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​Nefasta costumbre esta de acostumbrarse a los engaños habituales

Supercherías

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Son tan vetustas como la presencia del hombre en estos derroteros, provienen de motivaciones reiteradas a través de los años y sus prácticas se aplican con variantes imaginativas. El progreso tecnológico es uno de los principales componentes del bienestar social, está integrado en la cultura. Esa relación de las necesidades de las personas con las aportaciones técnicas, comienza a violentarse cuando se rompe el equilibrio. La complejidad de la industria agranda la entidad de los mecanismos utilizados, provocando la prevalencia de los INSTRUMENTOS sobre las condiciones humanas, estas quedan supeditadas así al conjunto instrumental, en una deformación de penosas consecuencias.

El entramado montado sobre la base de dicha servidumbre instrumental dista mucho de ser una entidad neutra, por la cantidad de gente aprovechada de sus circunstancias; a su través exprimen los beneficios, a costa de quienes permanezcan esclavizados por su impotencia o necedad. El siguiente desliz subrepticio ha sido la supresión de las responsabilidades, no aparece NADIE como promotor del abuso. Hay expertos, datos, publicaciones, contibuyendo a su dilución en un magma irreconocible. No es así la realidad subyacente, los verdaderos responsables sólo permanecen camuflados. Parece evidente, no obstante, cuelan esas maniobras engañosas. La superchería continua boyante, sin visos de ser contrarrestada.

Cuando hablamos de poder nos referimos a núcleos de variada envergadura desarrollados en diferentes sectores de la sociedad. Pueden radicar en organizaciones empresariales, en torno a grupos ideológicos, pero sobre todo apegados al capital, y cómo no, adheridos a los ordenamientos políticos de afilados garfios; los ejemplos en los panoramas actuales están bien a la vista. La disposición de los medios y del conocimiento son su base de sostenimiento, complican el proceso progresivamente y la mayoría no logramos penetrar en sus entresijos. Es cuando ese proceso de acumulación de medios se independiza como un circuito VICIOSO autoalimentado y acaparador, olvidando a la mayoría de gente corriente.

Son muchos los modos de enmascarar las situaciones, tras el facilón ocultamiento interesado, se inicia el espectáculo de unas mostraciones fraudulentas para mantener distraido al personal crédulo e indolente, dejando expedito el campo para las maniobras tendenciosas. Originan una importante DISTORSIÓN informativa con la utilización de cualquier recurso. Los expertos ceñidos a sectores muy limitados, son incapaces de avizorar el conjunto, aunque no lo reconocen. La misma multiplicación de especialidades es muy selectiva. En definitiva, esa sapiencia sectorizada flaquea ante la reunión constructiva. En la intrincada maraña pergeñada, cada vez sabemos menos de los significados, con las ideas desmenuzadas hasta lo inservible.

Experimentamos una especie de desbordamiento, sobrevenido con escasas actitudes previsoras y una pasividad asombrosa, a la vista de las secuelas desencadenadas. Como si estuviéramos ante un determinismo radical sin capacidad de reacción. Las teorías, las transformaciones progresivas, los proyectos de nueva elaboración, la gestión de las maniobras, han delimitado la configuración de los sistemas sociales al servicio de los artificios acumulados, escondiendo las DISLOCACIONES aplicadas a las personas, con el matiz degradante orientado hacia ese progreso deshumanizado, relegando a términos secundarios las crisis demográficas, los desfases laborales, las desigualdades o abusos de otra índole, como simples efectos colaterales.

Esos efectos indeseados repercuten en las parcelas privadas sin percatarnos en muchas ocasiones de sus influjos. Aunque no se detienen ahí sus maleficios, porque logran perturbar o destruir las más laboriosas tareas colectivas. Ambas ramificaciones incrementan la sensación en el ciudadano de no estar incluido en el meollo de cuanto se cuece en las mencionadas esferas de los empoderados. Acaparan el lenguaje, las propagandas y la información en su conjunto. Con esas trazas se fragua, mientras votamos, la superchería alevosa de la INVERSIÓN del concepto democrático. Una vez sobrepasada la devaluación, se percibe en el ambiente el extrañamiento de los montajes establecidos a base de manipulaciones efectivas.

Una postura prolífica es la de mucho hablar, muy diferente resulta estar presente en las deliberaciones. Las redes facilitan hasta extremos increibles lo primero, pero enturbian el carácter auténtico de las presencias plurales. En las manifestaciones sociales interesan cada vez menos las posturas personales, predomina el bullicio uniformante de la frivolidad; es patente, la mediocridad impuso sus reales sobre la excelencia. Todo viene a ser como una supeficie única, animada y cambiante. Un PAISAJE, en el cual las personas se parecen más a objetos incluidos en ese panorama. Supone todo un reto existencial, en tanto seamos sólo representaciones figurativas, seguiremos siendo víctimas de los ambientes modernos.

