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Los artículos hay que escribirlos cuando una está en caliente

Los artículos calientes

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Los artículos hay que escribirlos cuando una está en caliente. Siempre lo he pensado, y es que cuando tengo que escribir a petición de alguien, mi cerebro me exige demasiado tiempo para pensar, y la mayoría de las veces acabo redactando un texto insípido, intrascendente y monocorde, que prefiero ahorrarme para alguna redacción de clase.

Partiendo de esta base, he considerado que hoy, en este momento, debo sentarme frente al ordenador y “parir” estos pensamientos que me han traído ocupada las últimas cuatro horas de mi día.

Desde pequeña, mi familia me ha educado con moderación. Me han enseñado modales (aunque a ratos los pierda), algo de cultura general, ideas, pensamientos, sentimientos… pero sobre todo, me han permitido ser como soy, lo cual me ha dado unas magníficas alas que hoy utilizo para razonar sobre las pocas cosas que mi temprana edad me ha permitido conocer. Todo aquel que me conoce sabe que siento un profundo respeto y afecto por cada ser vivo, sea o no un ser humano, y que eso es una característica de mi ser que fue orgullosamente infundada por mis familiares y engrandecida por mi personalidad. No puedo cambiar. Hoy me he volcado a través de las redes sociales con un hashtag que se ha mantenido durante horas como Trending Topic: #SalvemosaExcalibur, y me ha sorprendido el nivel de participación de los demás usuarios; la mayoría de los que leí estaban en contra del sacrificio del perro de la enfermera infectada por el ébola, ya que este se llevaría a cabo sin estudios previos ni cuarentena, sin oportunidad para el animal, y de forma totalmente irracional y precipitada a sabiendas de la opinión de expertos.

En el momento de máximo apogeo, en mi tablón se aparece el siguiente tweet: “Estáis en contra de que sacrifiquen al perro de la enfermera con ébola y a favor del aborto. ¿Y la lógica? Ah no, que no la hay.”

No le hizo falta completar los 140 caracteres de la casilla para provocarme un cortocircuito cerebral, seguido de un persistente e incómodo ardor estomacal y unas ganas irrefrenables de responderle un texto de unas dos mil palabras que la red social en cuestión, no me permite. Mi sensación fue la de tener una mordaza en toda la boca. Y es que cuanto más lo recuerdo, más nerviosa me pongo. En mi cabeza no cabe (y miren que soy cabezona) que una persona pueda asociar el sacrificio de un perro con el aborto de un ser humano. De hecho, hasta me resulta estridente si junto ambos sustantivos dentro de una misma frase en este contexto. Primero, que alguien me explique qué tiene que ver una cosa con la otra, aparte de la polémica, y segundo… no, no, perdón, necesito que alguien me explique antes lo primero.

Estés o no a favor del aborto, para mi humilde opinión, hay un criterio común entre ambos pensamientos: el aborto es una práctica poco recomendada. Nadie dice que abortar de vez en cuando es bueno, ni te hace más joven, ni elimina la celulitis, ni evita embarazos psicológicos. El aborto debe ser la última opción a barajar. Es nuestra responsabilidad utilizar uno o varios métodos de barrera para evitar la concepción no deseada, pero todos somos conscientes de que esos métodos no tienen una fiabilidad del 100%, y que pueden darse circunstancias adversas que nos condicionen y que acabemos quedando embarazadas por error, aun habiendo cumplido con nuestro deber. En ese caso, considero que el aborto dentro de unos parámetros lógicos de tiempo (los cuales determina la ciencia y no yo) es una opción libre, y debe permitirse a toda aquella mujer o pareja cuyo momento económico, emocional o vital no sea el adecuado para traer a otra persona al mundo. Creo que no es una decisión fácil, pero cada quien tiene un cuerpo y es dueño del mismo. Tu cuerpo no es propiedad de ningún político que pueda decidir por ti si tienes que parir o no, ni un espermatozoide es un ser humano en el momento en cuaja en el óvulo (pensad en el genocidio cometido por la revistas como PlayBoy).

Partiendo de mi base ideológica, me he dado de narices contra el tweet de esta usuaria, que, tranquilamente, comparaba el sacrificio de un animal de 12 años de edad con el aborto de un ser no nato, y se preguntaba cómo era posible que algunos defendieran que el sacrificio de Excalibur (el perro) estuviera injustificado, y gritaran “sí” a la legalización del aborto al mismo tiempo, ya que ambas cosas predicaban el asesinato. Para ella, esa combinación ideológica estaba descompensada. Mi primera reacción fue preguntarle si hablaba en serio, pero recordé que Twitter estaba al acecho y que no me dejaría explayarme, así que le pregunté de dónde sacaba esa conclusión, argumentando que no tenía lógica alguna. Su respuesta fue que ella no me había preguntado, y que en su Twitter podía decir lo que quisiera. A raíz de ahí, me vi en la imperiosa necesidad de averiguar cómo había surgido esa asociación conceptual; de qué forma había llegado a “razonar” sobre la vida hasta tales niveles, insospechados para mi humilde capacidad mental. ¿Será que tanto el espermatozoide como el perro son materia? Sigo sin entenderlo. Estés o no estés a favor del aborto, y te gusten o no los animales, la polémica estaba asegurada.

