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Opinión
Etiquetas | Coronavirus | Pandemia | Boris Johnson
Hay mucha incertidumbre ante el futuro de Johnson pues no se sabe si él sobrevivirá al COVID-19

Reino Unido: gobierno con coronavirus

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El Reino Unido tiene un gobierno paralizado por la infección del COVID-19. El primer ministro Boris Johnson anunció oficialmente el 27 de marzo que tenía dicho virus pero en una versión “suave”. Diez días después, el domingo 5 de abril, entró al hospital, pero sin querer mencionar que estaba en el Saint Thomas y aduciendo que solamente lo hacía por chequeos médicos. Al día siguiente, el lunes 6, Johnson quedó desconectado y en cuidados intensivos dejándole la posta del mando a su Primer Secretario de Estado, el ministro de relaciones exteriores Dominica Raab.

Nuevamente la comunicación oficial desdeña la gravedad del paciente afirmando que su condición es estable y que no requiere de un ventilador, pues le basta el balón de oxígeno. No podemos fiarnos de estas versiones pues usualmente éstas han buscado minimizar la seriedad del contagio. El índice de mortalidad entre los pacientes que llegan a cuidados intensivos es muy alto y no se puede descartar que el COVID-19 acabe con la vida de Johnson o que le imponga que deba dejar el poder (ya sea de manera temporal o final).

Ningún otro país del mundo tiene a tantas autoridades enfermas por el coronavirus


Una quincena antes que Boris reconociera tener el COVID-19, el 11 de marzo, su ministra de salud mental, Nadine Dorries, había confesado estar infectada por ese virus. Tras ella fueron cayendo otros miembros del gabinete, como el ministro de salud Matt Hancock, el Oficial Jefe Médico Chris Whitty y el propio Primer Ministro. Michael Gove, el ministro más experimentado y capaz de ser un potencial nuevo líder del conservadurismo, ha debido auto-aislarse presuntamente por estar también infectado. El 30 de marzo el Gurú que delinea los planes de Boris Johnson, Dominic Cummings, desapareció de la escena bajo sospechas de estar igualmente contaminado. El 3 de Abril Carrie Symonds, la embarazada novia de Johnson quien debe dar a luz su primer bebé en pocas semanas, también aseveró tener el COVID-19, algo que no sabemos cómo afectaría a su nueva criatura y si ésta podría nacer bien y con vida. A todo eso se suma que el Príncipe Carlos, quien ya ha estado tomando varios roles como Jefe de Estado, puesto al que espera ascender para el 2022, llegó a estar con ese mismo virus.

El primer ministro continuó atendiendo las sesiones en el parlamento hasta el 25 de marzo, dos días antes de que anunciara tener el COVID-19. Sin embargo, dicho virus tarda en manifestarse y con seguridad ya se estaba incubando en el cuerpo de Johnson cuando él participaba en la Casa de los Comunes y el mismo se convertía en una fuente de contagio a sus colegas.

Como en dicha Cámara entran de manera muy apiñada 650 parlamentarios y en la contigua Cámara de los Lores hay otros alrededor de 800 integrantes, no debería extrañarnos que varios de ellos hayan contraído el mismo virus que ha afectado al Primer Ministro y a varios de sus colegas y seres más cercanos.

Alexander Thyn, el marqués de Bath, quien llegó a ser miembro de la Cámara de los Lores y fue uno de los terratenientes y millonarios más ricos de Inglaterra, murió por el COVID-19. Con eso ha marcado un destino que pudiesen seguir otras figuras políticas o financieras del país.

Errores por no haber querido reconocer la gravedad de la pandemia


En cierta medida, la gran expansión del COVID-19 en los círculos de poder británicos se ha debido al menosprecio que el gobierno inicialmente le dio a la pandemia. Cuando el 3 de marzo el número de infectados por este virus llegaba a los 100,000 en el mundo, Johnson se enorgullecía de seguir estrechando manos y durante los días siguientes su accionar se basó en la teoría de la “salvaguarda del rebaño” según la cual la mejor manera de hacer frente al virus es permitir que algunos se contagien para ir generando autodefensas. El propio Johnson decía que la solución era lavarse las manos y “seguir con los negocios de la manera usual”.

El Reino Unido fue el último país de Europa occidental en clausurar escuelas, restaurantes, bares y establecimientos. Solo dos días antes del domingo 15 de marzo en que se iba a dar el festival callejero por el día de San Patricio es que el gobierno decidió eliminar éste, algo que desde hacía una semana ya lo había ordenado la vecina Irlanda, el país que más promueva dicha festividad.

