aprobar cualquier ley, ésta puede manipular nuestra libertad y lo mismo cabe decir de la justicia: justo es lo que el gobierno determine como tal, libertad es la que yo te conceda.

Todo ello de tejas abajo, ya que el poderoso argumento de la razón que enunciaron en Grecia nadie lo invoca y el inapelable de la ley divina resulta bastante olvidado. De los partidos que actúan en la política más que invocar la voluntad divina, echan mano del progresismo y la concesión de todo tipo de libertades buscando el voto ciudadano.

La solemnes declaraciones de derechos ya sean las de la ONU, las de la UE o las de nuestra propia constitución han terminado siendo “papel mojado”

El fundamental derecho a la vida ya quedó herido de muerte cuando se legalizó el aborto y hemos llegado hasta el infanticidio. Se nos dice que el derecho de la mujer a abortar prima sobre el derecho a la vida del concebido y no nacido. Por lo visto el hombre que fecundó a la mujer también carece de derechos o es tan cobarde que no se atreve jamás a reclamarlos.

El derecho a profesar una religión se acepta, siempre que no vaya más allá de la procesión y las fiestas del pueblo, el matrimonio que la religión declara indisoluble puede disolverlo el gobierno sin ningún problema y por supuesto la interrupción del embarazo, aquella que comenzó proponiéndose como despenalización en ciertos supuestos y se amplió con otras leyes que considero injustas.

Si los límites del gobierno eran la libertad y la justicia han sido manipulados sin contemplaciones. Es legal el matrimonio homosexual, es legal el cambio de sexo por encima de la biología y la persecución de quienes se opongan a ello.

El derecho de los padres a educar a sus hijos va cediendo ante el empuje del adoctrinamiento obligatorio por parte del gobierno que se salta los límites sin empacho alguno.

La eutanasia está a las puertas, pues en un “mundo envejecido no parece justo que los mayores sigan cobrando sus pensiones”

Este mundo tan liberal y tan democrático se está yendo al garete y será sustituido por otras gentes, otras costumbres y otras religiones. Si eso es lo que quiere la mayoría democrática, ¡pues adelante! Afortunadamente ya no estaré por aquí para verlo, pero siento una profunda desazón al ver como se hunde este mundo, esta civilización que costó el esfuerzo de tantas generaciones.

Dios, que a pesar de todo nos ama, sabrá la razón de este triste desastre. Quizás estemos todavía a tiempo de reaccionar, de volver a Él y decirle: “Señor hemos pecado, muéstranos tu misericordia y danos, una vez más, tu perdón”

Invito a mis lectores a rezar.

¿Tiene límites el gobierno?

Nos dicen que son la libertad y la justicia, pero el el gobierno mismo el que fija su contenido
Francisco Rodríguez
martes, 18 de agosto de 2020, 10:28 h (CET)

Leo en un artículo que los límites de un gobierno, más allá de los cuales no puede pasar, son la libertad y la justicia, cosa con la que en principio estaría de acuerdo, pero el problema se plantea cuando hay que determinar el contenido de la libertad y de la justicia.

En nuestros sistemas, que se dicen democráticos, ambas cuestiones se deciden por el gobierno de turno que amplía o reduce nuestra libertad a su gusto. Si tiene suficientes votos para aprobar cualquier ley, ésta puede manipular nuestra libertad y lo mismo cabe decir de la justicia: justo es lo que el gobierno determine como tal, libertad es la que yo te conceda.

Todo ello de tejas abajo, ya que el poderoso argumento de la razón que enunciaron en Grecia nadie lo invoca y el inapelable de la ley divina resulta bastante olvidado. De los partidos que actúan en la política más que invocar la voluntad divina, echan mano del progresismo y la concesión de todo tipo de libertades buscando el voto ciudadano.

La solemnes declaraciones de derechos ya sean las de la ONU, las de la UE o las de nuestra propia constitución han terminado siendo “papel mojado”

El fundamental derecho a la vida ya quedó herido de muerte cuando se legalizó el aborto y hemos llegado hasta el infanticidio. Se nos dice que el derecho de la mujer a abortar prima sobre el derecho a la vida del concebido y no nacido. Por lo visto el hombre que fecundó a la mujer también carece de derechos o es tan cobarde que no se atreve jamás a reclamarlos.

El derecho a profesar una religión se acepta, siempre que no vaya más allá de la procesión y las fiestas del pueblo, el matrimonio que la religión declara indisoluble puede disolverlo el gobierno sin ningún problema y por supuesto la interrupción del embarazo, aquella que comenzó proponiéndose como despenalización en ciertos supuestos y se amplió con otras leyes que considero injustas.

Si los límites del gobierno eran la libertad y la justicia han sido manipulados sin contemplaciones. Es legal el matrimonio homosexual, es legal el cambio de sexo por encima de la biología y la persecución de quienes se opongan a ello.

El derecho de los padres a educar a sus hijos va cediendo ante el empuje del adoctrinamiento obligatorio por parte del gobierno que se salta los límites sin empacho alguno.

La eutanasia está a las puertas, pues en un “mundo envejecido no parece justo que los mayores sigan cobrando sus pensiones”

Este mundo tan liberal y tan democrático se está yendo al garete y será sustituido por otras gentes, otras costumbres y otras religiones. Si eso es lo que quiere la mayoría democrática, ¡pues adelante! Afortunadamente ya no estaré por aquí para verlo, pero siento una profunda desazón al ver como se hunde este mundo, esta civilización que costó el esfuerzo de tantas generaciones.

Dios, que a pesar de todo nos ama, sabrá la razón de este triste desastre. Quizás estemos todavía a tiempo de reaccionar, de volver a Él y decirle: “Señor hemos pecado, muéstranos tu misericordia y danos, una vez más, tu perdón”

Invito a mis lectores a rezar.

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