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La intimidad falseada, deja malparadas las actuaciones; con la consiguiente desconfianza perturbadora

Intimidad controvertida

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El empleo de las palabras refleja con frecuencia una serie de situaciones curiosas, los términos de privacidad e intimidad son referidos en las más variadas controversias. Ahora bien, son zarandeados de una manera desaforada por los variados medios de difusión; solemos dejar malparado su significado, sus valoraciones quedan en entredicho. Pudiera considerarse esta una cuestión intrascendente, si no fuera por la intensa CONEXIÓN de las palabras con la mente y las consiguientes derivaciones prácticas. F. Lázaro Carreter solía afirmar sobre esto, a quien emplea mal las palabras y desdeña la gramática, tampoco le rigen bien sus esquemas mentales. La ligazón de estos términos es un buen indicador de cómo circulan los pensamientos.

Las sensaciones a lo largo de la vida pertenecen a rangos diferentes. Las acotamos según sus matices en una serie de compartimentos. Por su ubicación a la vista del todo el mundo hablaremos de su carácter público; o por el contrario, en recintos sólo accesibles a una o pocas personas, como experiencias privadas. Si bien, los límites de estos conceptos no son nítidos, menos aún en las sociedades contemporáneas expuestas a comunicaciones agresivas. La PRIVACIDAD es de carácter voluntario en muchas ocasiones, pero también depende en gran manera de la voracidad de los agentes externos. Con el añadido influyente de las manifestaciones hipócritas. Individuo y colectividad pugnan por esa diferenciación.

Ocupados en esa pugna de renovados ímpetus, hemos ido relegando los interiores profundos de la persona. Unos son insondables, como el orígen del propio funcionamiento vital, el enlace de la materia con el pensamiento o ese rico manantial de donde surgen los sentimientos y las emociones. Otras interioridades son más perceptibles, intuiciones, genética, reacciones o impulsos. Forman el generoso potencial del núcleo ÍNTIMO. Esa intimidad del individuo se presenta con limitaciones, no es accesible en su totalidad, no se conocen sus evoluciones, ni se puede utilizar a capricho; siendo como es un factor constituyente principal. Adaptarnos a esa realidad requiere una perspicacia tenaz.

En la sociedad tropezamos con un espesamiento de la atmósfera relacional, con una especie de asfixia que no contribuye al buen juicio, ni personal ni colectivo. En los diferentes sectores, artístico, laboral, educativo, y no digamos en los políticos, predomina el enredo sobre el discernimiento. Da la impresión de habernos alejado del conocimiento, y algo mucho peor, de la mínima intención de recuperarlo. La confusión de los GESTOS no permite la confianza razonable en el acoplamiento de las ideas; la arbitrariedad dirige la espectacularidad del momento sin pausas valorativas ni correcciones consensuadas. Así las cosas, aquello de la intimidad constituyente no parece corresponder a las aglomeraciones gesticulantes.

Los incesantes cambios nos aturden y la aceleración los multiplica. Los grandes relatos se difuminan hasta hacerse irreconocibles, los conceptos se alejan sin tiempo para nuevas elaboraciones. Una de esas ideas borrosas es la de la persona humana, dudaríamos de su existencia si no fuera por su presencia física; pero de una manera coherente no la hemos asumido. Por saber, cada vez sabemos más cosas, pero somos menos sabios. Por ver, los pantallazos son continuos, aunque vemos sólo fantasmas o poco más. En cuanto a la razón, con tantas experiencias, se ha hecho amiga de los monstruos. El encuentro dialogado desapareció, la persona adherida a la IRRACIONALIDAD de la espectacularidad, embelesada y frustrada, cobra prestancia.

Sumergidos en esa marabunta de conductas irracionales quedan miles de homo sapiens, eso suele decirse; pero no aclaran las proporciones. Del mencionado núcleo constitutivo de la persona se han desgajado componentes importantes; llegando a un estado de la cuestión en el cual ya no nos sirven las palabras para entrar en consideraciones.

Practicamos una estupidez EXPRESIVA de mucho cuidado. Porque tantantas agitaciones ambientales , verborreas altisonantes y visiones sorprendentes, nos mantienen ocupados, nos arrastran sin remisión a regiones donde se desconocen los núcleos íntimos de las personas, con sus símbolos, sentidos, pensamientos y fantasías. La desatención del núcleo íntimo nos desorienta.

Como un verdadero ejercicio de prestidigitación, pretendemos impresionar modificando las apariencias de las cosas, mientras experimentamos la paradoja; son los agentes externos quienes nos modifican a nosotros hasta deformarnos grotescamente. A través de una serie de requerimientos con aspecto de rutinarios, los sistemas organizados de la trama social exigen los más recónditos datos de carácter personal. Es una INVASIÓN acaparadora. Desde las cuentas bancarias, aficciones, apetencias, propiedades, ideas u otras captaciones subrepticias; acaban pasando a los registros de esas entidades. El destilado centrífugo de esas informaciones viene a ser todo un desfalco tolerado o lamentado.