El 5 de marzo, cuando se produjo el primer muerto por COVID-19 en Reino Unido, Boris Johnson insistía en que la vida debería seguir normal e igual como siempre. Desde entonces la cifra se ha disparado hasta que exactamente un mes después él fue hospitalizado cuando la cantidad de muertos se había llegaba hasta alrededor de 5,000 británicos.

Reino Unido puede convertirse en la potencia más afectada por el COVID-19


Cuando al iniciarse el 9 de abril se celebra el 68 aniversario de cuando la nueva reina Elizabeth II ordenó la retención del nombre de Windsor para la familia real, el número de contagiados por el COVID-19 supera el de 60,000 personas y el de muertos causados por ese mismo virus sobrepasa al de 7,000 británicos. De esta manera, el Reino Unido supera ampliamente a la cantidad de fallecidos que han tenido los primeros grandes brotes globales de la pandemia: China e Irán. Con esa cifra la monarquía británica se ubicaba en el quinto puesto global a nivel de fallecidos pero disputándose el primer lugar a Italia en la tasa de fatalidades por paciente.

Alrededor de uno de cada 8 británicos infectados por el COVID-19 se ha ido de este mundo, mientras que en Alemania eso pasa solo con solo cada uno de sus 50 ciudadanos que tienen ese virus. En la noche del miércoles 8 de abril Alemania bordeaba los 115,000 casos de COVID-19 (casi el doble que los poco más de 60,000 casos en Reino Unido), pero su número de fallecidos era por lo menos 3 veces inferior al de los británicos. Si la tasa de mortalidad de paciente alemán de COVID 19 por fallecido es de un 2%, la del Reino Unido es de alrededor del 12%: ¡6 veces más!. Mientras en Alemania había entonces 46,000 pacientes ya recuperados del COVID-19, en Reino Unido escasamente había 135 recuperados. Es decir, que mientras los germanos tienen 26 veces más casos de pacientes que se han librado del COVID-19 que de los que han fallecido por ese mismo virus, en Reino Unido ocurre algo peor que lo inverso, pues allí hay al menos 50 pacientes muertos por cada uno que se cura del coronavirus.

Dentro de las explicaciones que hay para ver esa gran diferencia está el hecho que en Alemania hay al menos 3 veces más camas hospitalarias por habitante que las que tiene el Reino Unido, y que los germanos tienen muchas más pruebas diarias de COVID-19 que la que tienen los británicos. Eso nos conduce a ver que el Reino Unido se ha venido desarmando ante la pandemia pues en la última década se han ido produciendo colosales recortes al Servicio Nacional de Salud (NHS) y a otras entidades de protección social. Dicho proceso no es potestad exclusiva de los 4 gobiernos conservadores que se han dado desde el 2010, pues ya la administración laborista de Tony Blair y Gordon Brown iniciaron la privatización de algunos servicios del NHS.

A ello se suma que con el BREXIT se han ido retirando miles de profesionales europeos e inmigrantes del NHS quienes temen las consecuencias de la ruptura con la Unión Europea.

Lo más grave, no obstante, aún está por venir. El IHME (Instituto de Evaluación de Salud Métrica) de Seattle estima que para este 17 de abril la curva de muertos por día se acercará a los 3,000 perecidos. Si bien ésta luego bajaría al final, el IHME calcula que para Agosto unos 66 mil británicos habrán fallecido por el COVID-19, cifra que, para entonces y según ellos, será mayor que la suma de los 4 países más poblados y más contaminados de la UE: Italia, España, Alemania y Francia. Si el Reino Unido llega a tener tal cantidad de muertos esto implicaría que uno de cada mil británicos perdería la vida por la pandemia, un porcentaje no igualado por ninguna otra potencia mundial.

El curso puede cambiarse


Ciertamente que este triste destino aún puede ser retenido, pero ello implica dar un radical giro en invertir en el NHS, en proveer mascarillas y mandiles a la población, en garantizar accesos a los servicios médicos o sociales a los millones de residentes del Reino Unido que no pueden expresarse bien en inglés, en eliminar focos infecciosos legalizando a casi un millón de inmigrantes irregulares y en implementar de manera masiva el número de camas hospitalarias, de profesionales de la salud y de pruebas de COVID-19.

