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​Sin la experiencia de las vibraciones particulares, no pasamos de títeres grotescos

Ríos de experiencias

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Podríamos decirlo así:


Pretendemos narrar lo inenarrable


Y contamos relatos ajenos a la realidad.


Las experiencias subyacen como ríos inexplorados,


Que irán al profundo mar de las conciencias,


O quién sabe qué tierras irrigarán.

La realidad no es para contarla, se ciñe a los recorridos, plegada a los caminantes de la ruta. Por eso abundan los malentendidos en la interpretación de las múltiples referencias y sus anotaciones. Son cosas de palpar y no de contrar. Los relatos describen versiones de un pasado adobado tras el prisma interesado de quien estuvo allí, del presunto conocedor de aquel momento real o de quien pretenda amañar la realidad a su gusto. Sentimos el RECONCOMIO incesante de las carencias adaptativas, ese desequilibrio corrosivo entre las precepciones propias de las circunstancias y las presiones de los relatos circundantes con pretensiones injustificadas de su valor.

Recuerden el famoso relato borgiano de quien pretendía la elaboración de un mapa con los detalles del territorio al completo. Esa exigencia rigurosa exigía la ampliación de las dimensiones del mapa. Llevada a su extremo, la inclusión de cualquier detalle, obligaba a un mapa tan extenso como el territorio, perdía su función. Piensen en las cabezas requeridas para contener en su interior las realidades propias sucesivas y las correspondientes a los demás. Aquí se reúne el absurdo con lo imposible. El TRECHO de las pretensiones a los hechos es una constante vital muy valiosa. Por su carácter indomeñable es liberadora a ultranza; no importa que sea negada, percibimos a diario como desmiente presunciones demoledoras.

Cuando queremos poner las cosas difíciles somos únicos, también cuando nos obcecamos en no entender lo más evidente. Las tácticas obstruccionistas empleadas son ponzoñosas, nos desligan de los anclajes vitales como personas, y lo peor es el beneplácito generalizado con el cual las acogemos. La estratificación de la sociedad es lógica por la diversidad cualitativa, pero no lo es en absoluto la jerarquización falsificada a base de originales fabricados por gente interesada. Mientras, el genuino ORIGINAL de la experiencia inenarrable e insustituible, se desprecia. Vale casi todo con tal de una buena publicidad, dinero o masificación oportuna; para el ocultamiento de la vivencia personal auténtica.

No son ya los avatares externos en exclusiva los obstaculizadores del sentir genuino en las experiencias, podrán ser influyentes, pero no determinantes. Sorprende el poco aprecio de los propios sujetos por su fondo íntimo experiencial. Destaca de manera casi habitual esa actitud de RENUNCIA, a pesar del reconcomio comentado, parece posicionarse la renuncia, los comportamientos son delatores en este sentido. Los entretenimientos conseguidos con poco esfuerzo, los logros momentáneos, repercusiones económicas, la saturación de señales recibidas del entorno, los diferentes impactos sociales en definitiva; son potentes factores de arrastre alejados de aquellos núcleos básicos.

La tensión entre las particularidades es una constante; un principio radical cuando consideramos la intimidad naciente en los adentros de la persona. No se trata de un expresionismo libre, esto es así, yo lo veo así; nos aboca al despliegue continuado de un conflicto con las restantes versiones genuinas, una libertad condicionada. No sirven las opiniones caprichosas. El valor reside en la yuxtaposición de aportaciones radicales. El surgimiento de los elementos contrarios desordena los equilibrios previos, los inserta en la dinámica del entendimiento. La multiplicidad, la ilimitada energía participante, vendría a ser una RECONVERSIÓN novedosa a la vista de las tendencias de uso habitual.

El desliz asoma pronto, sea cual sea la actitud escogida. La confusión de tantas presencias simultáneas, favorecidas por esa ampliación ilimitada del ciberespacio; de hecho permiten adentrarse por cualquier trayecto imaginado. Además, la incertidumbre general no da respiro, poco a poco nos inclina hacia comportamientos viciados, acomodaticios si se quiere, pero liberados del esfuerzo de ser unos protagonistas auténticos. En ese enroque simplista, detenidos en cualquier figuración pasajera, practicamos el necio SIMPLISMO de una actitudes caricaturescas. Ese falseamiento radical ocupa las manifestaciones diarias, asociado a lamentos vocingleros, pero sin las reacciones oportunas.

