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“Lo más triste de la traición es que nunca proviene de tus enemigos” Anónimo

​Felipe González, símbolo de nuestra democracia, en la diana comunista

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Vaya por delante que, este comentarista, nunca votó por el partido socialista ni, tan siquiera, cuando Felipe González era el primer secretario general del PSOE. Sin embargo, seria de mal nacido no reconocer, en este señor, el mérito de formar parte de aquellos difíciles tiempos de la transición y el haber sido capaz de mantener un tono sensato y de un cierto entendimiento en sus relaciones con Suarez, entonces el jefe del gobierno de España; especialmente en todo lo que atañía a los temas fundamentales de Estado.

Sin embargo, parece que, como dice J. Martínez, “La lealtad es un regalo muy caro y fino que no puede esperarse de gente barata” y seria mentir si no fuéramos capaces de distinguir, entre todos estos comunistas bolivarianos que hoy forman parte del Gobierno de la nación, que lo son solo por ignorancia o candidez, de aquellos otros que están contra de todo lo que sea decente, brillante, sensato y, por encima de cualquier otra consideración, contra las libertades ciudadanas, el libre comercio, el orden y, en definitiva, lo que constituye la esencia de cualquier gobierno que vele por el bien de sus ciudadanos: la democracia. En este sentido, no debería extrañarnos que, como se ha venido demostrando a lo largo de la pandemia del Covid 19, estos señores de izquierdas que nos vienen gobernando, hayan sido incapaces de tomar sus decisiones, algunas de ellas fundamentales para el futuro de nuestro país, buscando el consejo, el apoyo, y la colaboración de los partidos de la oposición, apoyándose en la falsa premisa de que todo lo que proponga el ejecutivo es axiomático y sin admitir ningún pero, rectificación o crítica constructiva. Es decir: lo tomas cómo te lo doy o te fastidias y, de paso, te acuso de no querer colaborar y de ser un elemento discordante.

Ahora el señor vicepresidente de este gobierno de marionetas del señor Pedro Sánchez, el comunista Pablo Iglesias, se ha encontrado con un obstáculo, no sabemos si imprevisto o no, en lo que es la ruta que tiene trazada de colaboracionismo con Pedro Sánchez durante esta primera etapa de la legislatura, intentando superar el rechazo que el pacto que tienen con el PSOE ha causado dentro de los propios miembros del partido de los claveles, teniendo el hándicap de ser el representante de un partido que ha venido perdiendo fuelle a medida que, los españoles, se han apercibido de cuáles eran sus verdaderas intenciones. Es obvio que una cosa es predicar, para el señor Iglesias, y la otra dar trigo. Es evidente que, como le sucedía a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, tiene el don de la palabra y la facultad de convencer a aquellos que se sienten predispuestos a ir a posiciones extremistas, demagógicas y revolucionarias. Sin embargo, donde pierde todo su carisma revolucionario es cuando se le encomienda llevar a la práctica aquella política que defiende, aquellos cometidos que critica en los demás o aquellas funciones en las que las palabras son lo de menos y la acción, el conocimiento, el trabajo y la efectividad son las cualidades que son precisas para llevarlas a buen término.

En estas últimas cualidades es la ineptitud personificada. Vean su nefasta actuación en la cuestión de las residencias de ancianos, un tema de su absoluta competencia.

Pero, lo que verdaderamente tiene en mente el señor Iglesias, forma parte de la segunda fase de su plan para hacerse con España. Esta nueva etapa la tiene reservada para el momento en el que la legislatura empiece a llegar a su término; la tirantez entre comunistas y socialistas vaya debilitando el pacto que los ha sostenido durante los primeros años de gobierno y se comiencen a producir los escarceos y conatos de diferencias, con motivo de los intereses electorales de cada partido o sea cuando surjan, con fuerza, las diferencias existentes entre ambas formaciones y, a cada una de ellas lo que le interese, más que alabar la gestión de sus antiguos socios, sea buscar resaltar los errores, los defectos, las carencias y las diferencias ideológicas que distinguen a los unos de los otros.