Se requiere de un gobierno efectivo. No obstante, el Reino Unido se encuentra sin Primer Ministro. Quien sustituye interinamente a Boris Johnson no tiene tal rango ni suficiente autoridad en su gabinete y partido para tomar fuertes decisiones. Johnson, temeroso que pudiese surgir alguna figura que le hiciera la sombra dentro de su círculo inmediato, colocó a personas con poca ascendencia y popularidad en los puestos claves como son la del Primer Secretario del Estado y la del Canciller del Tesoro.

Dominic Raab quien tiene provisionalmente las riendas del gobierno, se refirió a Johnson como su jefe mientras aduce que debe consultar siempre al gabinete, el cual no puede reunirse físicamente en un lugar y el cual tiene muchas desavenencias internas.

Hay mucha incertidumbre ante el futuro de Johnson pues no se sabe si él sobrevivirá al COVID-19 y, si lo hace, cuán mal ha de quedar. De allí que existe la posibilidad que él quede fuera de la escena central para cuando el COVID-19 llegue a cobrar hasta miles de vidas por día. Incluso no puede descartarse que Johnson deba tener que dejar el puesto ya sea por muerte o incapacidad. A fin de llenar ese vacío se impondría un proceso de elección interna dentro de los 150 mil militantes tories, lo cual previamente debe pasar por un periodo de preselección en el cual la bancada conservadora debe ir descartando a los precandidatos hasta escoger a dos finalistas para que vayan haciendo giras y debates por todo el país, antes de que se dé una prolongada votación por correo postal.

Un proceso de tal característica no va a dejar un liderazgo claro en la guerra contra el COVID-19 ni la posibilidad de que se llegue a un acuerdo final con la UE para el 31 de diciembre, tal y cual Johnson lo había juramentado.

Y mientras hay un gobierno lleno de infectados por COVID-19 y un país al borde de entrar en su pico de muertos por el virus, el parlamento está en receso y las condiciones pueden irse abriendo para una mayor crisis política, económica y social. 

Reino Unido: gobierno con coronavirus

Hay mucha incertidumbre ante el futuro de Johnson pues no se sabe si él sobrevivirá al COVID-19
Isaac Bigio
jueves, 9 de abril de 2020, 13:19 h (CET)

El Reino Unido tiene un gobierno paralizado por la infección del COVID-19. El primer ministro Boris Johnson anunció oficialmente el 27 de marzo que tenía dicho virus pero en una versión “suave”. Diez días después, el domingo 5 de abril, entró al hospital, pero sin querer mencionar que estaba en el Saint Thomas y aduciendo que solamente lo hacía por chequeos médicos. Al día siguiente, el lunes 6, Johnson quedó desconectado y en cuidados intensivos dejándole la posta del mando a su Primer Secretario de Estado, el ministro de relaciones exteriores Dominica Raab.

Nuevamente la comunicación oficial desdeña la gravedad del paciente afirmando que su condición es estable y que no requiere de un ventilador, pues le basta el balón de oxígeno. No podemos fiarnos de estas versiones pues usualmente éstas han buscado minimizar la seriedad del contagio. El índice de mortalidad entre los pacientes que llegan a cuidados intensivos es muy alto y no se puede descartar que el COVID-19 acabe con la vida de Johnson o que le imponga que deba dejar el poder (ya sea de manera temporal o final).

Ningún otro país del mundo tiene a tantas autoridades enfermas por el coronavirus


Una quincena antes que Boris reconociera tener el COVID-19, el 11 de marzo, su ministra de salud mental, Nadine Dorries, había confesado estar infectada por ese virus. Tras ella fueron cayendo otros miembros del gabinete, como el ministro de salud Matt Hancock, el Oficial Jefe Médico Chris Whitty y el propio Primer Ministro. Michael Gove, el ministro más experimentado y capaz de ser un potencial nuevo líder del conservadurismo, ha debido auto-aislarse presuntamente por estar también infectado. El 30 de marzo el Gurú que delinea los planes de Boris Johnson, Dominic Cummings, desapareció de la escena bajo sospechas de estar igualmente contaminado. El 3 de Abril Carrie Symonds, la embarazada novia de Johnson quien debe dar a luz su primer bebé en pocas semanas, también aseveró tener el COVID-19, algo que no sabemos cómo afectaría a su nueva criatura y si ésta podría nacer bien y con vida. A todo eso se suma que el Príncipe Carlos, quien ya ha estado tomando varios roles como Jefe de Estado, puesto al que espera ascender para el 2022, llegó a estar con ese mismo virus.

