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​No es complicado, bastaría con la discreción y el juicio equilibrado

Velamientos y señales

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Entre las vicisitudes actuales destacan tanto los velamientos de ideas y comportamientos, como las señales intempestivas de rotundas formas sin miramientos sobre la consistencia de sus contenidos. Surcamos esas aguas tan controvertidas dando pie a innumerables equívocos. Uno de esos oscurecimientos u olvidos atañe a una virtud imprescindible para la vida en sociedad, la SINDÉRESIS. ¡Menuda palabreja! Poensaba en algún accidente gramatical raro cuando la detecté en los escritos de José Jiménez Lozano y descubrí su rango. Significa discreción y capacidad de juicio equilibrado. Una inclinación natural para vivir justa y arregladamente. ¿Será mucha pretensión?

Un rango singular, sin duda; echado en falta a la menor contemplación de la sociedad del presente. En los antecedentes inmediatos, en plena cuarentena y veremos donde para esto. Veníamos cargados de arbitrariedades, desatinos, torpezas y abusos, que subsisten; en un completo alarde de la sinrazón más insolente. Los prejuicios y las intemperancias abocan al desastre, asociados a temores angustiosos, acumulando preocupaciones. Sirven de poco el inconformismo y la protesta, son insuficientes. La reposición de la sindéresis en las mentalidades dejó de ser una reconvención rutinaria, para convertirse en un recio IMPERATIVO, si no queremos ampliar el tobogán de los despropósitos.

Hemos logrado maravillas como nunca, los ambientes son escaparates fulgurantes, desde luego, conducentes al asombro cotidiano. En las conversaciones al uso asoman electrodomésticos y domicilios de control inteligente, la inteligencia artificial, con una presunción acaparadora sin parangón. Sin embargo, alguna pérdida se intuye en el horizonte. Cité a la sindéresis venida a menos, casi desconocida y se avizoran notables ausencias cualitativas. A estas alturas del recorrido presuntamente civilizado, no estoy seguro de si seríamos capaces de reconocer la VIDA INTELIGENTE con sus requisitos. Es un concepto abierto a la consideración sin ánimo de sacar conclusiones precipitadas.

Ustedes dirán, la inteligencia es maleable, puede orientarse en diferentes direcciones, adoptando determinadas cualidades y no otras. Es un hecho, su presencia ofrece una gran diversidad de funcionamientos. Según localizaciones geográficas, plegadas a determinados intereses, modeladas por la genética, adaptadas a los ambientes predominantes del momento o con talante independiente en su actuación. En ese mundillo variopinto, con curiosas representaciones intelectuales, cada una ensimismada en sus características, planea otra cuestión primordial; si será posible o no la COMUNICACIÓN entre ellas. Porque nos movemos en la impresión negativa sobre su mínimo entendimiento.

Los debates de cuanto pueda desarrollarse en las fases desconocidas, extraterrestres o de formas impensadas, nos pillan desubicados, incapaces de precisar las posturas. Aunque en ámbitos localistas, dirigiéndonos a las evoluciones del entorno, tampoco tengo muy clara la mejor colocación del pensamiento rara la comprensión del comportamiento intelectual. El AISLAMIENTO de los factores inteligentes no augura nada satisfactorio, favorece la dispersión por sus diferencias básicas; siendo por ello, fuente de una constante conflictividad. La búsqueda de acompañamientos apropiados parece una ocupación imprescindible, a base del convencimiento progresivo. Debe tratarse de opciones estimulantes, ese es el reto.

El simpático saludo navarro, ¡Qué vida!, resume de forma coloquial a donde llegamos cada uno con sus características peculiares y defectos. Pone de relieve la trama vital por excelencia, sin agobios. Al desarrollo de la vida biológica se le acaban sumando aspectos de lo más inverosímiles, condiciones ambientales, decisiones u omisiones personales, colaboraciones, impedimentos, hasta auténticas agresiones. Aunque solemos tratar el asunto de forma superficial, mejor nos valdría tomar un poco en serio la cuestión de QUE es la VIDA, que tipo de convivencia cosideramos como la vida adecuada y en que medida nos dedicamos a ello. La mera rutina no debiera convencernos de las costumbres seguidas con poca perspicacia.

¡Ay, amigos! Lo que no alcanzamos a ver es tremendo, de una dimensiones impensables. Siendo esto así, es cuationable como podemos hablar de valoraciones, de mediciones, con tanta presunción en las actuaciones diarias. El 95 % del universo está formado por ese complejo de materia y energía oscuras inobservables. Entre las personas, los sentidos y los artefactos técnicos nos aportan infinidad de percepciones. Aún así, conviene tomar conciencia de lo que somos y de lo desconocido por dentro de los recovecos personales. No es magia ni truco, es que somos así. Eso implica mirar al interior y acostumbrarnos con la amplia esfera INDETECTABLE que nos constituye, como enigma y también como horizonte fabuloso.

