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Etiquetas | Religión

¿Sigue siendo el cristianismo una religión en Europa?

La familia, piedra fundamental de la sociedad, sufre constantes ataques para reducir su papel de transmisora de valores
Francisco Rodríguez
miércoles, 10 de diciembre de 2014, 08:03 h (CET)
Con motivo de la visita del Papa a Turquía se han publicado muchos artículos pero me ha impactado leer en Páginas Digital, que la Santa Sede no se plantea pedir la restitución de los bienes confiscados por Ataturk, sino el simple reconocimiento jurídico y que, preguntado sobre esta cuestión, el ministro turco de urbanismo, ha respondido que el asunto se había vuelto superfluo, ya que el cristianismo ya no es una religión, sino más bien una cultura, por lo que no procedía su reconocimiento jurídico como entidad religiosa.

Esta afirmación contundente de que el cristianismo ya no es una religión, por más que desde una visión islamista tenga la idea de que la religión es algo que se inserta en la organización misma del estado, me ha dejado preocupado.

Para el Islam radical que persigue a los cristianos que viven dentro del área musulmana, está claro que entienden que se trata de una religión a la que destruir, y los cristianos unos infieles que merecen la muerte por no abrazar el Corán o por haberse separado de él.

Pero Turquía, a caballo entre Europa y Asia, que ha mostrado sus deseos de formar parte de la Comunidad Europea, debe referirse a su percepción del cristianismo en nuestros países occidentales en los que hemos de reconocer que estamos perdiendo, o ya hemos perdido, el alma cristiana que nos constituyó.

Aunque conservemos catedrales y monumentos, fiestas populares y fachadas cristianas, vivimos muy lejos de los valores cristianos. Impera el relativismo más absoluto, todo vale, no se acepta nada como verdadero, se imponen valores de nuevo cuño, extraños derechos como el matrimonio homosexual, la ideología de género, el aborto, el cambio de sexo, el respeto a las no sé cuantas orientaciones sexuales, la anticoncepción que está envejeciendo a nuestros países…

La familia, piedra fundamental de la sociedad, sufre constantes ataques para reducir su papel de transmisora de valores, aunque quizás haya cada vez menos familias que puedan transmitirlos: aumentan las parejas sin hijos o con un solo hijo. El consumismo, el hedonismo, la sexualidad sin responsabilidad, se van enseñoreando del ambiente y hablamos del estado de bienestar, nuestra gran aportación, que cada vez es más insostenible en un mundo globalizado y desigual.

Hay una irresistible presión para que el cristianismo se reduzca a espacios privados, mientras que los musulmanes, que van ocupando las ciudades de Europa, hacen cada vez más pública ostentación de su religión.

La profecía de Gadafi de que Europa caerá en manos del Islam como una fruta madura, conquistada por los vientres de sus mujeres, parece en camino de cumplirse. Las musulmanas tienen más hijos que las europeas y con sus velos y vestidos se consideran mejores que las europeas que no paren y exhiben sus cuerpos sin pudor.

La respuesta del ministro turco que considera que el cristianismo no es ya una religión no podemos pasarla por alto, todos tendríamos que reflexionar seriamente sobre los valores que se nos imponen y los que hemos perdido. Creemos solo en nuestras propias realizaciones y hemos abandonado a Dios, el único que es garantía del bien y de la libertad.

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A lo largo de estos 25 años de docencia, he pensado en dejar la enseñanza en más de una ocasión. Motivos he tenido: leyes cambiantes y sin sentido, burocracia creciente, sociedad hostil hacia el profesorado, alumnado menos interesado en el aprendizaje, devaluación económica, irrupción de la IA… Cada vez que ese pensamiento invade mi cabeza, me recuerdo a mí mismo que lo importante aquí siempre es la Educación, así, con mayúsculas.

La Unión Europea parece estar enferma, o realmente lo está. Paradójicamente, a pesar de gozar de uno de los niveles de salud más altos del mundo, nuestra sociedad muestra síntomas de estar afligida por una conocida enfermedad, que no es otra que el populismo de izquierdas, que se introduce en la cabeza de miles de ciudadanos sin que estos sean conscientes de él, sin importar su edad, sexo...

Hay que retomar los vínculos, curar las heridas del desarraigo familiar, estacionar contemplativamente observando nuestro interior, hacer pausas para sentir el pulso, tomar aliento y rehacerse unidos en la misma dirección; pues tan solo una vida vivida para los demás, merece la pena que sea mostrada.

 
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