En los discursos habituales es frecuente escuchar una afirmación y la contraria, grandilocuencias vacías y un amplio muestrario con los grados posibles de una demagogia enfocada a confundir las ideas de los escuchantes; al menos, para infundirles nociones sin darles demasiado tiempo para pensar. Aparte de las distorsiones comentadas, provocan secuelas de variada gravedad. De manera subrepticia nos vemos arrastrados a una ENAJENACIÓN de suprema idiotez, porque asumimos de manera borreguil alguna esperanza, riesgos y miedos, que en realidad no nos corresponden. No sé si por ignorancia, indolencia o por complicidad negligente, nos adherimos a esas pautas.

La amplitud de la vorágine evolutiva desparrama en los integrantes de la sociedad gran cantidad de consecuencias, queda por saber si son favorables o crean perjuicios, para quién y como acaban distribuidos. Por de pronto, no queda del todo claro si se presentan como opciones para la ciudadanía o vienen a ser meros resultados colaterales derivados del proceso general. Incluso los supuestos beneficios pueden ser utilizados como arma controladora para apaciguar disidencias. Con facilidad tropezamos con la versión fraudulenta trabajada en torno a la DOSIFICACIÓN de los beneficios a distribuir, con enormes desequilibrios nunca debatidos con la franqueza deseable.

Sean los entramados apuntados o tratemos de asuntos diferentes, el engaño solapado atenta contra el mínimo respeto debido a las personas. Llama la atención la excesiva tolerancia de las enormes mayorías afectadas con respecto a los engañadores; no siempre se explica por ignorancia o impotencia. En ello influye la DISGREGACIÓN de las posturas denunciantes y de las rebeldías, cada uno tira por su vereda. La falta de unión devalúa su consistencia, en perjuicio de sus reivindicaciones.

Estamos abocados a una tarea inacabada, inveterada a través de épocas muy distintas. No podemos renunciar al espíritu CRÍTICO para el discernimiento dentro de lo posible de los procedimientos impropios. La congruencia de las respuestas generadas completaría el desafío ante los horizontes reales.

Supercherías

​Nefasta costumbre esta de acostumbrarse a los engaños habituales
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 31 de julio de 2020, 08:19 h (CET)

Son tan vetustas como la presencia del hombre en estos derroteros, provienen de motivaciones reiteradas a través de los años y sus prácticas se aplican con variantes imaginativas. El progreso tecnológico es uno de los principales componentes del bienestar social, está integrado en la cultura. Esa relación de las necesidades de las personas con las aportaciones técnicas, comienza a violentarse cuando se rompe el equilibrio. La complejidad de la industria agranda la entidad de los mecanismos utilizados, provocando la prevalencia de los INSTRUMENTOS sobre las condiciones humanas, estas quedan supeditadas así al conjunto instrumental, en una deformación de penosas consecuencias.

El entramado montado sobre la base de dicha servidumbre instrumental dista mucho de ser una entidad neutra, por la cantidad de gente aprovechada de sus circunstancias; a su través exprimen los beneficios, a costa de quienes permanezcan esclavizados por su impotencia o necedad. El siguiente desliz subrepticio ha sido la supresión de las responsabilidades, no aparece NADIE como promotor del abuso. Hay expertos, datos, publicaciones, contibuyendo a su dilución en un magma irreconocible. No es así la realidad subyacente, los verdaderos responsables sólo permanecen camuflados. Parece evidente, no obstante, cuelan esas maniobras engañosas. La superchería continua boyante, sin visos de ser contrarrestada.

Cuando hablamos de poder nos referimos a núcleos de variada envergadura desarrollados en diferentes sectores de la sociedad. Pueden radicar en organizaciones empresariales, en torno a grupos ideológicos, pero sobre todo apegados al capital, y cómo no, adheridos a los ordenamientos políticos de afilados garfios; los ejemplos en los panoramas actuales están bien a la vista. La disposición de los medios y del conocimiento son su base de sostenimiento, complican el proceso progresivamente y la mayoría no logramos penetrar en sus entresijos. Es cuando ese proceso de acumulación de medios se independiza como un circuito VICIOSO autoalimentado y acaparador, olvidando a la mayoría de gente corriente.