Y puestos a pensar en ese paralelismo con el universo, doy con otra secuencia interesante de los comportamientos. Desde el Big Bang, la fuerza de dispersión desperdigaría con rapidez todos los elementos, si no fuera por la fuerza gravitatoria dependiente de la consistencia de las materias. Abrumados por el desapego social imperante, sufrimos los comportamientos divergentes y la ligereza de las apreciaciones conceptuales se incrementa. Habrá que pensar al menos en revertir la situación. Sobre todo a base de una mayor apreciación de las esencias constitutivas de las personas. Con ese mayor peso específico favoreceríamos el conocimiento de los lazos comunes para una mejor ATRACCIÓN mutua reconfortante.

Hablamos de establecer conexión con otras vidas de nadie sabe donde ni si existirán, mientras es notorio el desdén dedicado a los situados en lugares cercanos. La clave ya no reside en si captarán la conexión sea cual sea la distancia a cubrir; aún supuesta la conexión, ¿Transmitirá algo con cierto sentido? Si el sentido depende de las actitudes adoptadas, no presagian maravillas; apreciamos demasiados ejemplos de vacuidad expresiva alejados de actuaciones congruentes. Y el contenido no se compra, derva en exclusiva de la ELABORACIÓN propia en busca de futuros ensamblajes a base de esfuerzo y compromiso, asumiendo las limitaciones con ansias superadoras.

Probablemente hacemos demasiado caso de los sentidos físicos y como ampliación de ellos de toda la barahúnda informativa llegada sin pausa desde el exterior; como si se tratara de la única realidad. Cuando, siendo importantes, sólo constituyen una porción de la misma y quizá no la mayor. Las IDEACIONES y sus adláteres también son energía e información de una potencia inusitada. Hacia los demás, pero también hacia nuestros adentros las exploramos con cierto descuido, siendo así, que en gran parte dependen de ellas los avatares posteriores.

La mayor ATENCIÓN sobre las cuestiones importantes debe primar sobre el revoloteo de chácharas sin hilazón; en especial al referirnos a la educación, investigación, control de los gobiernos o proyectos personales. Eso, si pretendemos abrillantar la convivencia.


Velamientos y señales

​No es complicado, bastaría con la discreción y el juicio equilibrado
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 24 de julio de 2020, 08:24 h (CET)

Entre las vicisitudes actuales destacan tanto los velamientos de ideas y comportamientos, como las señales intempestivas de rotundas formas sin miramientos sobre la consistencia de sus contenidos. Surcamos esas aguas tan controvertidas dando pie a innumerables equívocos. Uno de esos oscurecimientos u olvidos atañe a una virtud imprescindible para la vida en sociedad, la SINDÉRESIS. ¡Menuda palabreja! Poensaba en algún accidente gramatical raro cuando la detecté en los escritos de José Jiménez Lozano y descubrí su rango. Significa discreción y capacidad de juicio equilibrado. Una inclinación natural para vivir justa y arregladamente. ¿Será mucha pretensión?

Un rango singular, sin duda; echado en falta a la menor contemplación de la sociedad del presente. En los antecedentes inmediatos, en plena cuarentena y veremos donde para esto. Veníamos cargados de arbitrariedades, desatinos, torpezas y abusos, que subsisten; en un completo alarde de la sinrazón más insolente. Los prejuicios y las intemperancias abocan al desastre, asociados a temores angustiosos, acumulando preocupaciones. Sirven de poco el inconformismo y la protesta, son insuficientes. La reposición de la sindéresis en las mentalidades dejó de ser una reconvención rutinaria, para convertirse en un recio IMPERATIVO, si no queremos ampliar el tobogán de los despropósitos.

Hemos logrado maravillas como nunca, los ambientes son escaparates fulgurantes, desde luego, conducentes al asombro cotidiano. En las conversaciones al uso asoman electrodomésticos y domicilios de control inteligente, la inteligencia artificial, con una presunción acaparadora sin parangón. Sin embargo, alguna pérdida se intuye en el horizonte. Cité a la sindéresis venida a menos, casi desconocida y se avizoran notables ausencias cualitativas. A estas alturas del recorrido presuntamente civilizado, no estoy seguro de si seríamos capaces de reconocer la VIDA INTELIGENTE con sus requisitos. Es un concepto abierto a la consideración sin ánimo de sacar conclusiones precipitadas.