A partir de ese punto se prosiguieron una cadena de tweets y retweets tirando de la cuerda; yo bajo mi incredulidad, y ella con su opinión. Intentó convencerme de que el espermatozoide es un ser humano con personalidad y destino desde el momento en que toca el óvulo, y que el hecho de sacarlo de ahí es similar a asesinar; me mandó a “informarme antes de hablar” (¿podemos empezar a cambiar de argumento ya, por favor?), y dedujo que a ella misma le parecía increíble que a su edad (adolescencia) fuese más inteligente que muchos adultos. Para ella, la vida de mil perros tenía menos valor que la vida de un feto humano, y basaba sus argumentos en ciertas páginas web (de las cuales me envió capturas de pantalla) que predicaban el “respeto a la vida” a través de la prohibición del aborto y la oración. Me extrañó no encontrar también en la misma web algún apartado de veganismo (ya que hablamos del respeto a la vida, que sea a TODA clase de vida, a pesar de la opinión de nuestras amigas las plantas), pero no lo había.

Finalmente, decidí cortar por lo sano y no proseguir con una discusión que se tornaba absurda, repetitiva y aburrida, en la cual cada quien exponía sus argumentos como buenamente podía y con los medios que tecnológica e ideológicamente estaban a su alcance. Y pasados unos minutos, no podía dejar de pensar en lo triste y exasperante que es el hecho de que nuestros jóvenes repitan como loros lo que ven en la tele, lo que escuchen decir a sus padres, lo que digan en los periódicos… es desolador que estampen sin control en sus cerebros toda la información que reciban sin contrastarla primero por sí mismos. ¿Sociedad de la Información? Eso somos, absolutamente. Estamos tan sobreinformados que somos incapaces de desarrollar una opinión propia, y aplicamos como respuesta un porquesí, sin sentarnos antes a investigar un poco más allá de la Wikipedia.

Teniendo en cuenta la carga ideológica de este artículo, es posible que aquellos que decidan llegar hasta este final estén absolutamente de acuerdo, o absolutamente en contra del mismo. Es posible también, que busquen argumentos para rebatirlo o reafirmarlo aunque no los compartan aquí, y yo solo tengo que decirles que me alegro. Sí, me alegro de que se les muevan las tripas con mis palabras, que sientan, que hablen, que se esfuercen por destacar y demostrar que tienen razón. Que salgan del rebaño sin la supervisión del pastor.

Los artículos calientes

Los artículos hay que escribirlos cuando una está en caliente
Yolanda Morales
miércoles, 8 de octubre de 2014, 08:56 h (CET)
Los artículos hay que escribirlos cuando una está en caliente. Siempre lo he pensado, y es que cuando tengo que escribir a petición de alguien, mi cerebro me exige demasiado tiempo para pensar, y la mayoría de las veces acabo redactando un texto insípido, intrascendente y monocorde, que prefiero ahorrarme para alguna redacción de clase.

Partiendo de esta base, he considerado que hoy, en este momento, debo sentarme frente al ordenador y “parir” estos pensamientos que me han traído ocupada las últimas cuatro horas de mi día.

Desde pequeña, mi familia me ha educado con moderación. Me han enseñado modales (aunque a ratos los pierda), algo de cultura general, ideas, pensamientos, sentimientos… pero sobre todo, me han permitido ser como soy, lo cual me ha dado unas magníficas alas que hoy utilizo para razonar sobre las pocas cosas que mi temprana edad me ha permitido conocer. Todo aquel que me conoce sabe que siento un profundo respeto y afecto por cada ser vivo, sea o no un ser humano, y que eso es una característica de mi ser que fue orgullosamente infundada por mis familiares y engrandecida por mi personalidad. No puedo cambiar. Hoy me he volcado a través de las redes sociales con un hashtag que se ha mantenido durante horas como Trending Topic: #SalvemosaExcalibur, y me ha sorprendido el nivel de participación de los demás usuarios; la mayoría de los que leí estaban en contra del sacrificio del perro de la enfermera infectada por el ébola, ya que este se llevaría a cabo sin estudios previos ni cuarentena, sin oportunidad para el animal, y de forma totalmente irracional y precipitada a sabiendas de la opinión de expertos.

En el momento de máximo apogeo, en mi tablón se aparece el siguiente tweet: “Estáis en contra de que sacrifiquen al perro de la enfermera con ébola y a favor del aborto. ¿Y la lógica? Ah no, que no la hay.”

No le hizo falta completar los 140 caracteres de la casilla para provocarme un cortocircuito cerebral, seguido de un persistente e incómodo ardor estomacal y unas ganas irrefrenables de responderle un texto de unas dos mil palabras que la red social en cuestión, no me permite. Mi sensación fue la de tener una mordaza en toda la boca. Y es que cuanto más lo recuerdo, más nerviosa me pongo. En mi cabeza no cabe (y miren que soy cabezona) que una persona pueda asociar el sacrificio de un perro con el aborto de un ser humano. De hecho, hasta me resulta estridente si junto ambos sustantivos dentro de una misma frase en este contexto. Primero, que alguien me explique qué tiene que ver una cosa con la otra, aparte de la polémica, y segundo… no, no, perdón, necesito que alguien me explique antes lo primero.