Del solipsismo a la virtualidad sin presencia física existe poca distancia; porque en realidad hablamos de situaciones sin fundamento. Su adopción por determinada gente no les confiere mayor consistencia conceptual. Su poderío social es otra cuestión fraguada por mimbres de otro calado. Se puede soñar, componer memorias al son de mentalidades extrañas, proclamar enajenaciones sin freno; pero la consistencia tiene otras exigencias. En todo tiempo se han estilado las virtualidades al servicio de montajes enrevesados. Las llamadas experiencias suelen comportar componentes de VIRTUALIDAD de compleja percepción. Por ellos se introducen factores desequilibrantes, con frecuencia de uso perverso.

El percatarse de las vivencias propias no es tan sencillo como coger un mendrugo de pan de encima de la mesa. Se tienen y son a la vez evanescentes; es aquello de percibirlas sin poseerlas. De disfrutarlas o confrontarlas, en una palabra, de experimentarlas: aunque al menor descuido la pierdo. Si no recuerdo mal, en una película de Woody Allen se preguntaba un personaje si el recuerdo es algo que se tiene o bien algo que se ha perdido. Vivimos entre parpadeos INSTANTÁNEOS, ilustrativos de la presencia personal en esos eventos. Una vez percibidos no tienen parangón con ninguna de las parafernalias artificiosas; eso sí, pendientes de pasar la criba de la aceptación personal.

Desde luego el flujo de los ríos no se detiene. La magia envolvente en la subida a la cumbre de una montaña, las fascinantes sensaciones del descenso, son un buen sistema introductorio en los núcleos personales insustituibles. Pueden servirnos otras actividades vividas con intensidad. Son una clara invitación a que nos decidamos a influir en la inclinación de la balanza. Acogiendo los retumbos estridentes de los entornos habituales, esclavizados por sus ruidosos procedimientos. O por el contrario, adhiriéndonos a las VIBRACIONES GENUINAS de íntimas resonancias, bien atentos a los diferentes horizontes, sin aislamientos ficticios, pero evitando las engañosas renuncias de carácter estúpido.

Uno ha de introducirse a fondo en le procesamiento de sus actividades, si no quiere permanecer como grotesco títere movido por hilos desconocidos; nunca con el imposible espíritu dominador. El DISFRUTE gratificante atiende a la participación, sometido a la incertidumbre vital como una brasa incandescente.

Ríos de experiencias

​Sin la experiencia de las vibraciones particulares, no pasamos de títeres grotescos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 19 de junio de 2020, 09:17 h (CET)

Podríamos decirlo así:


Pretendemos narrar lo inenarrable


Y contamos relatos ajenos a la realidad.


Las experiencias subyacen como ríos inexplorados,


Que irán al profundo mar de las conciencias,


O quién sabe qué tierras irrigarán.

La realidad no es para contarla, se ciñe a los recorridos, plegada a los caminantes de la ruta. Por eso abundan los malentendidos en la interpretación de las múltiples referencias y sus anotaciones. Son cosas de palpar y no de contrar. Los relatos describen versiones de un pasado adobado tras el prisma interesado de quien estuvo allí, del presunto conocedor de aquel momento real o de quien pretenda amañar la realidad a su gusto. Sentimos el RECONCOMIO incesante de las carencias adaptativas, ese desequilibrio corrosivo entre las precepciones propias de las circunstancias y las presiones de los relatos circundantes con pretensiones injustificadas de su valor.

Recuerden el famoso relato borgiano de quien pretendía la elaboración de un mapa con los detalles del territorio al completo. Esa exigencia rigurosa exigía la ampliación de las dimensiones del mapa. Llevada a su extremo, la inclusión de cualquier detalle, obligaba a un mapa tan extenso como el territorio, perdía su función. Piensen en las cabezas requeridas para contener en su interior las realidades propias sucesivas y las correspondientes a los demás. Aquí se reúne el absurdo con lo imposible. El TRECHO de las pretensiones a los hechos es una constante vital muy valiosa. Por su carácter indomeñable es liberadora a ultranza; no importa que sea negada, percibimos a diario como desmiente presunciones demoledoras.

Cuando queremos poner las cosas difíciles somos únicos, también cuando nos obcecamos en no entender lo más evidente. Las tácticas obstruccionistas empleadas son ponzoñosas, nos desligan de los anclajes vitales como personas, y lo peor es el beneplácito generalizado con el cual las acogemos. La estratificación de la sociedad es lógica por la diversidad cualitativa, pero no lo es en absoluto la jerarquización falsificada a base de originales fabricados por gente interesada. Mientras, el genuino ORIGINAL de la experiencia inenarrable e insustituible, se desprecia. Vale casi todo con tal de una buena publicidad, dinero o masificación oportuna; para el ocultamiento de la vivencia personal auténtica.