No sólo tolerado con el descuido de las características propias; es llamativa la proliferación de manifestaciones en las cuales se alardea de poner en conocimiento del público las intimidades consideradas hasta ahora como reservadas. Los recovecos familiares, actitudes sexuales, espiritualidad, emociones, inquietudes; han saltado la barrera hacia su publicidad. Se aprecia en diversos ámbitos, publicaciones, medios audiovisuales, redes, vida social. Salen a relucir aspectos muy particulares en un DISPENDIO, quién sabe si liberador, irreflexivo o contraproducente; quedando por ver las consecuencias al hilo de dichos comportamientos. Quizá estemos ante un simple cambio de perspectivas, pendientes de un acomodo posterior.

Las mencionadas invasiones siguen actuando, potenciadas por la colaboración de los dispendios sin rumbo; presumen de una especie de exposición permanente. Aunque sus contenidos tienden a ofrecer sólo vacuidades, porque en realidad muestran como realidades lo que no pasa de ser burdas apariencias. El asunto es decisivo para nuestro futuro, porque aunque no sabemos hacia donde dirigirá sus orientaciones; pese a las diversas manipulaciones, la intimidad es inviolable, mantiene sus esencias. Se mantiene un núcleo íntimo siempre EMERGENTE, reforzado después de tantas tensiones, con las raídes intactas. Ese fondo personal aún no sabemos por donde palpitará, pero subsiste pese a los empeños en sentido contrario.

Precisamente, desde todo lo dicho, nos introducimos en una de las verdades contrastadas desde antiguo; nadie parece capaz de condensar en un compendio esclarecedor la enorme variación de los componentes individuales. Por consiguiente, sus percepciones de cuanto acontece, asimilación accesible de sus contenidos y respuestas conductuales, escapan a cualquier intento de apropiación intelectual. Decir, escucharemos a unos pronunciarse, pero de ahí al conocimiento, control de las expresiones, a la supremacía de unos sobre otros, van trechos difíciles de concretar. Aunque no vayan por ahí las tendencias, nos conviene asumir nuestro carácter de BABÉLICOS, al menos desde esa idea pluralista, podremos iniciar los contactos con visos de unas conclusiones concordantes. En el horizonte, la posible reducción de las beligerancias dañinas.

Intimidad controvertida

La intimidad falseada, deja malparadas las actuaciones; con la consiguiente desconfianza perturbadora
Rafael Pérez Ortolá
sábado, 30 de mayo de 2020, 09:38 h (CET)

El empleo de las palabras refleja con frecuencia una serie de situaciones curiosas, los términos de privacidad e intimidad son referidos en las más variadas controversias. Ahora bien, son zarandeados de una manera desaforada por los variados medios de difusión; solemos dejar malparado su significado, sus valoraciones quedan en entredicho. Pudiera considerarse esta una cuestión intrascendente, si no fuera por la intensa CONEXIÓN de las palabras con la mente y las consiguientes derivaciones prácticas. F. Lázaro Carreter solía afirmar sobre esto, a quien emplea mal las palabras y desdeña la gramática, tampoco le rigen bien sus esquemas mentales. La ligazón de estos términos es un buen indicador de cómo circulan los pensamientos.

Las sensaciones a lo largo de la vida pertenecen a rangos diferentes. Las acotamos según sus matices en una serie de compartimentos. Por su ubicación a la vista del todo el mundo hablaremos de su carácter público; o por el contrario, en recintos sólo accesibles a una o pocas personas, como experiencias privadas. Si bien, los límites de estos conceptos no son nítidos, menos aún en las sociedades contemporáneas expuestas a comunicaciones agresivas. La PRIVACIDAD es de carácter voluntario en muchas ocasiones, pero también depende en gran manera de la voracidad de los agentes externos. Con el añadido influyente de las manifestaciones hipócritas. Individuo y colectividad pugnan por esa diferenciación.

Ocupados en esa pugna de renovados ímpetus, hemos ido relegando los interiores profundos de la persona. Unos son insondables, como el orígen del propio funcionamiento vital, el enlace de la materia con el pensamiento o ese rico manantial de donde surgen los sentimientos y las emociones. Otras interioridades son más perceptibles, intuiciones, genética, reacciones o impulsos. Forman el generoso potencial del núcleo ÍNTIMO. Esa intimidad del individuo se presenta con limitaciones, no es accesible en su totalidad, no se conocen sus evoluciones, ni se puede utilizar a capricho; siendo como es un factor constituyente principal. Adaptarnos a esa realidad requiere una perspicacia tenaz.