Estés o no a favor del aborto, para mi humilde opinión, hay un criterio común entre ambos pensamientos: el aborto es una práctica poco recomendada. Nadie dice que abortar de vez en cuando es bueno, ni te hace más joven, ni elimina la celulitis, ni evita embarazos psicológicos. El aborto debe ser la última opción a barajar. Es nuestra responsabilidad utilizar uno o varios métodos de barrera para evitar la concepción no deseada, pero todos somos conscientes de que esos métodos no tienen una fiabilidad del 100%, y que pueden darse circunstancias adversas que nos condicionen y que acabemos quedando embarazadas por error, aun habiendo cumplido con nuestro deber. En ese caso, considero que el aborto dentro de unos parámetros lógicos de tiempo (los cuales determina la ciencia y no yo) es una opción libre, y debe permitirse a toda aquella mujer o pareja cuyo momento económico, emocional o vital no sea el adecuado para traer a otra persona al mundo. Creo que no es una decisión fácil, pero cada quien tiene un cuerpo y es dueño del mismo. Tu cuerpo no es propiedad de ningún político que pueda decidir por ti si tienes que parir o no, ni un espermatozoide es un ser humano en el momento en cuaja en el óvulo (pensad en el genocidio cometido por la revistas como PlayBoy).

Partiendo de mi base ideológica, me he dado de narices contra el tweet de esta usuaria, que, tranquilamente, comparaba el sacrificio de un animal de 12 años de edad con el aborto de un ser no nato, y se preguntaba cómo era posible que algunos defendieran que el sacrificio de Excalibur (el perro) estuviera injustificado, y gritaran “sí” a la legalización del aborto al mismo tiempo, ya que ambas cosas predicaban el asesinato. Para ella, esa combinación ideológica estaba descompensada. Mi primera reacción fue preguntarle si hablaba en serio, pero recordé que Twitter estaba al acecho y que no me dejaría explayarme, así que le pregunté de dónde sacaba esa conclusión, argumentando que no tenía lógica alguna. Su respuesta fue que ella no me había preguntado, y que en su Twitter podía decir lo que quisiera. A raíz de ahí, me vi en la imperiosa necesidad de averiguar cómo había surgido esa asociación conceptual; de qué forma había llegado a “razonar” sobre la vida hasta tales niveles, insospechados para mi humilde capacidad mental. ¿Será que tanto el espermatozoide como el perro son materia? Sigo sin entenderlo. Estés o no estés a favor del aborto, y te gusten o no los animales, la polémica estaba asegurada.

A partir de ese punto se prosiguieron una cadena de tweets y retweets tirando de la cuerda; yo bajo mi incredulidad, y ella con su opinión. Intentó convencerme de que el espermatozoide es un ser humano con personalidad y destino desde el momento en que toca el óvulo, y que el hecho de sacarlo de ahí es similar a asesinar; me mandó a “informarme antes de hablar” (¿podemos empezar a cambiar de argumento ya, por favor?), y dedujo que a ella misma le parecía increíble que a su edad (adolescencia) fuese más inteligente que muchos adultos. Para ella, la vida de mil perros tenía menos valor que la vida de un feto humano, y basaba sus argumentos en ciertas páginas web (de las cuales me envió capturas de pantalla) que predicaban el “respeto a la vida” a través de la prohibición del aborto y la oración. Me extrañó no encontrar también en la misma web algún apartado de veganismo (ya que hablamos del respeto a la vida, que sea a TODA clase de vida, a pesar de la opinión de nuestras amigas las plantas), pero no lo había.

Finalmente, decidí cortar por lo sano y no proseguir con una discusión que se tornaba absurda, repetitiva y aburrida, en la cual cada quien exponía sus argumentos como buenamente podía y con los medios que tecnológica e ideológicamente estaban a su alcance. Y pasados unos minutos, no podía dejar de pensar en lo triste y exasperante que es el hecho de que nuestros jóvenes repitan como loros lo que ven en la tele, lo que escuchen decir a sus padres, lo que digan en los periódicos… es desolador que estampen sin control en sus cerebros toda la información que reciban sin contrastarla primero por sí mismos. ¿Sociedad de la Información? Eso somos, absolutamente. Estamos tan sobreinformados que somos incapaces de desarrollar una opinión propia, y aplicamos como respuesta un porquesí, sin sentarnos antes a investigar un poco más allá de la Wikipedia.

Teniendo en cuenta la carga ideológica de este artículo, es posible que aquellos que decidan llegar hasta este final estén absolutamente de acuerdo, o absolutamente en contra del mismo. Es posible también, que busquen argumentos para rebatirlo o reafirmarlo aunque no los compartan aquí, y yo solo tengo que decirles que me alegro. Sí, me alegro de que se les muevan las tripas con mis palabras, que sientan, que hablen, que se esfuercen por destacar y demostrar que tienen razón. Que salgan del rebaño sin la supervisión del pastor.

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