No son ya los avatares externos en exclusiva los obstaculizadores del sentir genuino en las experiencias, podrán ser influyentes, pero no determinantes. Sorprende el poco aprecio de los propios sujetos por su fondo íntimo experiencial. Destaca de manera casi habitual esa actitud de RENUNCIA, a pesar del reconcomio comentado, parece posicionarse la renuncia, los comportamientos son delatores en este sentido. Los entretenimientos conseguidos con poco esfuerzo, los logros momentáneos, repercusiones económicas, la saturación de señales recibidas del entorno, los diferentes impactos sociales en definitiva; son potentes factores de arrastre alejados de aquellos núcleos básicos.

La tensión entre las particularidades es una constante; un principio radical cuando consideramos la intimidad naciente en los adentros de la persona. No se trata de un expresionismo libre, esto es así, yo lo veo así; nos aboca al despliegue continuado de un conflicto con las restantes versiones genuinas, una libertad condicionada. No sirven las opiniones caprichosas. El valor reside en la yuxtaposición de aportaciones radicales. El surgimiento de los elementos contrarios desordena los equilibrios previos, los inserta en la dinámica del entendimiento. La multiplicidad, la ilimitada energía participante, vendría a ser una RECONVERSIÓN novedosa a la vista de las tendencias de uso habitual.

El desliz asoma pronto, sea cual sea la actitud escogida. La confusión de tantas presencias simultáneas, favorecidas por esa ampliación ilimitada del ciberespacio; de hecho permiten adentrarse por cualquier trayecto imaginado. Además, la incertidumbre general no da respiro, poco a poco nos inclina hacia comportamientos viciados, acomodaticios si se quiere, pero liberados del esfuerzo de ser unos protagonistas auténticos. En ese enroque simplista, detenidos en cualquier figuración pasajera, practicamos el necio SIMPLISMO de una actitudes caricaturescas. Ese falseamiento radical ocupa las manifestaciones diarias, asociado a lamentos vocingleros, pero sin las reacciones oportunas.

Del solipsismo a la virtualidad sin presencia física existe poca distancia; porque en realidad hablamos de situaciones sin fundamento. Su adopción por determinada gente no les confiere mayor consistencia conceptual. Su poderío social es otra cuestión fraguada por mimbres de otro calado. Se puede soñar, componer memorias al son de mentalidades extrañas, proclamar enajenaciones sin freno; pero la consistencia tiene otras exigencias. En todo tiempo se han estilado las virtualidades al servicio de montajes enrevesados. Las llamadas experiencias suelen comportar componentes de VIRTUALIDAD de compleja percepción. Por ellos se introducen factores desequilibrantes, con frecuencia de uso perverso.

El percatarse de las vivencias propias no es tan sencillo como coger un mendrugo de pan de encima de la mesa. Se tienen y son a la vez evanescentes; es aquello de percibirlas sin poseerlas. De disfrutarlas o confrontarlas, en una palabra, de experimentarlas: aunque al menor descuido la pierdo. Si no recuerdo mal, en una película de Woody Allen se preguntaba un personaje si el recuerdo es algo que se tiene o bien algo que se ha perdido. Vivimos entre parpadeos INSTANTÁNEOS, ilustrativos de la presencia personal en esos eventos. Una vez percibidos no tienen parangón con ninguna de las parafernalias artificiosas; eso sí, pendientes de pasar la criba de la aceptación personal.

Desde luego el flujo de los ríos no se detiene. La magia envolvente en la subida a la cumbre de una montaña, las fascinantes sensaciones del descenso, son un buen sistema introductorio en los núcleos personales insustituibles. Pueden servirnos otras actividades vividas con intensidad. Son una clara invitación a que nos decidamos a influir en la inclinación de la balanza. Acogiendo los retumbos estridentes de los entornos habituales, esclavizados por sus ruidosos procedimientos. O por el contrario, adhiriéndonos a las VIBRACIONES GENUINAS de íntimas resonancias, bien atentos a los diferentes horizontes, sin aislamientos ficticios, pero evitando las engañosas renuncias de carácter estúpido.

Uno ha de introducirse a fondo en le procesamiento de sus actividades, si no quiere permanecer como grotesco títere movido por hilos desconocidos; nunca con el imposible espíritu dominador. El DISFRUTE gratificante atiende a la participación, sometido a la incertidumbre vital como una brasa incandescente.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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