El primer ministro continuó atendiendo las sesiones en el parlamento hasta el 25 de marzo, dos días antes de que anunciara tener el COVID-19. Sin embargo, dicho virus tarda en manifestarse y con seguridad ya se estaba incubando en el cuerpo de Johnson cuando él participaba en la Casa de los Comunes y el mismo se convertía en una fuente de contagio a sus colegas.

Como en dicha Cámara entran de manera muy apiñada 650 parlamentarios y en la contigua Cámara de los Lores hay otros alrededor de 800 integrantes, no debería extrañarnos que varios de ellos hayan contraído el mismo virus que ha afectado al Primer Ministro y a varios de sus colegas y seres más cercanos.

Alexander Thyn, el marqués de Bath, quien llegó a ser miembro de la Cámara de los Lores y fue uno de los terratenientes y millonarios más ricos de Inglaterra, murió por el COVID-19. Con eso ha marcado un destino que pudiesen seguir otras figuras políticas o financieras del país.

Errores por no haber querido reconocer la gravedad de la pandemia


En cierta medida, la gran expansión del COVID-19 en los círculos de poder británicos se ha debido al menosprecio que el gobierno inicialmente le dio a la pandemia. Cuando el 3 de marzo el número de infectados por este virus llegaba a los 100,000 en el mundo, Johnson se enorgullecía de seguir estrechando manos y durante los días siguientes su accionar se basó en la teoría de la “salvaguarda del rebaño” según la cual la mejor manera de hacer frente al virus es permitir que algunos se contagien para ir generando autodefensas. El propio Johnson decía que la solución era lavarse las manos y “seguir con los negocios de la manera usual”.

El Reino Unido fue el último país de Europa occidental en clausurar escuelas, restaurantes, bares y establecimientos. Solo dos días antes del domingo 15 de marzo en que se iba a dar el festival callejero por el día de San Patricio es que el gobierno decidió eliminar éste, algo que desde hacía una semana ya lo había ordenado la vecina Irlanda, el país que más promueva dicha festividad.

El 5 de marzo, cuando se produjo el primer muerto por COVID-19 en Reino Unido, Boris Johnson insistía en que la vida debería seguir normal e igual como siempre. Desde entonces la cifra se ha disparado hasta que exactamente un mes después él fue hospitalizado cuando la cantidad de muertos se había llegaba hasta alrededor de 5,000 británicos.

Reino Unido puede convertirse en la potencia más afectada por el COVID-19


Cuando al iniciarse el 9 de abril se celebra el 68 aniversario de cuando la nueva reina Elizabeth II ordenó la retención del nombre de Windsor para la familia real, el número de contagiados por el COVID-19 supera el de 60,000 personas y el de muertos causados por ese mismo virus sobrepasa al de 7,000 británicos. De esta manera, el Reino Unido supera ampliamente a la cantidad de fallecidos que han tenido los primeros grandes brotes globales de la pandemia: China e Irán. Con esa cifra la monarquía británica se ubicaba en el quinto puesto global a nivel de fallecidos pero disputándose el primer lugar a Italia en la tasa de fatalidades por paciente.

Alrededor de uno de cada 8 británicos infectados por el COVID-19 se ha ido de este mundo, mientras que en Alemania eso pasa solo con solo cada uno de sus 50 ciudadanos que tienen ese virus. En la noche del miércoles 8 de abril Alemania bordeaba los 115,000 casos de COVID-19 (casi el doble que los poco más de 60,000 casos en Reino Unido), pero su número de fallecidos era por lo menos 3 veces inferior al de los británicos. Si la tasa de mortalidad de paciente alemán de COVID 19 por fallecido es de un 2%, la del Reino Unido es de alrededor del 12%: ¡6 veces más!. Mientras en Alemania había entonces 46,000 pacientes ya recuperados del COVID-19, en Reino Unido escasamente había 135 recuperados. Es decir, que mientras los germanos tienen 26 veces más casos de pacientes que se han librado del COVID-19 que de los que han fallecido por ese mismo virus, en Reino Unido ocurre algo peor que lo inverso, pues allí hay al menos 50 pacientes muertos por cada uno que se cura del coronavirus.