Sin duda, aquí nos encontramos ante un juego de pillos, una partida política de engaños, deslealtades, hipocresías, oportunismos, jugarretas, canalladas y traiciones, mediante las cuales, socialistas y comunistas, pretenden aprovecharse, respectivamente, de sus actuales socios para, cuando llegue el momento oportuno, sacar el tomahawk de guerra y asestarle el golpe definitivo al adversario, que no será precisamente al eterno rival de siempre, la derecha, sino que los destinatarios de la primera andanada van a ser sus antiguos compañeros de gobierno, sus principales adversarios para captar los votos de la izquierdas y, seguramente, de los de nacionalistas catalanes.

Sin embargo, algo inesperado parece que se ha producido que ha venido a interferir en este juego de marrulleros que, de alguna manera, pudiera trastocar sus respectivos planes precisamente por venir de una procedencia que, seguramente, ninguno de ellos se tomó en cuenta y, en consecuencia, los ha pillado por sorpresa a ambos. No es algo inesperado que, la referencia de muchos socialistas por el renombre que tiene entre ellos; por la eficacia con la que desempeñó los años en los que estuvo al frente del Gobierno de la nación; el prestigio y la celebridad que ha adquirido en toda Europa y su conocida faceta de persona honrada y capacitada para resolver problemas políticos, su ex-líder señor Felipe González Márquez, es un político que siempre se ha venido oponiendo a cualquier tipo de alianza con el comunismo. Y ahora lo ha vuelto a manifestar así, con la misma claridad de siempre.

Ya en Suresmes condicionó el hacerse cargo del partido socialista a que renunciara a participar de la radicalidad comunista por la que, en un principio, se habían decantado los socialistas. Salió reforzado de aquella prueba y, desde entonces, sus relaciones y las del PSOE, con los comunistas estalinianos han sido prácticamente nulas. Hasta que ha llegado Pedro Sánchez y no ha tenido inconveniente, como Esaú, de vender la primogenitura política del socialismo, por meros intereses egoístas, a cambio de conseguir alcanzar el poder, sin tener en cuenta el precio que le podría costar el compartir la gobernanza de la nación con un experto en traicionar a aquellos que se pudieran interponer en su objetivo de convertir a España en otra de las naciones en las que el cáncer comunista se apoderara de sus ciudadanos y, como siempre ha sucedido en cualquier nación en la que se les ha permitido instalarse, los sometiera a la opresión y la tiranía de estos regímenes, totalitarios y absolutistas, provenientes de la órbita del comunismo internacional.

Después de superar la primera sorpresa por la valientes y acertadas declaraciones del señor Felipe Gonzáles, entre la coalición formada por socialistas y comunistas se han producido distintas reacciones. En el caso de los socialistas, una parte de ellos se han mostrado irritados con ellas pero, otra parte más conservadora y felipista de convicción, ha creído que Felipe tiene razón y que la alianza con Pablo Iglesias ha sido un error. Esto no quiere decir que se hayan atrevido a manifestarse en este sentido pero, sin duda alguna, se ha producido un malestar interno entre los que siempre han creído que el acuerdo con Unidas Podemos ha sido una equivocación garrafal de Pedro Sánchez y que temen, con razón, que van a tener que pagar un alto precio por haberle dado ocasión a que, desde su situación privilegiada en el poder, acabara por desbancar al PSOE como líder de las izquierdas españolas.