En la sociedad tropezamos con un espesamiento de la atmósfera relacional, con una especie de asfixia que no contribuye al buen juicio, ni personal ni colectivo. En los diferentes sectores, artístico, laboral, educativo, y no digamos en los políticos, predomina el enredo sobre el discernimiento. Da la impresión de habernos alejado del conocimiento, y algo mucho peor, de la mínima intención de recuperarlo. La confusión de los GESTOS no permite la confianza razonable en el acoplamiento de las ideas; la arbitrariedad dirige la espectacularidad del momento sin pausas valorativas ni correcciones consensuadas. Así las cosas, aquello de la intimidad constituyente no parece corresponder a las aglomeraciones gesticulantes.

Los incesantes cambios nos aturden y la aceleración los multiplica. Los grandes relatos se difuminan hasta hacerse irreconocibles, los conceptos se alejan sin tiempo para nuevas elaboraciones. Una de esas ideas borrosas es la de la persona humana, dudaríamos de su existencia si no fuera por su presencia física; pero de una manera coherente no la hemos asumido. Por saber, cada vez sabemos más cosas, pero somos menos sabios. Por ver, los pantallazos son continuos, aunque vemos sólo fantasmas o poco más. En cuanto a la razón, con tantas experiencias, se ha hecho amiga de los monstruos. El encuentro dialogado desapareció, la persona adherida a la IRRACIONALIDAD de la espectacularidad, embelesada y frustrada, cobra prestancia.

Sumergidos en esa marabunta de conductas irracionales quedan miles de homo sapiens, eso suele decirse; pero no aclaran las proporciones. Del mencionado núcleo constitutivo de la persona se han desgajado componentes importantes; llegando a un estado de la cuestión en el cual ya no nos sirven las palabras para entrar en consideraciones.

Practicamos una estupidez EXPRESIVA de mucho cuidado. Porque tantantas agitaciones ambientales , verborreas altisonantes y visiones sorprendentes, nos mantienen ocupados, nos arrastran sin remisión a regiones donde se desconocen los núcleos íntimos de las personas, con sus símbolos, sentidos, pensamientos y fantasías. La desatención del núcleo íntimo nos desorienta.

Como un verdadero ejercicio de prestidigitación, pretendemos impresionar modificando las apariencias de las cosas, mientras experimentamos la paradoja; son los agentes externos quienes nos modifican a nosotros hasta deformarnos grotescamente. A través de una serie de requerimientos con aspecto de rutinarios, los sistemas organizados de la trama social exigen los más recónditos datos de carácter personal. Es una INVASIÓN acaparadora. Desde las cuentas bancarias, aficciones, apetencias, propiedades, ideas u otras captaciones subrepticias; acaban pasando a los registros de esas entidades. El destilado centrífugo de esas informaciones viene a ser todo un desfalco tolerado o lamentado.

No sólo tolerado con el descuido de las características propias; es llamativa la proliferación de manifestaciones en las cuales se alardea de poner en conocimiento del público las intimidades consideradas hasta ahora como reservadas. Los recovecos familiares, actitudes sexuales, espiritualidad, emociones, inquietudes; han saltado la barrera hacia su publicidad. Se aprecia en diversos ámbitos, publicaciones, medios audiovisuales, redes, vida social. Salen a relucir aspectos muy particulares en un DISPENDIO, quién sabe si liberador, irreflexivo o contraproducente; quedando por ver las consecuencias al hilo de dichos comportamientos. Quizá estemos ante un simple cambio de perspectivas, pendientes de un acomodo posterior.

Las mencionadas invasiones siguen actuando, potenciadas por la colaboración de los dispendios sin rumbo; presumen de una especie de exposición permanente. Aunque sus contenidos tienden a ofrecer sólo vacuidades, porque en realidad muestran como realidades lo que no pasa de ser burdas apariencias. El asunto es decisivo para nuestro futuro, porque aunque no sabemos hacia donde dirigirá sus orientaciones; pese a las diversas manipulaciones, la intimidad es inviolable, mantiene sus esencias. Se mantiene un núcleo íntimo siempre EMERGENTE, reforzado después de tantas tensiones, con las raídes intactas. Ese fondo personal aún no sabemos por donde palpitará, pero subsiste pese a los empeños en sentido contrario.

Precisamente, desde todo lo dicho, nos introducimos en una de las verdades contrastadas desde antiguo; nadie parece capaz de condensar en un compendio esclarecedor la enorme variación de los componentes individuales. Por consiguiente, sus percepciones de cuanto acontece, asimilación accesible de sus contenidos y respuestas conductuales, escapan a cualquier intento de apropiación intelectual. Decir, escucharemos a unos pronunciarse, pero de ahí al conocimiento, control de las expresiones, a la supremacía de unos sobre otros, van trechos difíciles de concretar. Aunque no vayan por ahí las tendencias, nos conviene asumir nuestro carácter de BABÉLICOS, al menos desde esa idea pluralista, podremos iniciar los contactos con visos de unas conclusiones concordantes. En el horizonte, la posible reducción de las beligerancias dañinas.

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