Dentro de las explicaciones que hay para ver esa gran diferencia está el hecho que en Alemania hay al menos 3 veces más camas hospitalarias por habitante que las que tiene el Reino Unido, y que los germanos tienen muchas más pruebas diarias de COVID-19 que la que tienen los británicos. Eso nos conduce a ver que el Reino Unido se ha venido desarmando ante la pandemia pues en la última década se han ido produciendo colosales recortes al Servicio Nacional de Salud (NHS) y a otras entidades de protección social. Dicho proceso no es potestad exclusiva de los 4 gobiernos conservadores que se han dado desde el 2010, pues ya la administración laborista de Tony Blair y Gordon Brown iniciaron la privatización de algunos servicios del NHS.

A ello se suma que con el BREXIT se han ido retirando miles de profesionales europeos e inmigrantes del NHS quienes temen las consecuencias de la ruptura con la Unión Europea.

Lo más grave, no obstante, aún está por venir. El IHME (Instituto de Evaluación de Salud Métrica) de Seattle estima que para este 17 de abril la curva de muertos por día se acercará a los 3,000 perecidos. Si bien ésta luego bajaría al final, el IHME calcula que para Agosto unos 66 mil británicos habrán fallecido por el COVID-19, cifra que, para entonces y según ellos, será mayor que la suma de los 4 países más poblados y más contaminados de la UE: Italia, España, Alemania y Francia. Si el Reino Unido llega a tener tal cantidad de muertos esto implicaría que uno de cada mil británicos perdería la vida por la pandemia, un porcentaje no igualado por ninguna otra potencia mundial.

El curso puede cambiarse


Ciertamente que este triste destino aún puede ser retenido, pero ello implica dar un radical giro en invertir en el NHS, en proveer mascarillas y mandiles a la población, en garantizar accesos a los servicios médicos o sociales a los millones de residentes del Reino Unido que no pueden expresarse bien en inglés, en eliminar focos infecciosos legalizando a casi un millón de inmigrantes irregulares y en implementar de manera masiva el número de camas hospitalarias, de profesionales de la salud y de pruebas de COVID-19.

Se requiere de un gobierno efectivo. No obstante, el Reino Unido se encuentra sin Primer Ministro. Quien sustituye interinamente a Boris Johnson no tiene tal rango ni suficiente autoridad en su gabinete y partido para tomar fuertes decisiones. Johnson, temeroso que pudiese surgir alguna figura que le hiciera la sombra dentro de su círculo inmediato, colocó a personas con poca ascendencia y popularidad en los puestos claves como son la del Primer Secretario del Estado y la del Canciller del Tesoro.

Dominic Raab quien tiene provisionalmente las riendas del gobierno, se refirió a Johnson como su jefe mientras aduce que debe consultar siempre al gabinete, el cual no puede reunirse físicamente en un lugar y el cual tiene muchas desavenencias internas.

Hay mucha incertidumbre ante el futuro de Johnson pues no se sabe si él sobrevivirá al COVID-19 y, si lo hace, cuán mal ha de quedar. De allí que existe la posibilidad que él quede fuera de la escena central para cuando el COVID-19 llegue a cobrar hasta miles de vidas por día. Incluso no puede descartarse que Johnson deba tener que dejar el puesto ya sea por muerte o incapacidad. A fin de llenar ese vacío se impondría un proceso de elección interna dentro de los 150 mil militantes tories, lo cual previamente debe pasar por un periodo de preselección en el cual la bancada conservadora debe ir descartando a los precandidatos hasta escoger a dos finalistas para que vayan haciendo giras y debates por todo el país, antes de que se dé una prolongada votación por correo postal.

Un proceso de tal característica no va a dejar un liderazgo claro en la guerra contra el COVID-19 ni la posibilidad de que se llegue a un acuerdo final con la UE para el 31 de diciembre, tal y cual Johnson lo había juramentado.

Y mientras hay un gobierno lleno de infectados por COVID-19 y un país al borde de entrar en su pico de muertos por el virus, el parlamento está en receso y las condiciones pueden irse abriendo para una mayor crisis política, económica y social. 

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El diccionario es permisivo, incluye la rigidez en la delimitación de las entradas y salidas; al tiempo que acoge la pérdida de los formatos cerebrales a la hora de regular las ideas entrantes o las emitidas tras elucubraciones varias. A veces no está tan claro si apreciamos más los desajustes o seguimos fieles a ciertos límites establecidos.

 
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