Pero a quienes les ha caído como una verdadera bomba, en toda la línea de flotación, ha sido entre las huestes del señor Pablo Iglesias que, con toda seguridad, no esperaban que les surgiera, desde la persona más insospechada, una andanada procedente de alguien que tiene el suficiente prestigio para que muchos de los que veían la situación como normal, después de escuchar las advertencias de González una persona a la que todos respetan y que, para muchos, es la voz más autorizada de entre los socialistas para opinar sobre una cuestión tan delicada como es esta. La reacción a los comentarios del señor González no se ha hecho esperar y toda la artillería demagógica, que no es poca, de los comunistas bolivarianos y todos su potente aparato de propaganda, se han puesto en funcionamiento rebelándose como avispas enfurecidas contra la persona del expresidente del gobierno, intentando desacreditarlo, tacharlo de traidor, buscando los puntos débiles para atacarle y, todo ello, precisamente porque, en esta ocasión, no ha sido VOX la que se ha lanzado filípicas contra ello, ni tampoco el PP el quién ha denunciado el contubernio filocomunista, partidos contra los cuales les resulta fácil tacharlos de “fascistas”, “reaccionarios” o “capitalistas”, unos términos que suelen resultarles eficaces cuando se trata de desacreditar a la oposición. Pero Felipe González es otra cosa, es lo que se podría entender como “fuego amigo” que, sin duda alguna, es el más difícil de aceptar y contra el cual no queda más remedio que, o ignorarlo o por difícil que pueda parecer y por peligroso que pudiera ser el tener que descalificar a una persona a la que durante años se ha estado elogiando, se vean obligados a hacerlo. Un mal trago, sin duda alguna.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos menos de sentir una sensación de agradecimiento ante la persona del señor González, aunque nunca lo hayamos votado. En realidad, podríamos decir que en España nos encontramos en una situación que podría comparase con la del senado romano, en el año 63 a.C, cuando Catilina que se había postulado como cónsul y rechazado por la cámara, maquinó un golpe de Estado intentando asesinar a Cicerón que, defendiéndose como gato panza arriba, pronunció cuatro discursos demoledores que acabaron con el intento golpista. Nosotros también podríamos dirigirle a Iglesias las mismas palabras que Cicerón le dirigió a Catilina: “¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros?”

​Felipe González, símbolo de nuestra democracia, en la diana comunista

“Lo más triste de la traición es que nunca proviene de tus enemigos” Anónimo
Miguel Massanet
martes, 23 de junio de 2020, 08:24 h (CET)

Vaya por delante que, este comentarista, nunca votó por el partido socialista ni, tan siquiera, cuando Felipe González era el primer secretario general del PSOE. Sin embargo, seria de mal nacido no reconocer, en este señor, el mérito de formar parte de aquellos difíciles tiempos de la transición y el haber sido capaz de mantener un tono sensato y de un cierto entendimiento en sus relaciones con Suarez, entonces el jefe del gobierno de España; especialmente en todo lo que atañía a los temas fundamentales de Estado.

Sin embargo, parece que, como dice J. Martínez, “La lealtad es un regalo muy caro y fino que no puede esperarse de gente barata” y seria mentir si no fuéramos capaces de distinguir, entre todos estos comunistas bolivarianos que hoy forman parte del Gobierno de la nación, que lo son solo por ignorancia o candidez, de aquellos otros que están contra de todo lo que sea decente, brillante, sensato y, por encima de cualquier otra consideración, contra las libertades ciudadanas, el libre comercio, el orden y, en definitiva, lo que constituye la esencia de cualquier gobierno que vele por el bien de sus ciudadanos: la democracia. En este sentido, no debería extrañarnos que, como se ha venido demostrando a lo largo de la pandemia del Covid 19, estos señores de izquierdas que nos vienen gobernando, hayan sido incapaces de tomar sus decisiones, algunas de ellas fundamentales para el futuro de nuestro país, buscando el consejo, el apoyo, y la colaboración de los partidos de la oposición, apoyándose en la falsa premisa de que todo lo que proponga el ejecutivo es axiomático y sin admitir ningún pero, rectificación o crítica constructiva. Es decir: lo tomas cómo te lo doy o te fastidias y, de paso, te acuso de no querer colaborar y de ser un elemento discordante.