Son muchos los modos de enmascarar las situaciones, tras el facilón ocultamiento interesado, se inicia el espectáculo de unas mostraciones fraudulentas para mantener distraido al personal crédulo e indolente, dejando expedito el campo para las maniobras tendenciosas. Originan una importante DISTORSIÓN informativa con la utilización de cualquier recurso. Los expertos ceñidos a sectores muy limitados, son incapaces de avizorar el conjunto, aunque no lo reconocen. La misma multiplicación de especialidades es muy selectiva. En definitiva, esa sapiencia sectorizada flaquea ante la reunión constructiva. En la intrincada maraña pergeñada, cada vez sabemos menos de los significados, con las ideas desmenuzadas hasta lo inservible.

Experimentamos una especie de desbordamiento, sobrevenido con escasas actitudes previsoras y una pasividad asombrosa, a la vista de las secuelas desencadenadas. Como si estuviéramos ante un determinismo radical sin capacidad de reacción. Las teorías, las transformaciones progresivas, los proyectos de nueva elaboración, la gestión de las maniobras, han delimitado la configuración de los sistemas sociales al servicio de los artificios acumulados, escondiendo las DISLOCACIONES aplicadas a las personas, con el matiz degradante orientado hacia ese progreso deshumanizado, relegando a términos secundarios las crisis demográficas, los desfases laborales, las desigualdades o abusos de otra índole, como simples efectos colaterales.

Esos efectos indeseados repercuten en las parcelas privadas sin percatarnos en muchas ocasiones de sus influjos. Aunque no se detienen ahí sus maleficios, porque logran perturbar o destruir las más laboriosas tareas colectivas. Ambas ramificaciones incrementan la sensación en el ciudadano de no estar incluido en el meollo de cuanto se cuece en las mencionadas esferas de los empoderados. Acaparan el lenguaje, las propagandas y la información en su conjunto. Con esas trazas se fragua, mientras votamos, la superchería alevosa de la INVERSIÓN del concepto democrático. Una vez sobrepasada la devaluación, se percibe en el ambiente el extrañamiento de los montajes establecidos a base de manipulaciones efectivas.

Una postura prolífica es la de mucho hablar, muy diferente resulta estar presente en las deliberaciones. Las redes facilitan hasta extremos increibles lo primero, pero enturbian el carácter auténtico de las presencias plurales. En las manifestaciones sociales interesan cada vez menos las posturas personales, predomina el bullicio uniformante de la frivolidad; es patente, la mediocridad impuso sus reales sobre la excelencia. Todo viene a ser como una supeficie única, animada y cambiante. Un PAISAJE, en el cual las personas se parecen más a objetos incluidos en ese panorama. Supone todo un reto existencial, en tanto seamos sólo representaciones figurativas, seguiremos siendo víctimas de los ambientes modernos.

En los discursos habituales es frecuente escuchar una afirmación y la contraria, grandilocuencias vacías y un amplio muestrario con los grados posibles de una demagogia enfocada a confundir las ideas de los escuchantes; al menos, para infundirles nociones sin darles demasiado tiempo para pensar. Aparte de las distorsiones comentadas, provocan secuelas de variada gravedad. De manera subrepticia nos vemos arrastrados a una ENAJENACIÓN de suprema idiotez, porque asumimos de manera borreguil alguna esperanza, riesgos y miedos, que en realidad no nos corresponden. No sé si por ignorancia, indolencia o por complicidad negligente, nos adherimos a esas pautas.

La amplitud de la vorágine evolutiva desparrama en los integrantes de la sociedad gran cantidad de consecuencias, queda por saber si son favorables o crean perjuicios, para quién y como acaban distribuidos. Por de pronto, no queda del todo claro si se presentan como opciones para la ciudadanía o vienen a ser meros resultados colaterales derivados del proceso general. Incluso los supuestos beneficios pueden ser utilizados como arma controladora para apaciguar disidencias. Con facilidad tropezamos con la versión fraudulenta trabajada en torno a la DOSIFICACIÓN de los beneficios a distribuir, con enormes desequilibrios nunca debatidos con la franqueza deseable.

Sean los entramados apuntados o tratemos de asuntos diferentes, el engaño solapado atenta contra el mínimo respeto debido a las personas. Llama la atención la excesiva tolerancia de las enormes mayorías afectadas con respecto a los engañadores; no siempre se explica por ignorancia o impotencia. En ello influye la DISGREGACIÓN de las posturas denunciantes y de las rebeldías, cada uno tira por su vereda. La falta de unión devalúa su consistencia, en perjuicio de sus reivindicaciones.

Estamos abocados a una tarea inacabada, inveterada a través de épocas muy distintas. No podemos renunciar al espíritu CRÍTICO para el discernimiento dentro de lo posible de los procedimientos impropios. La congruencia de las respuestas generadas completaría el desafío ante los horizontes reales.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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