Ustedes dirán, la inteligencia es maleable, puede orientarse en diferentes direcciones, adoptando determinadas cualidades y no otras. Es un hecho, su presencia ofrece una gran diversidad de funcionamientos. Según localizaciones geográficas, plegadas a determinados intereses, modeladas por la genética, adaptadas a los ambientes predominantes del momento o con talante independiente en su actuación. En ese mundillo variopinto, con curiosas representaciones intelectuales, cada una ensimismada en sus características, planea otra cuestión primordial; si será posible o no la COMUNICACIÓN entre ellas. Porque nos movemos en la impresión negativa sobre su mínimo entendimiento.

Los debates de cuanto pueda desarrollarse en las fases desconocidas, extraterrestres o de formas impensadas, nos pillan desubicados, incapaces de precisar las posturas. Aunque en ámbitos localistas, dirigiéndonos a las evoluciones del entorno, tampoco tengo muy clara la mejor colocación del pensamiento rara la comprensión del comportamiento intelectual. El AISLAMIENTO de los factores inteligentes no augura nada satisfactorio, favorece la dispersión por sus diferencias básicas; siendo por ello, fuente de una constante conflictividad. La búsqueda de acompañamientos apropiados parece una ocupación imprescindible, a base del convencimiento progresivo. Debe tratarse de opciones estimulantes, ese es el reto.

El simpático saludo navarro, ¡Qué vida!, resume de forma coloquial a donde llegamos cada uno con sus características peculiares y defectos. Pone de relieve la trama vital por excelencia, sin agobios. Al desarrollo de la vida biológica se le acaban sumando aspectos de lo más inverosímiles, condiciones ambientales, decisiones u omisiones personales, colaboraciones, impedimentos, hasta auténticas agresiones. Aunque solemos tratar el asunto de forma superficial, mejor nos valdría tomar un poco en serio la cuestión de QUE es la VIDA, que tipo de convivencia cosideramos como la vida adecuada y en que medida nos dedicamos a ello. La mera rutina no debiera convencernos de las costumbres seguidas con poca perspicacia.

¡Ay, amigos! Lo que no alcanzamos a ver es tremendo, de una dimensiones impensables. Siendo esto así, es cuationable como podemos hablar de valoraciones, de mediciones, con tanta presunción en las actuaciones diarias. El 95 % del universo está formado por ese complejo de materia y energía oscuras inobservables. Entre las personas, los sentidos y los artefactos técnicos nos aportan infinidad de percepciones. Aún así, conviene tomar conciencia de lo que somos y de lo desconocido por dentro de los recovecos personales. No es magia ni truco, es que somos así. Eso implica mirar al interior y acostumbrarnos con la amplia esfera INDETECTABLE que nos constituye, como enigma y también como horizonte fabuloso.

Y puestos a pensar en ese paralelismo con el universo, doy con otra secuencia interesante de los comportamientos. Desde el Big Bang, la fuerza de dispersión desperdigaría con rapidez todos los elementos, si no fuera por la fuerza gravitatoria dependiente de la consistencia de las materias. Abrumados por el desapego social imperante, sufrimos los comportamientos divergentes y la ligereza de las apreciaciones conceptuales se incrementa. Habrá que pensar al menos en revertir la situación. Sobre todo a base de una mayor apreciación de las esencias constitutivas de las personas. Con ese mayor peso específico favoreceríamos el conocimiento de los lazos comunes para una mejor ATRACCIÓN mutua reconfortante.

Hablamos de establecer conexión con otras vidas de nadie sabe donde ni si existirán, mientras es notorio el desdén dedicado a los situados en lugares cercanos. La clave ya no reside en si captarán la conexión sea cual sea la distancia a cubrir; aún supuesta la conexión, ¿Transmitirá algo con cierto sentido? Si el sentido depende de las actitudes adoptadas, no presagian maravillas; apreciamos demasiados ejemplos de vacuidad expresiva alejados de actuaciones congruentes. Y el contenido no se compra, derva en exclusiva de la ELABORACIÓN propia en busca de futuros ensamblajes a base de esfuerzo y compromiso, asumiendo las limitaciones con ansias superadoras.

Probablemente hacemos demasiado caso de los sentidos físicos y como ampliación de ellos de toda la barahúnda informativa llegada sin pausa desde el exterior; como si se tratara de la única realidad. Cuando, siendo importantes, sólo constituyen una porción de la misma y quizá no la mayor. Las IDEACIONES y sus adláteres también son energía e información de una potencia inusitada. Hacia los demás, pero también hacia nuestros adentros las exploramos con cierto descuido, siendo así, que en gran parte dependen de ellas los avatares posteriores.

La mayor ATENCIÓN sobre las cuestiones importantes debe primar sobre el revoloteo de chácharas sin hilazón; en especial al referirnos a la educación, investigación, control de los gobiernos o proyectos personales. Eso, si pretendemos abrillantar la convivencia.


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