Ahora el señor vicepresidente de este gobierno de marionetas del señor Pedro Sánchez, el comunista Pablo Iglesias, se ha encontrado con un obstáculo, no sabemos si imprevisto o no, en lo que es la ruta que tiene trazada de colaboracionismo con Pedro Sánchez durante esta primera etapa de la legislatura, intentando superar el rechazo que el pacto que tienen con el PSOE ha causado dentro de los propios miembros del partido de los claveles, teniendo el hándicap de ser el representante de un partido que ha venido perdiendo fuelle a medida que, los españoles, se han apercibido de cuáles eran sus verdaderas intenciones. Es obvio que una cosa es predicar, para el señor Iglesias, y la otra dar trigo. Es evidente que, como le sucedía a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, tiene el don de la palabra y la facultad de convencer a aquellos que se sienten predispuestos a ir a posiciones extremistas, demagógicas y revolucionarias. Sin embargo, donde pierde todo su carisma revolucionario es cuando se le encomienda llevar a la práctica aquella política que defiende, aquellos cometidos que critica en los demás o aquellas funciones en las que las palabras son lo de menos y la acción, el conocimiento, el trabajo y la efectividad son las cualidades que son precisas para llevarlas a buen término.

En estas últimas cualidades es la ineptitud personificada. Vean su nefasta actuación en la cuestión de las residencias de ancianos, un tema de su absoluta competencia.

Pero, lo que verdaderamente tiene en mente el señor Iglesias, forma parte de la segunda fase de su plan para hacerse con España. Esta nueva etapa la tiene reservada para el momento en el que la legislatura empiece a llegar a su término; la tirantez entre comunistas y socialistas vaya debilitando el pacto que los ha sostenido durante los primeros años de gobierno y se comiencen a producir los escarceos y conatos de diferencias, con motivo de los intereses electorales de cada partido o sea cuando surjan, con fuerza, las diferencias existentes entre ambas formaciones y, a cada una de ellas lo que le interese, más que alabar la gestión de sus antiguos socios, sea buscar resaltar los errores, los defectos, las carencias y las diferencias ideológicas que distinguen a los unos de los otros.

Sin duda, aquí nos encontramos ante un juego de pillos, una partida política de engaños, deslealtades, hipocresías, oportunismos, jugarretas, canalladas y traiciones, mediante las cuales, socialistas y comunistas, pretenden aprovecharse, respectivamente, de sus actuales socios para, cuando llegue el momento oportuno, sacar el tomahawk de guerra y asestarle el golpe definitivo al adversario, que no será precisamente al eterno rival de siempre, la derecha, sino que los destinatarios de la primera andanada van a ser sus antiguos compañeros de gobierno, sus principales adversarios para captar los votos de la izquierdas y, seguramente, de los de nacionalistas catalanes.

Sin embargo, algo inesperado parece que se ha producido que ha venido a interferir en este juego de marrulleros que, de alguna manera, pudiera trastocar sus respectivos planes precisamente por venir de una procedencia que, seguramente, ninguno de ellos se tomó en cuenta y, en consecuencia, los ha pillado por sorpresa a ambos. No es algo inesperado que, la referencia de muchos socialistas por el renombre que tiene entre ellos; por la eficacia con la que desempeñó los años en los que estuvo al frente del Gobierno de la nación; el prestigio y la celebridad que ha adquirido en toda Europa y su conocida faceta de persona honrada y capacitada para resolver problemas políticos, su ex-líder señor Felipe González Márquez, es un político que siempre se ha venido oponiendo a cualquier tipo de alianza con el comunismo. Y ahora lo ha vuelto a manifestar así, con la misma claridad de siempre.

Ya en Suresmes condicionó el hacerse cargo del partido socialista a que renunciara a participar de la radicalidad comunista por la que, en un principio, se habían decantado los socialistas. Salió reforzado de aquella prueba y, desde entonces, sus relaciones y las del PSOE, con los comunistas estalinianos han sido prácticamente nulas. Hasta que ha llegado Pedro Sánchez y no ha tenido inconveniente, como Esaú, de vender la primogenitura política del socialismo, por meros intereses egoístas, a cambio de conseguir alcanzar el poder, sin tener en cuenta el precio que le podría costar el compartir la gobernanza de la nación con un experto en traicionar a aquellos que se pudieran interponer en su objetivo de convertir a España en otra de las naciones en las que el cáncer comunista se apoderara de sus ciudadanos y, como siempre ha sucedido en cualquier nación en la que se les ha permitido instalarse, los sometiera a la opresión y la tiranía de estos regímenes, totalitarios y absolutistas, provenientes de la órbita del comunismo internacional.

Después de superar la primera sorpresa por la valientes y acertadas declaraciones del señor Felipe Gonzáles, entre la coalición formada por socialistas y comunistas se han producido distintas reacciones. En el caso de los socialistas, una parte de ellos se han mostrado irritados con ellas pero, otra parte más conservadora y felipista de convicción, ha creído que Felipe tiene razón y que la alianza con Pablo Iglesias ha sido un error. Esto no quiere decir que se hayan atrevido a manifestarse en este sentido pero, sin duda alguna, se ha producido un malestar interno entre los que siempre han creído que el acuerdo con Unidas Podemos ha sido una equivocación garrafal de Pedro Sánchez y que temen, con razón, que van a tener que pagar un alto precio por haberle dado ocasión a que, desde su situación privilegiada en el poder, acabara por desbancar al PSOE como líder de las izquierdas españolas.

Pero a quienes les ha caído como una verdadera bomba, en toda la línea de flotación, ha sido entre las huestes del señor Pablo Iglesias que, con toda seguridad, no esperaban que les surgiera, desde la persona más insospechada, una andanada procedente de alguien que tiene el suficiente prestigio para que muchos de los que veían la situación como normal, después de escuchar las advertencias de González una persona a la que todos respetan y que, para muchos, es la voz más autorizada de entre los socialistas para opinar sobre una cuestión tan delicada como es esta. La reacción a los comentarios del señor González no se ha hecho esperar y toda la artillería demagógica, que no es poca, de los comunistas bolivarianos y todos su potente aparato de propaganda, se han puesto en funcionamiento rebelándose como avispas enfurecidas contra la persona del expresidente del gobierno, intentando desacreditarlo, tacharlo de traidor, buscando los puntos débiles para atacarle y, todo ello, precisamente porque, en esta ocasión, no ha sido VOX la que se ha lanzado filípicas contra ello, ni tampoco el PP el quién ha denunciado el contubernio filocomunista, partidos contra los cuales les resulta fácil tacharlos de “fascistas”, “reaccionarios” o “capitalistas”, unos términos que suelen resultarles eficaces cuando se trata de desacreditar a la oposición. Pero Felipe González es otra cosa, es lo que se podría entender como “fuego amigo” que, sin duda alguna, es el más difícil de aceptar y contra el cual no queda más remedio que, o ignorarlo o por difícil que pueda parecer y por peligroso que pudiera ser el tener que descalificar a una persona a la que durante años se ha estado elogiando, se vean obligados a hacerlo. Un mal trago, sin duda alguna.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos menos de sentir una sensación de agradecimiento ante la persona del señor González, aunque nunca lo hayamos votado. En realidad, podríamos decir que en España nos encontramos en una situación que podría comparase con la del senado romano, en el año 63 a.C, cuando Catilina que se había postulado como cónsul y rechazado por la cámara, maquinó un golpe de Estado intentando asesinar a Cicerón que, defendiéndose como gato panza arriba, pronunció cuatro discursos demoledores que acabaron con el intento golpista. Nosotros también podríamos dirigirle a Iglesias las mismas palabras que Cicerón le dirigió a Catilina: “¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros?”

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